lunes, 31 de agosto de 2015

De 1988 a 2015: Del imperio a su caída

“Van directos a por la pasta del qatarí, que finalmente será el dueño del negocio. Lo que dicen es imposible de cumplir”. Con este whatsApp respondió el domingo un destacado analista que ha trabajado en una de las más importantes consultoras multinacionales a mi pregunta sobre la Junta General de El Corte Inglés que se acababa de celebrar. Se refería mi interlocutor a los resultados del ejercicio de 2014, a la operación de préstamo de mil millones del jeque qatarí, dueño entre otras cosas de los almacenes londinenses Harrods,  y a las condiciones para su devolución, que le supondrá hacerse con un porcentaje del capital de El Corte Inglés de no menos del 12,5% que podría llegar hasta el 15.
Luego repasé las informaciones publicadas por los periódicos en la Red, de las que desconté el dinero que El Corte Inglés dedica a la publicidad y que, como poco, condiciona voluntades. Una vez más, El Confidencial, periódico que se publica en la Red, se destacaba de los demás, y especialmente el titular de un magnífico análisis, como todos los suyos, de S. McCoy: “Dimas, tenemos un problema: El Corte Inglés, no gana dinero” (el presidente de los grandes almacenes es Dimas Gimeno, que sucedió a su tío, Isidoro Álvarez, muerto en septiembre del pasado año, tres semanas después de la Junta General en la que se aprobaron los resultados de 2013).

Por su parte, el diario El País describió la situación en un titular que deja lugar a pocas dudas: “El Corte Inglés eleva sus ventas pero el beneficio cae al nivel de 1988”. Es decir, Isidoro Álvarez ha necesitado 25 años para volver al punto de partida… en lo que se refiere a los beneficios, lo que quiere decir que ha perdido esos 25 años, y encima a costa de cargarse el imperio, como quedó escrito en este mismo blog antes de la Junta General. Y no deja de ser curioso que el ejercicio de hace 25 años coincide precisamente con el último en el que Ramón Areces fue presidente, aunque murió en julio de 1989 y los resultados del año anterior tuvieron que ser presentados por su sobrino, Isidoro Álvarez, que en la misma Junta en la que fueron aprobadas las cuentas quedó ratificado como presidente de la compañía.
Pero El Corte Inglés que heredó Isidoro nada tiene que ver con el que dejó 25 años después:
Hipercor, que en 1988 ganaba mucho dinero, tuvo resultados negativos el pasado año, laminado por, entre otros, Mercadona, que le ha ganado la batalla.
Bricor, empeño de Isidoro Álvarez, que no existía durante la presidencia de Ramón Areces, también perdió dinero el pasado ejercicio como perdió la batalla planteada a Leroy Merlin e Ikea.
Las saneadas cuentas que dejó don Ramón Areces, que cumplió a rajatabla el principio de no gastar ningún día un céntimo más de lo ingresado el día anterior, se han convertido en un préstamo sindicado de 27 bancos por casi 5.000 millones.
A la deuda bancaria se ha unido ahora un préstamo de 1.000 millones de un jeque qatarí, pagadero con acciones de la autocartera en un porcentaje nunca inferior al 10% y que podría llegar a alcanzar casi el 15 si se dan determinadas circunstancias, cuya posibilidad, naturalmente, negó el presidente en la Junta General.
La financiera que, tarjeta a tarjeta, construyó don Ramón Areces ya no es de El Corte Inglés, porque el 51% se lo ha tenido que vender al Grupo Santander.
La primera Junta General que ha presidido su heredero y también sobrino, como él lo era de don Ramón Areces, ha aprobado un cambio en los estatutos que, entre otras cosas, anula la condición sine qua non de que todos los consejeros deberían ser propietarios de al menos una acción de El Corte Inglés, precisamente para dar entrada a un representante del jeque qatarí, que hasta dentro de tres años no empezará a recibir las acciones de la autocartera, con lo que hasta entonces no será accionista.
El derecho de suscripción preferente de acciones para los accionistas ha sido también anulado, una vez más `para facilitar la operación del jeque.
Lo mismo que el aumento del número de consejeros hasta quince, en lugar del límite de diez que había hasta ahora.
Si en las juntas generales era habitual facilitar el siempre creciente número de empleos fijos, en esta ocasión ha habido que enmascararlos con la inclusión en los mismos hasta de los contratados para operaciones especiales, como Navidad o Rebajas, y aun así decrece el número espectacularmente.
Han accedido al consejo las dos hijas que la esposa de Isidoro Álvarez aportó al matrimonio y que fueron adoptadas por él. Y aunque carecen de la más mínima experiencia en la gestión (lo contaré en un próximo post), parecen dispuestas a ejercer su poder, según cuentan “en voz baja” por las oficinas centrales de la calle Hermosilla. Protagonistas de una historia que bien podría ser titulada como La Cenicienta”, de momento han sido decisivas a la hora de nombrar a Florencio Lasaga presidente de la Fundación Ramón Areces, que tiene casi el 38% de la empresa. Lasaga, de 81 años, fue el primer consejero ajeno a la familia, fue nombrado por don Ramón Areces y es albacea de Isidoro Álvarez. Con su nombramiento, las  dos herederas (ahí las tenéis en la foto, con su valido Lasaga) controlan literalmente la compañía, porque tienen un 15% de la misma, el doble que el presidente, su primo Dimas Gimeno, poseedor de un 7,5%, regalo de su tío.
Ha aparecido un grave conflicto entre los accionistas, saldado de momento con la expulsión fulminante del Consejo de Carlota Areces, representante de Corporación Ceslar, compuesta por descendientes directos del fundador y también de Ramón Areces, acusada de deslealtad y de rebelar secretos del consejo. Carlota Areces anunció ayer mismo las acciones judiciales pertinentes. Y es cierto que Carlota Areces denunció en su momento cierta oscuridad en la operación de préstamo del jeque qatarí, sobre cuyas condiciones el propio Corte Inglés publicó dos versiones diferentes, una antes de las declaraciones de Carlota y otra después. Lo mismo que rebeló la comisión de 17 millones de euros a una empresa que intermedió en la operación del jeque, lo que ayer también fue reconocido por El Corte Inglés, aunque detallando (?) que se trata del 1,7% del préstamo, como si el resultado de una simple operación matemática fuera una revelación.
Veinticinco años, en fin, para acabar con el imperio…


martes, 25 de agosto de 2015

El Waterloo de El Corte Inglés

La Junta General de Accionistas que El Corte Inglés celebra siempre el último domingo de agosto tiene este año unas turbulentas vísperas que han apuntado a lo que el próximo domingo tomará carta de naturaleza, negro sobre blanco, y que va mucho más allá de las serias discrepancias con las últimas maniobras del equipo gestor de dos de los más importantes accionistas de los grandes almacenes. Y más concretamente, la denuncia ya pública de la forma en como se ha dado entrada en el capital de la compañía al jeque qatarí Hamad Bin Jassim Al Tani, propietario de los almacenes londinenses Harrods con un préstamo de mil millones que ha sido presentado como una inversión.
En definitiva, el próximo domingo culmina un largo período que, al igual que ocurrió con el de las guerras napoleónicas, cuyo final hace 200 años supuso la caída del imperio francés, refleja la caída del imperio de El Corte Inglés. Dicho de otra manera, la Junta General de Accionistas del próximo domingo es algo así como el parte del Waterloo de El Corte Inglés, nombre de la última batalla perdida por el ejército de Napoleón Bonaparte, y que se ha quedado en nuestro idioma como sinónimo de desastre.
Curiosamente, de la misma manera que las guerras napoleónicas abarcan un largo período que comenzó con la guerra entre Reino Unido y Francia en 1803 y finalizó con el segundo tratado de París firmado tras la derrota de Waterloo en 1815, la caída del imperio de El Corte Inglés comienza a fraguarse antes incluso de la crisis económica, se acentúa durante ésta y se hace inevitable en el último año de presidencia de Isidoro Álvarez,  hasta su muerte, en septiembre de 2014, apenas tres semanas después de la Junta General de Accionistas que él mismo presidió.

Lo que ha hecho su sucesor y sobrino, Dimas Álvarez, ha sido gestionar los restos del naufragio que ha requerido los mil millones de euros que el jeque qatarí inyecta a la compañía a cambio del 10 % de su capital (que podría acabar siendo entre el 12,5 y el 15%, por determinadas penalizaciones contempladas en el contrato de préstamo) y un puesto en el Consejo de Administración, para lo que es necesario un cambio en los Estatutos que ha de ser aprobado en la Junta del domingo, entre otras razones porque ese porcentaje del capital solo puede salir de la autocartera en la que tienen derecho de suscripción preferente los actuales accionistas, condición que, claro, tiene que ser eliminada. Y a ello se oponen dos de los accionistas: Corporación Ceslar, propietaria de un 10% de la compañía y que agrupa a la familia Areces Galán, descendientes del que fuera presidente de El Corte Inglés y máximo impulsor de los grandes almacenes, Ramón Areces, y por tanto descendientes también del fundador de la compañía, César Rodríguez; y Corporación Mancor, poseedora de un 7,5% de la empresa y que agrupa a descendientes de José Antonio García Miranda, primo segundo del fundador, y a la que representa una de sus hijas, Paloma García Peña, mientras que un tío de ésta, Valentín García Miranda, viene vendiendo poco a poco el 3% del capital de su propiedad a un precio muy superior al que se paga a los accionistas minoritarios (sobre todo, directivos que tienen la obligación contractual de vender sus participaciones al jubilarse).
Pero ésta de las discrepancias de dos importantes accionistas es solo la última batalla en la caída del imperio. Antes, El Corte Inglés perdió otras muchas, entre ellas la de la competencia, en la que viene sufriendo sonoras derrotas en todos los frentes. La mayor, desde luego, la que quiso plantear Isidoro Álvarez a Zara con tanto entusiasmo como ceguera y torpeza; pero también la de los supermercados e hipermercados, literalmente laminados por el exitoso Mercadona de Juan Roig.
Frente a las dificultades económicas de El Corte Inglés, ya en titulares de todos los medios, los resultados de Inditex (Zara) y Mercadona resultan insultantes; frente a la necesidad de créditos multimillonarios y venta de autocartera con modificación de estatutos incluida, la liquidez de los competidores hace inviable cualquier comparación; mientras se discute el valor del patrimonio inmobiliario que para El Corte Inglés suponen los edificios que albergan sus grandes almacenes, la Inmobiliaria Pontegadea, propiedad también de Amancio Ortega, fundador y accionista mayoritario de Inditex, ganó en 2014 el doble que el año anterior y cuenta con activos de más de 5.500 millones, 500 millones más en números redondos que el crédito sindicado que 27 bancos concedieron a El Corte Inglés a finales de 2013 para refinanciar su deuda… Mientras Juan Roig, presidente y fundador de Mercadona, es el empresario español con mejor reputación de España según el ranking general de empresas y líderes 2015 del Monitor Empresarial de Reputación Corporativa (Merco),  El Corte Inglés, que ocupa el segundo lugar en el ranking histórico, ha descendido hasta el vigésimo puesto en este 2015, lejos de los Amancio Ortega y Pablo Isla (creador y accionista mayoritario y presidente ejecutivo de Inditex, respectivamente), César Alierta (Telefónica), Ana Botín (Banco Santander), Isidro Fainé (Caixabank), Francisco González (BBVA), Antonio Brufau (Repsol), Ignacio Galán (Iberdrola) y Florentino Pérez (ACS), que completan con el líder Juan Roig los diez primeros puestos de ese monitor empresarial de reputación corporativa, reconocido mundialmente. Pero como escribí en este mismo blog el pasado 18 de julio, coincidiendo con la ceremonia de la entrega de los premios Merco, el actual dircom de El Corte Inglés hizo la siguiente declaración, publicada por el diario en el que se celebró el acto: “Son sobre todo los clientes los que respaldan el modelo reputacional y la trayectoria de las empresas” , lo que es rigurosamente cierto, pero solo lo puede decir el responsable de comunicación de una empresa que del segundo lugar ha descendido al vigésimo si la afirmación va acompañada de su dimisión o si en el minuto siguiente recibe la carta de despido. Y también escribí entonces que si no fuera por la gravedad de la situación, la explicación del dircom de El Corte Inglés podría incluso ser tachada de frivolidad.
En la batalla de la comunicación, definitivamente perdida por El Corte Inglés, el resultado ha sido de un verdadero exterminio y mucho más desolador cuando los grandes almacenes han sido ejemplo, auténtico santo y seña de imagen corporativa. Ahora, mientras saltan las escandalosas discrepancias de accionistas con más porcentaje del capital de El Corte Inglés que su propio presidente, que piden, entre otras cosas, explicaciones sobre la comisión de 17 millones a una empresa radicada en Singapur por la operación del jeque qatarí, un periódico de la red todavía en mantillas, creado y dirigido por Pedro J. Ramírez, lo que ya es una garantía de éxito, titula recientemente una información “Vende 600 euros por segundo”, en referencia a la actividad de Inditex y sus casi 7.000 tiendas repartidas por todo el mundo, que desde 1996 ha multiplicado por 37 sus beneficios; por 18 sus ventas y por más de 12 su número de establecimientos. La rentabilidad de cada una de ellos ha crecido casi un 50% en estas dos décadas, hasta 2,7 millones de euros anuales. Y mientas Manuel Pizarro, nombrado adjunto a la presidencia de El Corte Inglés por Isidoro Álvarez  poco antes de morir, trata de organizar la empresa para su salida a bolsa (en este momento no cumple las condiciones necesarias para ello), Inditex ha engordado en 27.000 millones de euros su tamaño bursátil y le lleva a multiplicar por más de 10 su tamaño desde que debutó en el parqué en mayo de 2001. En estos años, la empresa de Amancio Ortega, ha multiplicado por ocho sus beneficios y casi por seis las ventas del grupo, al tiempo que ha quintuplicado su número de tiendas en todo el mundo hasta extender su imperio por cerca de 90 países.
Vuelvo, en todo caso, a la batalla de la comunicación e imagen, y escribo una vez más que resulta difícil encontrar en los últimos meses una noticia positiva del que fuera gigante de los grandes almacenes, y que ahora, cuando más se necesita extremar el cuidado de la comunicación y la imagen (no se olvide que Ivy Lee, el creador de la comunicación empresarial allá por los albores del pasado siglo, inició su carrera gestionando la crisis producida en unos ferrocarriles estadounidenses por un gravísimo accidente), las discrepancias con la gestión actual de El Corte Inglés es lo que toma literalmente los titulares de primera página de los periódicos españoles.
Era tradición en vísperas de la Junta General de Accionistas de El Corte Inglés, recibir en la direcciones de los medios al máximo responsable de comunicación de los grandes almacenes, que personalmente llevaba la memoria que se distribuiría al día siguiente en la Junta General y su correspondiente nota informativa. Ángel de Barutell, verdadero autor de ese segundo puesto en el ranking histórico que El Corte Inglés ocupa en el Monitor  Empresarial de Reputación Corporativa, y que durante más de un cuarto de siglo y hasta su jubilación ha sido ese director de Comunicación que visitaba los medios en vísperas de la Junta General, pedía siempre a su interlocutor que no publicara nada hasta que terminara la Junta por respeto a la misma. Y jamás periodista alguno traicionó el compromiso. Han cambiado los tiempos, e imagino que ahora habrá otros procedimientos digamos que… más torpes. Tanto que las grandes protagonistas de la actualidad en vísperas de la Junta General de Accionistas de El Corte Inglés no son, como siempre fueron, las ventas, los beneficios, el dividendo, los puestos de trabajo, la expansión…, sino Carlota Areces y Paloma García Peña, representantes de dos de los principales accionistas y ambas descendientes del fundador de El Corte Inglés, con declaraciones que hablan de ingeniería contable, de fórmula compleja que hay que frenar, de un presidente débil con las manos atadas por los viejos directivos –y de ello me propongo escribir en las próximas líneas-, de falta de transparencia, de denuncias, de que la operación con el jeque evidencia lo poco que ha servido el crédito sindicado de casi 5.000 millones de los bancos de finales de 2013 o de la venta de un porcentaje mayoritario de la financiera de El Corte Inglés al Santander… Y que a una maquinaria en su día funcionando como un reloj de precisión, que además cuenta con una de las mayores inversiones de publicidad de nuestro país, le “madruguen” literalmente dos accionistas, por importantes que sean, y le ganen la batalla de la comunicación es una muestra más del Waterloo de El Corte Inglés, de la caída de su imperio con el presidente maniatado y la Comunicación más preocupada de distanciarse del brillante pasado, que es como escupir al cielo, aun a costa de cargarse el futuro.
Me referí al principio al largo período durante el que se ha ido forjando la caída del imperio y que tiene en Isidoro Álvarez el principal responsable. Heredó el imperio de manos de su tío, Ramón Areces, creador de la gran expansión de El Corte Inglés y vencedor de la batalla que su tío y fundador, César Rodríguez, mantuvo durante lustros con su primo, Pepín Fernández, creador de Galerías Preciados, grandes almacenes a los que acabó engullendo El Corte Inglés después de múltiples vicisitudes con amigos venezolanos y rumasas por medio. Sin embargo, Isidoro Álvarez, que acabaría presidiendo la compañía durante 25 años, pronto olvidó una de las lecciones que su tío ponía en práctica cada mañana: financiarse con las ganancias o, lo que es lo mismo, no gastar ningún día un céntimo más, en todo caso siempre menos, de lo ingresado el día anterior, escrito sea en lenguaje de economía doméstica. Pero Isidoro, llevado por la ola del éxito, el fracaso de su principal competidor, Galerías Preciados, y una economía española con el viento de popa acercándose ya al euro y en plena burbuja inmobiliaria, abordó decisiones alejadas de la prudencia. Fueron los años de una expansión febril, en el que los almacenes de El Corte Inglés, en edificios cada vez más gigantescos, casi siempre con la oferta HIpercor en su interior, eran prácticamente no solo la primera tienda sino el primer vecino de barrios que iniciaban su construcción en los límites de las grandes aglomeraciones urbanas, y que luego, ante el estallido de la burbuja inmobiliaria se quedaban sin vecinos.
Se podría decir que, en todo caso, Isidoro Álvarez comparte las responsabilidades con el Consejo de El Corte Inglés, que aprobaba reunión tras reunión las decisiones del presidente; y escribo bien decisiones, porque Isidoro ni se molestaba en revestirlas de propuestas, seguro de que el dócil Consejo asentiría a cada decisión por él tomada, por poco análisis que resistiera o por suicida que les pudiera parecer a los propios consejeros. Y si alguien pregunta que cómo es posible esa capacidad de decisión con solo un 15% de la empresa, habrá que contestar que a ese 15% hay que sumarle el 35% de la Fundación Ramón Areces, también presidida por el propio Isidoro, más el 7,5% que Isidoro regaló a su hermana, la madre del hoy presidente, Dimas Gimeno, que era igualmente consejero. Frente a ello, como es fácilmente comprensible, Cartera Mancor y Corporación Ceslar, los ahora discrepantes accionistas no podían hacer mucho que exigir que constase en acta su oposición a ciertas decisiones o su negativa incluso a firmar las cuentas, como ha venido haciendo la representación de Corporación Ceslar.
¿Y el resto del Consejo?, se puede seguir preguntando. El resto del Consejo son los “estómagos agradecidos”, que diría José María García, porque acceder al Consejo de El Corte Inglés sin pertenecer a las familias Rodríguez-Areces-Álvarez era no solo ocupar un puesto de privilegio, sino convertirse en millonario.
Alguno, aunque estuvo poco tiempo en el Consejo porque murió a los cinco años de ser nombrado, tuvo tiempo incluso de ocuparse de que un hermano fuera adjudicatario de las floristerías de los grandes almacenes y sus hijos de los negocios de reprografía.
Otro, que había sido uno de los jefes de compras y amigo personal de Isidoro Álvarez, con el que compartía momentos de ocio, perdió las amistades con el presidente cuando a la hora de jubilarse se “atrincheró” en las acciones que tenía que vender a la empresa, por las que acabó obteniendo más de diez millones de euros.
Florencio Lasaga, que por exigencias de las dos hijas de Isidoro, herederas del 15% de la compañía, ha sido nombrado presidente de la Fundación Ramón Areces, fue el primer consejero ajeno a la familia. Lleva casi medio siglo en la empresa; ha estado al frente de la Administración y del área Financiera/Administrativa. Jamás se atrevió a contradecir a Isidoro Álvarez, y hay quien dice que de pura buena persona que es.
Hasta su muerte, hace algo más de un año, Juan Manuel de Mingo fue consejero y secretario del Consejo. Fue el segundo de los consejeros ajenos a la familia en la historia de El Corte Inglés. Abogado en ejercicio, montó la asesoría jurídica de la compañía. Es el único directivo al que se le permitió que su importante paquete de acciones fuera mantenido por la familia después de desaparecido.
Carlos Martínez Echavarría también es ajeno a la familia Rodríguez-Areces-Álvarez. De absoluta confianza de Isidoro Álvarez, le nombró consejero hace veinte años, y sigue teniendo mando absoluto en el departamento financiero. También es consejero en todas las empresas del grupo y apoderado en más de medio centenar de sociedades.
Juan Hermoso Armada, igualmente ajeno al fundador y a sus descendientes, es consejero y parece que también el más temido. Jesuita “rebotado” (abandonó la Compañía de Jesús antes de ser ordenado), estudió Psicología y entró a trabajar en El Corte Inglés en el departamento de Estudios, con cuya jefatura se hizo en poco tiempo; después accedió a la Dirección de Ventas y consiguió gestionar el presupuesto de publicidad –durante mucho tiempo el mayor de las empresas españolas-, con lo que accedió a los medios de comunicación, a los que Isidoro profesaba un temor reverencial. Primero consiguió que Isidoro le nombrara patrono de la Fundación Ramón Areces y finalmente consejero de El Corte Inglés. Isidoro Álvarez le encargó la tutoría de su sobrino, Dimas Gimeno, cuando éste volvió de Portugal, donde había trabajado en los centros de El Corte Inglés en Lisboa y Oporto.
Leopoldo del Nogal, otro de los consejeros, empezó como Cajero en las oficinas centrales de El Corte Inglés, al que representó en la fallida participación de la empresa The Harris Company, de California, hasta su venta casi a finales del pasado siglo. Al volver de Estados Unidos se encargó de los centros en Lisboa y Oporto y, por tanto, de la tutoría de Dimas Gimeno en ese país.
El último consejero es Manuel Pizarro, al parecer recomendado a Isidoro por los bancos que concedieron a El Corte Inglés el préstamo sindicado de casi 5.000 millones. Prepara la salida a Bolsa de la compañía y ha pilotado la información necesaria para la última Emisión de Bonos en Irlanda.
Y naturalmente, el Consejo tiene su secretario, en este caso no consejero, Antonio Hernández Gil, nombrado por Isidoro Álvarez en la Junta General del pasado año para sustituir no sin cierta sorpresa al abogado jefe de El Corte Inglés, Faustino José Soriano, que había sucedido a Juan Manuel de Mingo a la muerte de éste. Parece que, entre otros méritos, Hernández Gil tiene el de haber representado a El Corte Inglés en algunos pleitos recientes, entre otros el planteado por César Areces Fuente por el valor de las acciones de la compañía.
Así que con este consejo hecho por y a la medida de Isidoro Álvarez, éste se convirtió durante los 25 años en un suerte de emperador absolutista… hasta que llegó su Waterloo, cuya acta se redactará el próximo domingo, último del mes de agosto, y por tanto día de la Junta General de El Corte Inglés- 

martes, 4 de agosto de 2015

Presuntamente presunto...

En más de una ocasión he advertido del mal uso que los periodistas hacemos del calificativo presunto y su adverbio correspondiente. Y he explicado que el término es estrictamente jurídico, pero mis colegas lo siguen utilizando quizás por la estricta aplicación de la presunción de inocencia o acaso temiendo que el posible autor de un delito si finalmente es absuelto pudiera demandar al periodista y su medio por acusarle de algo cuando ni siquiera había sido juzgado por ello. Pero como se ve, la simple explicación ahonda en el terreno del Derecho.
El calificativo sorprende aún más referido a hechos como los del parricida de Moraña, autor de la muerte de sus dos hijas, ejecutadas al parecer con una radial. Pero estos días vengo leyendo en casi todas las informaciones sobre este terrible crimen el dichoso término con una profusión digna de mejor causa; y crónica de agencia hay en la que en sus seis párrafos no demasiado largos utiliza el adjetivo presunto y el adverbio presuntamente nada menos que en siete ocasiones.

Vamos a ver: David Oubel le anunció a su mujer por escrito que iba a matar a sus dos hijas y después se suicidaría; David Oubel, días antes del parricidio, compró la radial en una ferretería; cuando agentes de la Guardia Civil accedieron al escenario del crimen avisados por la madre de las pequeñas, encontraron a estas dos muertas y a David Oubel en la bañera con unas leves heridas que se había hecho él mismo. Y todo ello, desgraciadamente, no son presuntos hechos y fueron cometidos, y no presuntamente, por David Oubel…
David Oubel es el autor de la muerte de sus dos hijas. Que en un alarde de precisión el periodista no utilice una calificación jurídica, como la de asesino (lo que supone la autoría de los hechos, unas circunstancias agravantes y la responsabilidad penal en los mismos), no impide señalarle como autor, que no es una calificación jurídica, hasta el punto de que el autor de unos hechos delictivos puede ser absuelto judicialmente por unas circunstancias que hayan determinado su inimputabilidad sin que ello suponga dejar de ser autor.
Pero es que, además, estoy seguro de que habrá muchos lectores u oyentes que no necesariamente comparten la cautela por la que el periodista envuelve su perorata de tanto “presunto” y que pueden llegar a pensar que con la utilización del dichoso término se está poniendo en duda la autoría de los mismos.
Tranquilícense los colegas. La palabra presunto aparece en su segunda acepción en la última edición del diccionario de la Real Academia (la primera dice escuetamente “supuesto”) con la abreviatura previa de Der. (Derecho) y la siguiente definición: “Se dice de aquel a quien se considera posible autor de un delito antes de ser juzgado”. Y David Oubel, en efecto no ha sido juzgado; pero, a mi juicio, es bastante más que el presunto o supuesto autor de la terrible muerte de sus dos hijas.