viernes, 5 de julio de 2013

Bretón sabe lo que hace, pero no siente lo que hace

Después de las tres semanas de vista oral; elevadas a definitivas las conclusiones provisionales de las distintas partes en el proceso (ministerio público o fiscal, acusación particular y defensa), reiterada en consecuencia la petición de 40 años de prisión de un lado y la absolución del otro, a la espera tan solo de sus informes y de si finalmente José Bretón hará uso del derecho que le asiste de pronunciar la última palabra, podría decirse que son muchos los indicios que han aflorado en el juicio y que todos ellos señalan al procesado como único responsable de la desaparición de sus hijos a los que, con toda probabilidad, quemó en una hoguera que convirtió en un auténtico horno crematorio.

Muchos se preguntarán cuál es el mecanismo que se pone en marcha en la mente de un ser humano para ser capaz de quemar a sus hijos, de seis y dos años de edad, para vengarse así de su mujer, que le ha anunciado apenas tres semanas antes que se divorciaba. Y se hace mucho más difícil de entender si se acude al anuario del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, con sede en Valencia, que desvela que en el año 2010 murieron en España 23 menores a manos de sus progenitores; pero la diferencia con Bretón es que todos los casos fueron a consecuencia de enajenación mental de los autores que confesaron el parricidio o se suicidaron inmediatamente después de cometerlo. No hay ningún caso registrado con la maldad y perversión del de Córdoba y que, además, el supuesto responsable del mismo niegue su autoría.

En un magnífico reportaje publicado en el Diario Córdoba el pasado septiembre con la firma de Juan Fernández, se recogen opiniones de reputados criminólogos y psicólogos sobre la personalidad de José Bretón; entre otros Vicente Garrido Genovés, profesor de criminología de la Universidad de Valencia, autor del libro “El secreto de Bretón”, que mantiene que “(Bretón) encaja en el perfil del psicópata integrado, alguien que no tiene historial criminal, pero que alberga los rasgos de ese trastorno y que, probablemente, nunca hubiera sido detectado si no hubiera cometido este acto”.


Recordaba yo todo esto y otros casos de psicópatas escuchando las llamadas telefónicas que Bretón hizo poco antes de su detención, mientras España entera buscaba a sus hijos, y que han sido reproducidas en la sesión del juicio de hoy. En la primera llamada, Bretón prometía devolverle sus hijos a Ruth, su esposa, “tarde más o tarde menos, porque he sido yo quien los ha perdido y debo ser yo quien los devuelva”. Pero un minuto después realiza una llamada a una antigua conocida con la que conversa en un tono distendido y de “flirteo”. ¿Cómo se pueden entender las dos llamadas con sesenta segundos de diferencia y a los diez días de que los niños hubieran desaparecido? La única respuesta posible es que se puede entender de la misma manera que las conversaciones distendidas con la policía horas después de la desaparición de Ruth y José o la propuesta de sacar una guitarra o abrir unas botellas de vino o preparar una cena para todos o narrar sus hazañas de alcoba (más bien violaciones) con su esposa o en cualquiera de los prostíbulos a los que acudía.

Y la respuesta hay que hallarla en ese psicópata integrado del que habla el profesor Garrido y cuya decisión de deshacerse de sus hijos en la hoguera explica muy bien el psicólogo criminalista Jiménez Serrano: “Dice José Bretón que encendió la hoguera para quemar cartas y vestidos de su mujer. Visto así, parecería que hablamos de alguien que quiere cortar con su pasado, por lo que quema todo lo que le ata con su anterior relación, y para él quemar a sus hijos equivalía a quemar unas fotografías”.

Pero no se trata de la obra de un loco. Como explica muy bien el canadiense Robert D. Hare, probablemente la mayor autoridad en el estudio de las psicopatías, creador de una auténtica escuela en el diagnóstico de esta alteración de conducta, “en la psicopatía no hay nada que curar. Es un comportamiento con anomalías neurológicas. Pero  no hay pacientes que pidan ayuda, que sufran. Ellos están perfectos y se sienten perfectos. Nunca podrán sentir empatía, ponerse en el lugar de otra persona, tener sentimientos hacia alguien. Ni siquiera por los seres más próximos, padres, hermanos, pareja, hijos… Los psicópatas no tienen emociones y no es posible enseñárselas”…


El profesor Robert D. Hare define en muy pocas palabras al psicópata: “Sabe lo que hace pero no siente lo que hace”. Repasando el comportamiento de Bretón solo durante las sesiones del juicio, se llega también a esa conclusión: “Bretón sabe lo que hace, pero no siente lo que hace”. 

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