sábado, 25 de mayo de 2013

El falso debate de la Sanidad

Tengo las suficientes experiencias lejanas y próximas con la Sanidad madrileña como para deducir la falsedad del debate gestión privada versus gestión pública, puesto que de la gestión se trata y no de la Sanidad, por empezar a ponerle el nombre preciso al debate con el que los políticos tratan de enmascarar los recortes. Bastaría conocer la normativa de las concesiones de la Administración Pública a las empresas privadas para percatarse, por ejemplo, de las condiciones que la ley exige  para garantizar el equilibrio económico de la que recibe la concesión. He visto contratos con complicadísimas fórmulas polinómicas y numerosos conceptos, encaminado todo ello a esa garantía. Se entenderá que con la concesión de la gestión se trata de optimizar ésta desde el supuesto, que parece universalmente aceptado, de que la gestión privada es más eficaz que la pública y, por tanto, menos onerosa; pero en ningún caso y menos en el de la Sanidad, de enriquecer a la empresa privada a costa de la salud de los madrileños.

Alguien podrá responder que eso es lo que dicen los políticos, y que ése es el debate. Pero yo contesto que es donde los políticos se encuentran cómodos, porque mientras desvían la atención con la polémica van acometiendo los recortes, que naturalmente imponen en los contratos de concesión, con lo que trasladan la falsa idea de que son los gestores los que los acometen, cuando, precisamente por la mayor eficacia de la gestión privada, ésta no necesita llevar a cabo recortes que en la pública resultan inevitables. Por poner un ejemplo, el despilfarro de capital humano que supone la jubilación a los 65 años de médicos cuya experiencia es de valor incalculable y para colmo adquirida en la Sanidad pública, que ahora los expulsa, no se le ocurriría ni al más torpe de los gestores privados, sino a unos tales aguirres, gonzálezes o lasquettys. Recuérdese el desparpajo con el que Esperanza Aguirre presumía poco antes de dar un paso atrás para –supongo- tomar impulso, que había descubierto unas magníficas partidas en las que recortar gastos. Y estaría bien si una de ellas fuera, por ejemplo, la de los inútiles asesores o los en principio necesarios gabinetes de Comunicación, que se vuelven tan inútiles como los asesores cuando se convierten en generadores de artificiales puestos de trabajo para allegados y en centros de propaganda y culto a la personalidad de los políticos que les pagan con dinero público, y que avergonzarían a los más consumados propagandistas de aquella prensa y radio del Movimiento del franquismo. Sin embargo, la gestión privada de la Sanidad carece de asesores inútiles y tiene dimensionados y empresarialmente digeribles gabinetes de comunicación, dedicados a la organización y difusión de importantes sesiones clínicas y no al culto al director del hospital que gestionan o de la empresa que lleva la gestión.


Insisto en que mis más recientes experiencias me permiten ver la falsedad del debate en el que tan a gusto se encuentran los políticos, aunque pueda parecer otra cosa. Por ellas conozco el Hospital del Niño Jesús y el Infantil de la Paz, ambos de gestión pública, y la del segundo, tan positiva como la del primero, la tuve que adquirir porque la jubilación de una experta doctora fue amortizada. Y conozco también por experiencia la Fundación Jiménez Díaz  –rescatada, no se olvide, por una empresa privada cuando estaba al borde de la desaparición- y de cuyos profesionales, gestión y renovadas instalaciones vanguardistas se sentiría orgulloso el mismísimo profesor fundador de este hospital universitario que lleva su nombre y que acaba de cumplir sus primeros 75 años de vida con una magnífica salud. Y escrito queda que la “concha” (Nuestra Señora de la Concepción) como era también conocido este centro, habría desaparecido si no hubiera acudido a su rescate una empresa privada, que lo ha convertido además en referencia de eficacia en la gestión, modernidad en las instalaciones, con prestaciones de vanguardia (hasta teletraducción para 50 idiomas, obviamente para los inmigrantes)  y capacidad del personal tanto médico como administrativo o de otros servicios, lo que lo convierte en uno de los centros más ambicionados por profesionales y pacientes.
El debate no está, pues, en gestión privada versus gestión pública. El debate está en si la pérdida de nivel de bienestar alcanzado por los españoles tiene que ser a costa de recortar presupuestos en la Sanidad y en la Enseñanza, que deben ser intocables. Pero a partir de ahí pretender que los gestores privados de la Sanidad madrileña equilibran o, peor, aumentan su cuenta de resultados a base de recortes en las prestaciones a las que están obligados, sería tanto como afirmar que en  la concesión de la construcción de una autopista se contempla la posibilidad de reducir costes en el hormigonado de los pasos elevados para garantizar los beneficios de la empresa que los construye. Sepan los ciudadanos que, siguiendo con el ejemplo de la Sanidad, mientras la gestión pública es incapaz de abaratar costes en medicamentos y prefiere meter la mano en los bolsillos de los más débiles, que son los jubilados y enfermos crónicos, haciéndoles pagar un porcentaje de los mismos que antes no pagaban o aquel temerario impuesto del euro por receta, la gestión privada consigue esos mismos fármacos a mejores precios con un procedimiento tan simple como es la aplicación de una de las leyes del mercado: cuantas más unidades se compra, más barata  cuesta cada una. Y todo lo demás es puro artificio.

lunes, 20 de mayo de 2013

El Real Madrid no eres tú, Florentino

Se le atribuye a Luis XIV, el "Rey Sol", modelo de monarca absolutista, que reinó en Francia durante tres cuartos de siglo, la frase "L'Etat c'est moi" ("el Estado soy yo"), y después de escuchar la rueda de Prensa de Florentino Pérez empiezo a pensar que la megalomanía del presidente y su indudable éxito empresarial y también en las finanzas del club de sus amores le ha llevado a creerse que el Real Madrid es él. O, mejor dicho, le ha llevado a la conclusión de que, dando la impresión de que el Real Madrid es él, disimula el vergonzoso y cobarde pacto al que ha llegado con José Mourinho, que durante tres temporadas, en las que ha sido el entrenador mejor pagado de la historia del fútbol, le ha tomado literalmente el pelo. Baste decir que las dos últimas comparecencias de Florentino Pérez ante los medios informativos (el pasado enero y esta tarde) se han debido a sendas presiones de Mourinho: la primera, porque alguien filtró la noticia de que los capitanes del Real Madrid habían tenido una reunión con el presidente en la que le habían dicho a éste que unos cuantos jugadores se irían del club si Mourinho seguía en el banquillo la próxima temporada, y Mourinho exigió un desmentido del presidente; y la segunda, esta misma tarde, para tragarse el sapo de la salida del entrenador al que él se empeñó en contratar a precio de Cristiano Ronaldo pagando incluso una indemnización al Inter, al que entregó los poderes de manager general, por el que cesó a Jorge Valdano, al que ensalzó hasta el empalago como el mejor entrenador del mundo del puro pánico que le tenía y que aún le tiene, al que toleró constantes faltas de respeto a entrenadores rivales y a sus propios jugadores, por el que bajó del avión a los periodistas que normalmente hacían los desplazamientos en el mismo vuelo que el equipo (ni que decir tiene que pagando el pasaje) y al que permitió montar una encerrona a un periodista, al que vejó en un despacho en presencia del jefe de prensa del club.



Florentino Pérez ha mentido descaradamente esta tarde a los periodistas. Su comparecencia y, lo que es peor, los términos de la misma en cuanto se refiere a la salida de Mourinho del club, no son otra cosa que la exigencia del entrenador portugués para consumar el pacto al que ha llegado con el presidente, porque si algo está claro es que ni el uno ni el otro querían la continuidad del técnico. Pero la broma le costaba al Real Madrid otros veinte millones más de euros, porque Mourinho podía atrincherarse en el contrato que generosamente le firmó Florentino Pérez y que le comprometía hasta 2016. Y el acuerdo entre ambos ha incluido la comparecencia del presidente y los lamentables términos de la misma.

Repásense las respuestas de Florentino y ni una sola resiste el análisis más elemental. Solo me referiré a unos pocos términos:

La presión a la que está sometido el Real Madrid, al parecer insoportable para el "special one", como se autocalifica Mourinho. Una presión que naturalmente lleva soportando el equipo toda la vida.

La unidad del madridismo, que Florentino Pérez ha descubierto mientras los demás mortales vemos el destrozo que en la misma ha hecho Mourinho, desde aquella pancarta de tu dedo nos marca el camino, en referencia al dedo que le metió en un ojo a Tito Vilanova, cuando éste era el segundo entrenador del Barça hasta el reto del entrenador anunciando su salida al terreno de juego antes de un partido para comprobar el apoyo que tenía en el Bernabéu, pasando por la constante división de opiniones en el estadio cuando se anunciaba su nombre antes del comienzo de los partidos o, últimamente, cuando salía del foso a la zona técnica.

La intensidad y competitividad que, según el presidente, ha dado Mourinho al equipo. Hombre, que alguien que presume de ser socio del Real Madrid desde hace décadas hable a estas alturas de que un entrenador portugués ha venido a darle intensidad y competitividad al equipo parece un insulto a la inteligencia y/o a la memoria. Vamos a ver, Florentino: ¿Te recuerdo los títulos del Real Madrid, al parecer conseguidos sin intensidad ni competitividad en sus más de 100 años de historia? ¿Te recuerdo a Pirri con un brazo roto en una final europea, no sé si en Atenas? ¿Te recuerdo el miedo escénico, un término que acuñó Jorge Valdano para definir lo que sentían los equipos que se enfrentaban al Real Madrid en el Bernabéu? ¿Te recuerdo los de los noventa minuti en el Bernabéu son molto longo, de Juanito? ¿Te recuerdo las remontadas que se pusieron de actualidad cuando había que superar la semifinal frente al Borussia de Dortmund, y a punto se estuvo de conseguirlo gracias no a la competitividad ni la intensidad de Mourinho, sino al peso de la historia y de la camiseta de un equipo cuya mejor expresión aquella noche casi mágica fue precisamente Ramos, el segundo capitán, cuestionado permanentemente por  Mourinho.

Y finalmente, el desaire al Rey de España de Mourinho y Cristiano la noche del viernes, cuando no acudieron a recoger la medalla que acredita al Madrid como subcampeón de la Copa. Que Florentino despache la pregunta con un "supongo que no acudieron porque fueron expulsados", cuando todos los medios se han hecho eco de la sorpresa y disgusto del presidente en aquél momento, evidencia también el pacto de la salida de Mourinho y la cobardía de Florentino.

No me olvido tampoco de la respuesta a Diego Torres, sin duda uno de los periodistas que mejor información tiene sobre el Real Madrid. Aprovechar una comparecencia como la de esta tarde, en que no había posibilidad de repreguntar, para tachar al periodista de hacer novela,  y añadir de inmediato "aunque reconozco que está muy bien escrito", es no solo una falta de respeto y consideración hacia Diego Torres sino una especie de chulería de barra de taberna intolerable en el presidente del mejor club del siglo XX, cuyo señorío parece que, definitivamente, se ha llevado por delante Mourinho... en connivencia con el propio presidente.

Vuelvo al principio y enlazo con la carta abierta que ayer dirigí a Florentino Pérez: "...fijate Florentino, no hay jugador en el mundo, ni siquiera Di Stéfano, ni Butrageño, aunque diga de ti que eres un ser superior, y mucho menos entrenador en el mundo -desde luego el que menos Mourinho- más importante que el club que presides", escribía en esa carta abierta.

Y hoy añado: Pero no te olvides, Florentino, que tampoco ha existido ni existe presidente alguno -ni Bernabéu y mucho menos tú- más importante que el club que presides..




domingo, 19 de mayo de 2013

Carta abierta a Florentino Pérez

Nos conocemos, querido presidente, hace casi 40 años. Fue exactamente cuando Juan de Arespacochaga y Felipe acababa de ser nombrado alcalde de Madrid por el nuevo ministro de la Gobernación -lo que hoy llamamos Interior-, Manuel Fraga Iribarne. Arespacochaga que, como tú, era ingeniero de Caminos, analizó la situación de Madrid y convirtió el llamado Plan de Saneamiento Integral en piedra angular de su gestión. Se trataba de acabar con el nauseabundo espectáculo de zonas del sur de la ciudad en las que las aguas residuales corrían, aunque mejor sería decir que se estancaban a cielo abierto. Y, como me contó aquél alcalde cuando le ayudé a redactar el testimonio de su paso por la Casa de la Villa (recogido luego en un libro), nada más pisar el despacho de la Alcaldía se acordó de "un jovencito delgado y con gafitas, que me fue a ver al frente de una delegación de ingenieros de Caminos en paro, porque formaba parte, es verdad, de la primera promoción de esa carrera que se encontraba sin trabajo". Juan de Arespacochaga era presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos y le impresionó la verborrea del jovencito portavoz de la delegación. Así que le pidió a su secretaria que te localizara. Y te nombró Delegado de Servicio, que eran como se llamaba entonces a los técnicos encargados de las diferentes áreas municipales, y te encargó aquél Plan de Saneamiento Integral. De inmediato formaste un famoso triunvirato con otro ingeniero de Caminos y Economista, como tú, Juan Torres Piñón, y un abogado urbanista, Luis María Enríquez de Salamanca. Arespacochaga duró en el Ayuntamiento lo que duran tres peces de hielo en un whisky on the rock, como canta Sabina; exactamente, el mismo tiempo que Fraga en aquél gobierno tardofranquista de Arias Navarro, al que el Rey le acabaría pidiendo su dimisión para iniciar el camino hacia un Estado social y democrático de Derecho, al que se resistía aquél jefe de Gobierno que meses antes había anunciado con un puchero y alguna lágrima la muerte del dictador.



Ahí, en el Ayuntamiento de Madrid aprendiste buena parte de las lecciones que te sirvieron para convertirte en empresario de éxito, subido en el corcel de la obra pública. Porque hay que recordar que cuando el nuevo ministro del Interor cesó a Juan de Arespacochaga y nombró a José Luis Álvarez, para que este notario madrileño fuera preparando el terreno para ganar las que serían primeras elecciones municipales democráticas, el nuevo alcalde se quedó, entre otros, con el triunvirato del que formabas parte (por cierto, que de tu paso por el Ayuntamientro de Madrid veo en Wikipedia que no recoge el tiempo que estuviste con Arespacochaga, pero supongo que es un olvido involuntario). Y luego fuiste en la lista a las primeras elecciones municipales, las de abril de 1979, con la que José Luis Álvarez ganó, aunque no pudo gobernar porque el PSOE de Felipe Gonzàlez y Alfonso Guerra se echó en brazos del PCE de Santiago Carrillo para que la coalición de ambos partidos gobernara en todos los ayuntamientos en los que sus concejales sumaban mayoría absoluta. Así que Álvarez, tú y la UCD de Adolfo Suárez, a la oposición, y Tierno Galván, alcalde de Madrid con el apoyo de los 9 concejales que habían sacado los comunistas encabezados por Ramón Tamames (¡manda huevos!, que diría Federico Trillo).

Álvarez, como estaba previsto, no aguantó demasiado como jefe de la oposición municipal, y Suárez le nombró primero ministro de Transportes y luego de Agricultura, que para eso es notario. Y allá que te fuiste tú con él, primero como Director General de Infraestructuras del Transporte y luego como presidente del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (que también ¡manda huevos!). Tras el batacazo electoral de 1982, te fuiste a la aventura aquella de Partido Reformista Democrático de Miguel Roca, y no sacasteis ni un diputado. Así que, con lo aprendido en ayuntamiento y en la dirección general de Infraestructuras del Transporte te largaste de la política y te convertiste en eso que ahora llaman emprendedor. De éxito, por cierto, de enorme éxito, hasta convertirte en uno de los hombres con mayor influencia en nuestro país, capaz de quitar y poner... mucha gente, dejémoslo en mucha gente.

Pero fíjate, querido Florentino, lo que yo desconocía era tu amor, tu indestructible amor por el Real Madrid. Me enteré, como casi todos, cuando concurriste a las primeras elecciones para enfrentarte con Ramón Mendoza. Y perdiste, pero igual que aprendiste los manejos de los contratos de obra pública en tu paso por el Ayuntamiento y por los ministerios, aprendiste en aquellas elecciones la lección más útil que, a la larga, te serviría para conquistar la presidencia del Real Madrid. el voto por correo es decisivo para ganar unas elecciones en el club de tus amores. Lo aprendiste tan bien que cinco años después le ganaste las elecciones a Lorenzo Sanz, cuando tan solo unas semanas antes el Real Madrid había conquistado su octava Liga de Campeones.

Tu capacidad emprendedora, tus conocimientos, tu experiencia en la construcción y tus influencias consiguieron lo que yo me atrevo a llamar el milagro (otros le han llamado pelotazo), algo así como la multiplicación de los panes y los peces: la recalificación de los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva, que pasaron a ser de equipamiento deportivo a edificables, y con un volumen tan respetable como el que alberga la nueva sky line de Marid, las cuatro torres. Sí, presidente, habías obrado el milagro: el Real Madrid salvaba con el dinero de esa transformación una deuda que hacía peligrar su futuro, y tú iniciabas el camino que convertiría al club de tus amores en el más rico del mundo. La transformación del Bernabéu, la política de zidanes y pavones, los mejores tienen que jugar en nuestro equipo, el palco del Estadio que es lo más parecido a la escopeta nacional de Berlanga, la tienda adidas... y ¡la novena Copa de Europa! con aquella inolvidable volea de Zidane. A partir de ahí, tu primera deriva... El cese inexplicable de Del Bosque y tres temporadas de sequía, aunque te fuiste por la puerta de atrás antes de consumir la tercera...

Después de ti, presidente, el diluvio, la casa de los líos, hasta que decidiste volver. Y en ésas estamos. Cuentan que te equivocaste con los galácticos o que los galácticos acabaron pudiendo contigo. Y ahora te has equivocado con Mourinho, que desde luego ha podido claramente contigo. Que todo un presidente del Real Madrid vaya presumiendo de mejor entrenador del mundo,  cuando el entrenador es incapaz de presumir de estar en el mejor club del mundo no habla de tu generosidad, presidente, sino de tu monumental error, porque me resisto a escribir que acaso hable de tu complejo. Recuerdas siempre que tienes ocasión a Santiago Bernabéu. ¿Cuánto crees que hubiera aguantado don Santiago a Mourinho? Cuenta la leyenda que  en una Pequeña Copa del Mundo, que si no recuerdo mal se celebraba en Venezuela, Héctor Rial, aquel fantástico interior izquierda al que Paco Gento le debe buena parte de su carrera, armó un escándalo en el hotel donde estaba hospedado el Real Madrid, porque exigió que le hicieran una tortilla de patatas, cuando el código de conducta del club impedía salirse del menú que se pedía para todos. Don Santiago, que presenció aquello, le dijo a Anrtonio Calderón, su gerente: "Cuando llegues a Madrid, le das la cuenta a ése". Y se la dio, Florentino, se la dio. Y no es leyenda que cuando Di Stéfano, al que con toda justicia tú hiciste presidente de honor del Real Madrid, decidió continuar su carrera futbolística en el Español, Bernabéu sentenció que "mientras yo sea presidente, éste no volverá al Real Madrid". Sé que son otros tiempos, Florentino, bien que lo sé... Pero ni el Bernabéu de entonces ni el de ahora hubiera tolerado un pulso con un entrenador que es el mejor pagado de la historia,  y antes de ofrecerle el brazo para echárselo, le hubiera dicho al Calderóin de turno: "Dale la cuenta a ése".

Toda la dignidad, todo el señorío, toda la categoría, toda la modernidad, todo el éxito hasta convertir al club no solo en el mejor del siglo XX sino en el más rico del mundo que has traído al Real Madrid, se lo ha fumado Mourinho como quien se fuma un puro. Fíjate que, como cuenta hoy Relaño en el diario AS, hasta su comparecencia después de la final de Copa perdida, fue aprovechada por este miserable para hablar de él, no para hablar del Real Madrid que no se merece un entrenador como el que has contratado a precio de oro en los últimos tres años. Esto del fútbol, presidente, creo que es bastante menos complicado que el Plan de Saneamiento Integral de Madrid o las lecciones que aprendiste en la Administración  y que te sirvieron para convertirte en uno de los empresarios de mayor éxito en nuestro país. Pero se te resiste, Florentino, se te resiste, quizás porque, al final, la regla de cálculo no te sirve para convertir los tres "palos" de la final de Copa en otros tantos goles... Pero hay otras asignaturas de esa carrera que son más fáciles, presidente, y mucho más en el Real Madrid: una de ellas es que, fijate Florentino, no hay jugador en el mundo, ni siquiera Di Stéfano, ni Butrageño, aunque diga de ti que eres un ser superior, y mucho menos entrenador en el mundo -desde luego el que menos Mourinho- más importante que el club que presides.

Un abrazo, presidente, y suerte en las próximas elecciones.

sábado, 18 de mayo de 2013

El gran error de Mourinho

Daba anoche Manolo Lama (Tiempo de Juego, Cadena Cope)  la enhorabuena al Real Madrid por quitarse de encima la mayor lacra de su historia, Mourinho, y por la misma razón el inigualable narrador extendía su felicitación al fútbol español. Así que consumado y puesto al descubierto el gran camelo del special number one (la calificación es de él mismo); relatados hasta la saciedad los numerosos errores cometidos (desde el dedo en el ojo al entonces ayudante de Guardiola, Tito Vilanova, hasta los incendios que ha provocado a partir de la eliminación del Real Madrid en semifinales de la Liga de Campeones); con la sospecha de que, a lo peor, Mourinho es sobre todo un producto de marketing; descontada ya su salida por la puerta de atrás del mejor club de fútbol del siglo XX, me permito asegurar que el gran error de Mourinho en sus tres años como entrenador del Real Madrid ha sido el de creerse más importante que el club que le pagaba el mejor salario de la historia del fútbol. O, lo que es lo mismo, desconocer que el Real Madrid ya era mucho antes de su llegada el primer club de la historia entre todos los que han disputado la Liga española y también el primero entre los 454 clubs que han disputado la Copa de Europa o Liga de Campeones.



Se podría argumentar y exhibir el palmarés de Mourinho en el Oporto, el Chelsea y el Inter, los tres equipos que dirigió antes de llegar al Real Madrid. Y es verdad que en el Oporto logró dos Campeoantos de Liga, una Copa y una Supercopa de Portugal y una Liga de Campeones. Y que en el Chelsea consiguió dos campeonatos de Liga, una FA Cup, dos Carling y una Community Shield. Y que, antes de que Florentino Pérez se empeñara en contratarle en su intento de acabar con la hegemonía del Barcelona, en el Inter ganó dos Campeonatos de Liga, una Copa de Italia, una Supercopa de Italia y una Liga de Campeones. Y también es verdad que eso podía impresionar en Portugal, en Italia e incluso en Inglaterra, cuna del fútbol; o, mejor aún, podría deslumbrar en esos clubs, pero en España y más concretamente en el Real Madrid, dice poco o casi nada. Lo explicaré:

En sus 120 años de historia, el Oporto conquistó en el país vecino 26 Campeonatos de Liga, 16 Copas y 1 Superocpa de Portugal, dos Ligas de Campeones, dos Copas Intercontinental, dos Copas de la UEFA y una Supercopa de Europa..

Después de 108 años de historia, el Chelsea luce en sus vitrinas 4 Campeonatos de Liga, 7 FA Cup, 4 Football League Cups, 4 Community Shields, 1 Liga de Campeones, 1 UEFA Europa League, dos Recopas de Europa y 1 Supercopa de Europa.

Y en sus 105 años de historia, el Inter ha conquistado 7 Campeonatos de Liga, 7 Copas de Italia, 5 Supercopas de Italia, 3 Ligas de Campeones, 3 Copas Intercontinental y 3 Copas de la UEFA.

Frente a estas vitrinas, el Madrid exhibe en su Museo del Bernabéu, los siguientes trofeos principales conquistados en sus 111 años de historia: 32 Campeonatos de Liga, 18 Copas de España, 9 Supercopas de España, 1 Copa de la Liga, 9 Ligas de Campeones, 2 Copas de la UEFA, 1 Supercopa Europea y 3 Copas Intercontinental..

Es decir, el Real Madrid, centenario como Oporto, Chelsea e Inter, ha conquistado solo cinco Campeonatos de Liga menos que estos tres clubs juntos y tiene tres Ligas de Campeones más que la suma de las conseguidas por los tres clubs de la inútil comparación.

Y, efectivamente, el gran error de Mourinho fue creerse más importante que el mejor club de la historia. Aunque bien es cierto que a su clamoroso error se unió otro tan monumental como el del miserable entrenador portugués: el de Florentino Pérez al proclamar en demasiadas ocasiones que "tenemos el mejor entrenador del mundo", cuando lo que tenía que haber hecho desde su primera conversación con Mourinho es decirle que "te vas a sentar en el banquillo del mejor club de fútbol de la historia". Probablemente, el resultado deportivo hubiera sido el mismo. Pero el ruido, bastante menos, siempre en el supuesto de que la soberbia de Mourinho le hubiera permitido reconocer que el club en el que trabaja fuera más importante que él.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Alcaldesa interina


El sondeo de Metroscopia sobre el clima político y social de la capital de España que publica hoy El País es demoledor para la alcaldesa, Ana Botella, y para el Partido Popular al que pertenece. Que después de 22 años y seis victorias electorales consecutivas, el PP tenga perdida la mayoría absoluta  es responsabilidad única de Ana Botella que, curiosamente y según la misma encuesta, es la política más reconocida entre los líderes del Ayuntamiento de Madrid. Concretamente, el 99 % de los madrileños reconocen a su alcaldesa, mientras el líder socialista Jaime Lissavetzky es reconocido por el 72%; el líder de Izquierda Unida, Ángel Pérez, por un 39%, y el de Unión Progreso y Democracia, por apenas el 12%. Y a lo peor hay que llegar a la conclusión de que ese conocimiento universal de la alcaldesa es la razón principal de lo poco que es considerada, hasta llegar a perder una mayoría cimentada, construida y consolidada nada menos que durante 22 años por José María Álvarez del Manzano y Alberto Ruiz-Gallardón, los dos alcaldes que precedieron a Ana Botella.

Pero la diferencia entre la esposa de José María Aznar y los dos anteriores alcaldes es sideral; empezando porque Ana Botella llegó de paracaidista tanto a la lista electoral de Alberto Ruiz-Gallardón como a las responsabilidades que éste le encargó en sus sucesivos gobiernos municipales. Quiero decir que no hay nadie capaz de explicar méritos políticos o técnicos contraídos por la actual alcaldesa que le hayan hecho acreedora a su vertiginosa carrera en el Ayuntamiento de Madrid, hasta llegar a la alcaldía. Podria Ana Botella haberse revelado, a pesar de todo ello, como una buena política,  pero es que ya sea antes de teniente de alcalde o ahora como alcaldesa ofrece un perfil con el que incluso resulta milagroso que si las elecciones se celebraran ahora solo pierda 10 concejales y casi un 20% de apoyo electoral. En definitiva, Ana Botella, lejos de revelarse como una política capaz de hacerse acreedora a un puesto que le viene regalado -y me temo que demasiado grande-, aparece cada vez más como una alcaldesa con carácter de interinidad y/o provisionalidad.

Se dirá que si Madrid consigue en octubre la organización de los Juegos Olímpicos de 2020..., pero el clima social y económico de nuestro país difícilmente va a dar para el entusiasmo por mucho que signifique convertirse en ciudad olímpica; y desde luego el hipotético triunfo de nuestra candidatura va a tener demasiados padres, como ocurre siempre con las victorias (ya se sabe que las derrotas son huérfanas), sin perjuicio de que todos los madrileños son conscientes de lo poco que Ana Botella ha aportado a la candidatura olímpica, empeño y construcción de su antecesor, Alberto Ruiz-Gallardón.

No es solo la crisis económica la que se está llevando por delante expectativas electorales para las municipales y autonómicas de 2015. Desde luego por lo que se refiere a Madrid no lo es en ningún caso. El sondeo de Metroscopia que publica El País es suficientemente expresivo, como lo fue el publicado hace quince días sobre la Comunidad Autónoma. Pensar que dos interinos en puestos tan relevantes como la alcaldía de la capital del Estado y la presidencia regional de Madrid, que ni siquiera han sido contrastados en las urnas, son los candidatos ideales para 2015 me parece una falta de respeto al electorado. Es verdad que se lo pueden ganar en los tres años que van a estar al frente de Ayuntamiento y gobierno autonómico. Pero los sondeos de este mes de mayo son un claro aviso a navegantes: con el escaso y sospechoso bagaje del ático de lujo en la Costa del Sol del presidente González y sus estridentes declaraciones en ocasiones más propias de la barra de una taberna, y con el bajísimo perfil de la paracaidista Botella, ni uno ni otra son un valor medianamente seguro para afrontar las durísimas elecciones autonómicas y municipales de 2015, que serán también preámbulo de las generales que apenas cinco meses después tendrían que celebrarse...


martes, 14 de mayo de 2013

Cristina Cifuentes, en el centro

El desayuno informativo protagonizado por la Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha puesto los focos de la actualidad sobre esta política madrileña que es toda ella credibilidad. Su presentación por parte de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ha sido interpretado como el gran espaldarazo para mayores aventuras de una política que es uno de los pocos valores seguros que en estos momentos puede exhibir un partido zarandeado por la tremenda crisis económica y por su todavía no aclarada financiación y el papel que en la misma desempeñó el tesorero que ocultaba decenas de millones en cuentas en Suiza; por un gobierno al que sostiene pero que es incapaz siquiera de explicar las insoportables cifras del desempleo y que carece de política informativa y/o de comunicación; cuestionados de forma permanente los escasos perfiles políticos y magros currículum sin siquiera el contraste de las urnas de la alcaldesa de Madrid y del presidente de la Comunidad Autónoma; y para colmo víctima partido y gobierno de las recientes encuestas que reflejan las dificultades que el PP tendría de renovar mandato tanto en el gobierno municipal como regional, patrimonio de los populares desde 1989 el primero gracias a una moción de censura, y desde 1991 el de la Comunidad Autónoma. Ni que decir tiene que la propia Cristina Cifuentes se ha encargado de desmentir cualquier pretensión de otro cargo que no sea el muy comprometido que con tanta brillantez y eficacia viene desarrollando desde enero de 2012, pero el problema no son sus aspiraciones sino las necesidades que el Partido Popular tendrá a partir del próximo año, cuando comience la cuenta atrás para las elecciones municipales y autonómicas de 2015 y las legislativas de meses después.


Llegado a este punto, se hace preciso decir cuanto antes que entre esas necesidades estará la de políticos y políticas situadas en el centro del espectro político que es donde se cosechan las victorias electorales en este país desde octubre de 1982 (e incluso desde las municipales de 1979), cuando Felipe González decidió colgar la chaqueta de pana de la misma percha que había colgado antes el marxismo y la bandera republicana. Y en el Partido Popular más de uno es aferra a la figura de Cristina Cifuentes, por su impecable currículum y trayectoria políticos, su formación jurídica, su vocación universitaria y su experiencia nada menos que durante seis legislaturas en la Asamblea de Madrid, en la que ocupó, entre otros, los puestos de portavoz adjunta del Grupo Popular y vicepresidenta primera. Y en los demás partidos se teme la solidez de esta mujer que dice lo que piensa no sin antes pensar bien lo que va a decir. Su imagen de modernidad, su defensa a ultranza de las libertades, su equidistancia de familias o grupos, su claridad, su insólita independencia después de un cuarto de siglo perteneciendo al Partido Popular y también su indiscutible centrismo configuran un futuro que puede estar lo mismo en el ayuntamiento de Madrid que en el gobierno regional o en  cualquier ministerio.

No será ella quien mueva un solo dedo ni abra batalla alguna no ya para ocupar sino ni siquiera para aspirar a otro puesto que no sea el que viene desempeñando con indiscutible éxito. Pero que nadie dude de que acudirá allá donde la necesite el partido con la misma vocación de servicio que ha tenido y que conserva por entero desde su participación en las elecciones europeas de 1989 en el puesto 57 de la entonces Alianza Popular. Y con la misma entrega y dedicación que ha puesto en todos los cargos que ha desempeñado desde entonces.