El pasado verano
llamé por telefóno a Alfonso Nasarre cuando, al poco tiempo de tomar posesión
de la dirección de Radio Nacional de España, decidió encargarle a Alfredo
Menéndez “Las Mañanas de RNE”. Estuvimos largo rato comentando la decisión, que
yo me apresuré a calificar de acertada. “Lo verás desde el primer EGM”, le dije a modo de despedida, aun sabiendo que Alfonso Nasarre, como hombre de radio, es
consciente de que las apuestas en este medio necesitan para consolidarse bastante
más que un EGM. Pero la apuesta era tan segura que han bastado dos: el último
de 2013, que prácticamente no había tenido tiempo para valorar el programa de
Alfredo Menéndez, y el de la pasada semana, donde Alfredo se ha situado a
56.000 oyentes del de Saenz de Buruaga, tercero entre los magazines de la
mañana, con algunos años más y también más recorrido profesional que el
director de Las Mañanas de RNE. Pero solamente eso, porque en este oficio no
hay escalafón ni antigüedad, aunque desgraciadamente en ocasiones sí hay inconfesables
relaciones, como hay también trepas y los que Pérez Reverte califica de succionaciruelos…
Creo que fue en facebook donde
escribí algo así como “yo lo vi primero”
en referencia a Alfredo Menéndez, aunque para algunos era sorprendente la
decisión de encargarle la dirección y presentación del magazín donde solemos
decir los profesionales que se encuentra el solomillo
de la radio, que es nada menos que la cuarta parte de su programación, seis
horas desde las 06:00 hasta el mediodía. Y es que yo había conocido a Alfredo
Menéndez hacia el final de la década de los noventa, cuando él trabajaba en
Radio Voz en Galicia y yo dirigía el magazín de la mañana y los Servicios
Informativos de la Cadena. Y
desde que le oí por primera vez me di cuenta de que era uno de los nuestros. Califico yo así a los que si por edad no
pudieron formar parte del salto que dio Antena 3 Radio al pasar de la radio con
chaqueta y corbata a la radio en mangas de camisa, sí aprendieron su lenguaje y
su estilo inconfundible que el maestro Martín Ferrand resumió tan bien en la
frase de “noticias veraces y opiniones
independientes”.
Pero al calificar a Alfredo
de uno de los nuestros quiero decir también de todos: de jóvenes y viejos, de
hombres y mujeres, de titulados superiores y de quienes tienen un oficio, de
desempleados y de gentes con trabajo, de los preocupados por la actualidad y de
quienes les importa una higa el índice nikei y probablemente también la que
Putin tiene montada en Ucrania. Es decir, de los oyentes, que se identifican inmediatamente
con una voz como la suya, que habla como hablan ellos, que traslada las mismas
inquietudes que las que les asaltan cada mañana y que, además, no tiene más
colores que los de la verdad. Y Alfredo Menéndez es así… Se me dirá que es lo
que hay que hacer desde la radio pública, y yo contesto que no siempre ha sido
así, pero que Alfredo ejerce lo que decía en una entrevista en “Periodista
Digital”: “Uno de mis retos es conseguir que gente que ha dejado de sentir
RNE como la suya vuelva a sentirla como tal. Y eso se consigue haciendo la
pregunta a un determinado político que no se espera que se haga.”
De momento, ha
conseguido que un millón de oyentes sientan como suya Radio Nacional de España. Ese millón, como los miles que llegarán en
el próximo EGM y en el siguiente, sienten también a Alfredo Menéndez como uno
de ellos, que ni les da gato por liebre ni está esperando el resultado de las
próximas elecciones europeas para ver a qué puerta ha de llamar para
consolidarse en el programa. Y es que Alfredo Menéndez es de los que, como me
pasa a mí, sigue sintiéndose reportero; sigue ejerciendo este bello oficio como
si tuviera un micrófono en una unidad móvil desde la que transmite la última
“marea blanca” o “marea verde”. Porque el compromiso de Alfredo –y lo conozco
hacer casi veinte años- es el que explicó nuestro colega y una de nuestras referencias, “Gabo” García Márquez: “En el
oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se
haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que
escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde”. Por eso Alfredo
Menéndez está ganando.