domingo, 19 de mayo de 2013

Carta abierta a Florentino Pérez

Nos conocemos, querido presidente, hace casi 40 años. Fue exactamente cuando Juan de Arespacochaga y Felipe acababa de ser nombrado alcalde de Madrid por el nuevo ministro de la Gobernación -lo que hoy llamamos Interior-, Manuel Fraga Iribarne. Arespacochaga que, como tú, era ingeniero de Caminos, analizó la situación de Madrid y convirtió el llamado Plan de Saneamiento Integral en piedra angular de su gestión. Se trataba de acabar con el nauseabundo espectáculo de zonas del sur de la ciudad en las que las aguas residuales corrían, aunque mejor sería decir que se estancaban a cielo abierto. Y, como me contó aquél alcalde cuando le ayudé a redactar el testimonio de su paso por la Casa de la Villa (recogido luego en un libro), nada más pisar el despacho de la Alcaldía se acordó de "un jovencito delgado y con gafitas, que me fue a ver al frente de una delegación de ingenieros de Caminos en paro, porque formaba parte, es verdad, de la primera promoción de esa carrera que se encontraba sin trabajo". Juan de Arespacochaga era presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos y le impresionó la verborrea del jovencito portavoz de la delegación. Así que le pidió a su secretaria que te localizara. Y te nombró Delegado de Servicio, que eran como se llamaba entonces a los técnicos encargados de las diferentes áreas municipales, y te encargó aquél Plan de Saneamiento Integral. De inmediato formaste un famoso triunvirato con otro ingeniero de Caminos y Economista, como tú, Juan Torres Piñón, y un abogado urbanista, Luis María Enríquez de Salamanca. Arespacochaga duró en el Ayuntamiento lo que duran tres peces de hielo en un whisky on the rock, como canta Sabina; exactamente, el mismo tiempo que Fraga en aquél gobierno tardofranquista de Arias Navarro, al que el Rey le acabaría pidiendo su dimisión para iniciar el camino hacia un Estado social y democrático de Derecho, al que se resistía aquél jefe de Gobierno que meses antes había anunciado con un puchero y alguna lágrima la muerte del dictador.



Ahí, en el Ayuntamiento de Madrid aprendiste buena parte de las lecciones que te sirvieron para convertirte en empresario de éxito, subido en el corcel de la obra pública. Porque hay que recordar que cuando el nuevo ministro del Interor cesó a Juan de Arespacochaga y nombró a José Luis Álvarez, para que este notario madrileño fuera preparando el terreno para ganar las que serían primeras elecciones municipales democráticas, el nuevo alcalde se quedó, entre otros, con el triunvirato del que formabas parte (por cierto, que de tu paso por el Ayuntamientro de Madrid veo en Wikipedia que no recoge el tiempo que estuviste con Arespacochaga, pero supongo que es un olvido involuntario). Y luego fuiste en la lista a las primeras elecciones municipales, las de abril de 1979, con la que José Luis Álvarez ganó, aunque no pudo gobernar porque el PSOE de Felipe Gonzàlez y Alfonso Guerra se echó en brazos del PCE de Santiago Carrillo para que la coalición de ambos partidos gobernara en todos los ayuntamientos en los que sus concejales sumaban mayoría absoluta. Así que Álvarez, tú y la UCD de Adolfo Suárez, a la oposición, y Tierno Galván, alcalde de Madrid con el apoyo de los 9 concejales que habían sacado los comunistas encabezados por Ramón Tamames (¡manda huevos!, que diría Federico Trillo).

Álvarez, como estaba previsto, no aguantó demasiado como jefe de la oposición municipal, y Suárez le nombró primero ministro de Transportes y luego de Agricultura, que para eso es notario. Y allá que te fuiste tú con él, primero como Director General de Infraestructuras del Transporte y luego como presidente del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (que también ¡manda huevos!). Tras el batacazo electoral de 1982, te fuiste a la aventura aquella de Partido Reformista Democrático de Miguel Roca, y no sacasteis ni un diputado. Así que, con lo aprendido en ayuntamiento y en la dirección general de Infraestructuras del Transporte te largaste de la política y te convertiste en eso que ahora llaman emprendedor. De éxito, por cierto, de enorme éxito, hasta convertirte en uno de los hombres con mayor influencia en nuestro país, capaz de quitar y poner... mucha gente, dejémoslo en mucha gente.

Pero fíjate, querido Florentino, lo que yo desconocía era tu amor, tu indestructible amor por el Real Madrid. Me enteré, como casi todos, cuando concurriste a las primeras elecciones para enfrentarte con Ramón Mendoza. Y perdiste, pero igual que aprendiste los manejos de los contratos de obra pública en tu paso por el Ayuntamiento y por los ministerios, aprendiste en aquellas elecciones la lección más útil que, a la larga, te serviría para conquistar la presidencia del Real Madrid. el voto por correo es decisivo para ganar unas elecciones en el club de tus amores. Lo aprendiste tan bien que cinco años después le ganaste las elecciones a Lorenzo Sanz, cuando tan solo unas semanas antes el Real Madrid había conquistado su octava Liga de Campeones.

Tu capacidad emprendedora, tus conocimientos, tu experiencia en la construcción y tus influencias consiguieron lo que yo me atrevo a llamar el milagro (otros le han llamado pelotazo), algo así como la multiplicación de los panes y los peces: la recalificación de los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva, que pasaron a ser de equipamiento deportivo a edificables, y con un volumen tan respetable como el que alberga la nueva sky line de Marid, las cuatro torres. Sí, presidente, habías obrado el milagro: el Real Madrid salvaba con el dinero de esa transformación una deuda que hacía peligrar su futuro, y tú iniciabas el camino que convertiría al club de tus amores en el más rico del mundo. La transformación del Bernabéu, la política de zidanes y pavones, los mejores tienen que jugar en nuestro equipo, el palco del Estadio que es lo más parecido a la escopeta nacional de Berlanga, la tienda adidas... y ¡la novena Copa de Europa! con aquella inolvidable volea de Zidane. A partir de ahí, tu primera deriva... El cese inexplicable de Del Bosque y tres temporadas de sequía, aunque te fuiste por la puerta de atrás antes de consumir la tercera...

Después de ti, presidente, el diluvio, la casa de los líos, hasta que decidiste volver. Y en ésas estamos. Cuentan que te equivocaste con los galácticos o que los galácticos acabaron pudiendo contigo. Y ahora te has equivocado con Mourinho, que desde luego ha podido claramente contigo. Que todo un presidente del Real Madrid vaya presumiendo de mejor entrenador del mundo,  cuando el entrenador es incapaz de presumir de estar en el mejor club del mundo no habla de tu generosidad, presidente, sino de tu monumental error, porque me resisto a escribir que acaso hable de tu complejo. Recuerdas siempre que tienes ocasión a Santiago Bernabéu. ¿Cuánto crees que hubiera aguantado don Santiago a Mourinho? Cuenta la leyenda que  en una Pequeña Copa del Mundo, que si no recuerdo mal se celebraba en Venezuela, Héctor Rial, aquel fantástico interior izquierda al que Paco Gento le debe buena parte de su carrera, armó un escándalo en el hotel donde estaba hospedado el Real Madrid, porque exigió que le hicieran una tortilla de patatas, cuando el código de conducta del club impedía salirse del menú que se pedía para todos. Don Santiago, que presenció aquello, le dijo a Anrtonio Calderón, su gerente: "Cuando llegues a Madrid, le das la cuenta a ése". Y se la dio, Florentino, se la dio. Y no es leyenda que cuando Di Stéfano, al que con toda justicia tú hiciste presidente de honor del Real Madrid, decidió continuar su carrera futbolística en el Español, Bernabéu sentenció que "mientras yo sea presidente, éste no volverá al Real Madrid". Sé que son otros tiempos, Florentino, bien que lo sé... Pero ni el Bernabéu de entonces ni el de ahora hubiera tolerado un pulso con un entrenador que es el mejor pagado de la historia,  y antes de ofrecerle el brazo para echárselo, le hubiera dicho al Calderóin de turno: "Dale la cuenta a ése".

Toda la dignidad, todo el señorío, toda la categoría, toda la modernidad, todo el éxito hasta convertir al club no solo en el mejor del siglo XX sino en el más rico del mundo que has traído al Real Madrid, se lo ha fumado Mourinho como quien se fuma un puro. Fíjate que, como cuenta hoy Relaño en el diario AS, hasta su comparecencia después de la final de Copa perdida, fue aprovechada por este miserable para hablar de él, no para hablar del Real Madrid que no se merece un entrenador como el que has contratado a precio de oro en los últimos tres años. Esto del fútbol, presidente, creo que es bastante menos complicado que el Plan de Saneamiento Integral de Madrid o las lecciones que aprendiste en la Administración  y que te sirvieron para convertirte en uno de los empresarios de mayor éxito en nuestro país. Pero se te resiste, Florentino, se te resiste, quizás porque, al final, la regla de cálculo no te sirve para convertir los tres "palos" de la final de Copa en otros tantos goles... Pero hay otras asignaturas de esa carrera que son más fáciles, presidente, y mucho más en el Real Madrid: una de ellas es que, fijate Florentino, no hay jugador en el mundo, ni siquiera Di Stéfano, ni Butrageño, aunque diga de ti que eres un ser superior, y mucho menos entrenador en el mundo -desde luego el que menos Mourinho- más importante que el club que presides.

Un abrazo, presidente, y suerte en las próximas elecciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario