Habría que preguntarse cuál hubiera sido el final del “caso
Bretón” sin la brillante investigación policial. Porque con un sospechoso
negando ser el responsable de la desaparición de sus dos hijos, de 2 y 6 años
de edad, y sin rastro alguno de éstos, solo la acumulación de indicios o de
pruebas indiciarias puede resolver el enigma en que se convierte un crimen de
esta naturaleza y en las condiciones citadas. Que frente a tanta caligrafía
fina, se echara el borrón del error de confundir los restos de huesos hallados
en la hoguera con restos de animales es una lástima por el innecesario dolor
añadido a la familia, pero no le quita ni tanto así de brillantez a la
investigación policial.
Hoy se ha visto claramente en el interrogatorio al policía
que durante los nueve días que Bretón disfrutó de libertad desde la
desaparición de sus hijos solo se separó de él para dormir. Conocido en el
argot como policía sombra, el testimonio del agente es demoledor y ratifica,
como mínimo, la sospecha de que Bretón es el autor de los hechos. Desde su
frialdad hasta el “detenedme ya” cuando se le empezaba a hacer insoportable el
verse permanentemente señalado y cuestionado su testimonio por los
investigadores; desde la frivolidad de la conversaciones emprendidas por un
hombre que acaba de perder a sus dos hijos hasta el convencimiento del
policía-sombra de que él los había matado; desde el desprecio a la madre de sus
hijos y los insultos que le dedicaba cuando hablaba de ella hasta sus aventuras
con prostitutas de las que alardeaba… Todo, en fin, acusa a Bretón… Hasta su
sombra.
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