Le gusta decir a la derecha
casposa que tan bien representa Francisco Marhuenda, tertuliano en programas de
radio y televisión y portavoz oficioso de Mariano Rajoy, que quienes protestan
contra el gobierno y defienden un sistema alejado de la corrupción, del nepotismo
y del clientelismo, lo que tienen que hacer es presentarse a las elecciones
como si el paso por las urnas fuera una especie de patente de corso que
permite, pongamos por caso, convertir un programa electoral –que uno siempre
creyó que era una especie de contrato/compromiso con el elector- en simple
papel mojado; o peor, como si el ciudadano fuera un sujeto pasivo con el único
derecho a votar cada cuatro años o cada cinco, como es el caso de las
elecciones europeas. Pero la derecha casposa, que tiene el ADN de jugador de
ventaja, dice esto segura de que en el sistema de partidos que tenemos resulta
prácticamente imposible que cristalicen formaciones políticas ex novo. La experiencia así lo ha venido
demostrando desde aquel Partido Reformista de Roca Junyent (centenares de
millones de pesetas de deuda a los bancos y ni un solo escaño, con menos de
200.000 votos) o desde el Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez que
jamás obtuvo en votos el reconocimiento que su fundador ha tenido a la hora de
su muerte, pasando por otras iniciativas cuyo presencia duraba apenas el tiempo
que media desde unas semanas antes del inicio de la campaña electoral hasta el
escrutinio, en el que el porcentaje de los votos cosechados había que contarlo
en centésimas.
Pero las elecciones europeas
de este domingo en España han supuesto que, al fin, haya sido posible la irrupción
como cuarta fuerza más votada y la tercera en varias regiones una iniciativa
que ha venido denunciado el corrupto sistema político actual, que ha puesto negro
sobre blanco las contradicciones de un sistema que beneficia a los poderosos y
perjudica a los débiles, y que le ha dicho al ciudadano que es posible otra
política y otra Europa en un lenguaje llano, tan alejado del Ibex 35 como de la
jerga de Bruselas.
Ahí tiene la derecha casposa
y su egregio representante Marhuenda la respuesta a sus inquietudes (¿)
democráticas. ¿Qué querían…? ¿El paso por las urnas de quienes denuncian los
planes de pensiones de los europarlamentarios o sus viajes en bussiness o sus
salarios tan alejados de la realidad de la mayoría de los ciudadanos de cuyos
impuestos se nutren, de quienes vienen diciendo que hay que desalojar del poder
este bipartidismo que permite la alternancia sin solución de continuidad de
gentes que tienen la política como medio de vida y no como medio de servicio a
la sociedad y mucho menos como su auténtico "leit motiv", el de mejorar esa sociedad? Pues ahí tenéis a Podemos, ahí tienes, Marhuenda, a
Pablo Iglesias, que, como en tus peores sueños, a partir de ahora se te aparecerá con
1.245.948 votos en las tertulias en las que te dedicas a descalificarlo con la
soberbia de quien se cree superior.
Se empieza a criticar la
utilización que Pablo Iglesias ha hecho de su presencia en las tertulias en
radios y televisiones. ¿Y qué pensabais: que solo el bipartidismo tiene derecho a ocupar esas tertulias, porque no les basta con la descarada manipulación que hace de los canales
de televisión, apropiándose, entre otros, de los autonómicos, entregados sus
dirigentes a la permanente alabanza y agasajo del que manda en la región,
atentos y fieles cumplidores de sus consignas? Vuestra soberbia os ha llevado
al extremo de no considerar a gentes que, como Pablo Iglesias, con solo 35
años, es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, en la que fue premio
extraordinario, Máster en Humanidades por la Universidad Carlos
III y Master of Arts in Communication por el European Graduate School de Suiza.
Y han sido sus conocimientos de la comunicación los que le han permitido enviar
un mensaje nítido a la sociedad de que es posible el fin de este insoportable
bipartidismo. Y, por cierto, sin pedir un céntimo a los bancos y sin utilizar
los sistemas tradicionales y ya obsoletos de comunicación, que requieren tanto
gasto como corrupción han traído.
A finales del pasado siglo ya
escuchaba yo decir al recientemente desaparecido profesor y ex presidente del
Tribunal Constitucional Manuel Jiménez de Parga, que la transformación de las
comunicaciones requiere inventar una nueva forma de democracia, una nueva forma
de hacer política. Con aquella voz grave pero casi musical siempre con el
acento andaluz de su Granada natal, ponía el profesor Jiménez de Parga el
ejemplo de los mítines, “a los que van
apenas unos miles de convencidos del partido que lo convoca, mientras un debate
en televisión es visto por millones de espectadores”. Pablo Iglesias y su Podemos
lo han entendido así, y buena prueba de ello son los miles de seguidores
que tienen en las redes sociales, en alguna de las cuales ha sido trending topic en determinados momentos
de la campaña de unas elecciones en las que han sido los grandes triunfadores.