jueves, 28 de agosto de 2014

La crisis llegó a El Corte Inglés (4): ...y Amancio Ortega, en Torre Picasso

Al poco tiempo de que El Corte Inglés asumiera personal y centros de su eterno rival, Galerías Preciados, víctima de gravísimos errores estratégicos del equipo de Pepín Fernández, uno de sus antiguos directores de exhibición me resumía en una imagen las diferencias entre los dos grandes almacenes con similares padrino (César Rodríguez), orígenes (Asturias) escuela (Almacenes El Encanto de La Habana, Cuba) e inicios en España (calle Preciados de Madrid):
- Un cliente entraba en un Galerías de Madrid a las dos de la tarde de un día de agosto y pedía a un dependiente un paraguas, y el dependiente, con cara de sorpresa le decía sin mirarle: “Mire usted en Oportunidades a ver si encuentra lo que busca, porque un paraguas en agosto…”  Se iba al Corte Inglés, pedía lo mismo a un dependiente que con la mejor de sus sonrisas le llevaba al departamento donde le mostraba paraguas perfectamente alineados por categorías: de hombre, de mujer, plegables, estampados, lisos con todo el colorido posible, empuñaduras de diseño, de madera o de plástico… ¿Quiere que le abra algunos…? todavía preguntaba el dependiente, indudablemente motivado, mientras el “nuestro” daba la impresión de esperar solo el fin de la jornada y el del mes para cobrar la nómina.

La anécdota, que bien podría haber servido para marcar el comienzo del final de Galerías Preciados, la ponía yo recientemente en relación con lo que publicaba  la web El Confidencial (uno de los grandes de la red), dando cuenta de un incidente en El Corte Inglés de Castellana, la joya de la corona del en otro tiempo gigante de los grandes almacenes: una empleada se había encarado con Francisco Álvarez Cascos con el que coincidía en una cafetería del centro comercial acusándole, “como parte de la casta, de la crisis, de los bajos salarios, de que en plantilla cada vez seamos menos y trabajemos más en sábados, en domingos, en agosto, en diciembre…”
Y probablemente la empleada, homologable al vendedor de paraguas del final de Galerías Preciados, desconociera el motivo de la presencia allí de Álvarez Cascos, cuya esposa, María Porto, marchante de arte, tiene un espacio en El Corte Inglés de Castellana. Como también desconocerá la generosa aportación que El Corte Inglés hizo en publicidad exterior –y desconozco si seguirá haciendo- al complejo Hípica Almenara S.L. situado en las afueras de Toledo, propiedad del ex ministro de Defensa y ex presidente del Congreso José Bono y sus cuatro hijos, uno de ellos jinete. Algún día habrá que contar otro tipo de puertas giratorias que El Corte Inglés abre a la política con más generosidad que a los empleados que se encaran con Álvarez Cascos, al que no por casualidad llamaban en sus tiempos de secretario general del PP el general secretario.
Se me dirá que el incidente es una anécdota dentro de una empresa que da trabajo directo a cerca de 100.000 personas, pero en el en otro tiempo gigante no hay nada anecdótico y mucho menos que salte a titulares en los que cada vez aparece El Corte Inglés más zarandeado porque, como dice el “Triángulo de las Bermudas”, la voz sindical libre de sus trabajadores, Internet es un refugio de libertad digamos  que menos controlable.
No sabemos si en la Junta General Anual (será el domingo, último de agosto, como es tradición) se abordará la salida a Bolsa de un porcentaje de El Corte Inglés que aconseja Manuel Pizarro, el nuevo asesor del presidente Isidoro Álvarez, como también propuso profesionalizar la gestión del gigante empeñado en su autodestrucción. Pero en la pasada semana, como preámbulo de la Junta de El Corte Inglés, se han hecho públicos los beneficios de Pontegadea Inmobiliaria, la sociedad en la que Amancio Ortega (Inditex, Zara…) invierte en edificios y comercios y que el año pasado ganó un 32% más que en 2012.
¡Qué cosas…! Cuando Isidoro presidía el gigante creyéndolo imbatible, le ponía de los nervios ver un Zara en las proximidades de los centros de El Corte Inglés. Ahora, Isidoro, que echó el resto en el horror de la torre que sustituyó a Windsor, se encuentra con que como incómodo vecino e inversor inmobiliario de éxito tiene a Amancio Ortega, creador de Zara y propietario de la Torre Picasso, obra del japonés Minoru Yamasaki (Torres Gemelas de Nueva York,entre otros muchos emblemáticos edificios de universidades, aeropuertos, banca, etcétera, en Estados Unidos)) que mira esbelta y desafiante desde hace más de 30 años y desde sus 157 metros a todo el complejo Azca, incluyendo los que desde esa perspectiva parecen casi ridículos 111 metros de altura de la “nueva Windsor” (de los ignotos Muñoz y Vilala).
Lo que es la vida: 25 años después de la muerte de don Ramón, Amancio Ortega tiene a sus pies la joya de la corona de El Corte Inglés, los bancos tienen como garantía de un crédito de cinco mil millones los edificios más valiosos de El Corte Inglés y el Santander se ha hecho con el 51% de su financiera. No sé si alguien pedirá cuentas este domingo.
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NOTA DEL EDITOR. Este blog se ha dirigido a la dirección de Comunicación de El Corte Inglés ofreciendo su espacio para recoger cualquier información sobre lo aquí publicado e incluso entrevistar al directivo que decidan “para publicar sus respuestas”, es decir, con luz y taquígrafos, o si se prefiere grabadora, porque esta página se limita a recoger, comentar y publicar informaciones, pero no las negocia.



miércoles, 13 de agosto de 2014

La crisis llegó a El Corte Inglés (3): …y si no queda satisfecho, reclame a Botín

Isidoro Álvarez tenía un sueño allá por finales del pasado siglo: que El Corte Inglés alcanzara en un año unas ventas de un billón de pesetas… Pero llegó al euro y hubo que conformarse con los seis mil millones de euros, que es lo mismo pero que a Isidoro no le sonaban tan bien… Buenos tiempos aquéllos, antes de la mayor crisis económica que ha habido en el mundo desde la del 29, y cuyos efectos ha sumado El Corte Inglés a los producidos por un modelo incapaz de evolucionar para enfrentarse a los nuevos tiempos… a pesar de que en los últimos años más de uno le ha sugerido al patrón un cambio de política y sobre todo de estrategias en el que en otros tiempos era llamado gigante de la distribución.
Y es que el modelo estaba planteado casi a modo de monopolio. Así que el sistema Zara, sin ir más lejos, era motivo de cierto malestar de Isidoro Álvarez, sobre todo si levantaba sus cuarteles en las proximidades de un Corte Inglés, que respondía sacándose de la chistera una ignota, insuficiente y fracasada Sfera para acudir, siempre en desventaja, a una competencia imposible; y si una francesa como Leroy Merlin le arrebataba a Isidoro unas cuantas tuercas o tornillos de la sección de ferretería de los grandes almacenes, allá ordenaba su dedo indiscutido “¡levántese Bricor!”, que estos franceses no tienen ni idea del mercado español; no digo nada si los gabachos decidían exportar a España su exitoso modelo de hipermercado (Auchan, Carrefour…) o un intrépido emprendedor levantino iniciaba una escalada con el nombre de Mercadona… allá que llamaba Isidoro Álvarez a sus -¡ay!- acomodadas huestes, instaladas en la autosatisfacción, que iban estrellándose sistemáticamente, carentes de la cintura necesaria para modificar estrategias y empeñados en ocupar espacios vacíos en los que, al terminar de construir, ni siquiera entraba el viento porque los centros iban por delante de la urbanización;  y, en fin, si aparecían las famosas tiendas de conveniencia, allá estaba Isidoro dando órdenes de apertura de opencor o supercor o no sé qué exprés que ahora cierran o se transforman discretamente, para que no nos demos cuenta del fracaso.
 Entre tanto el cliente empezaba a dejar de ser lo que había sido… ¡Claro que la cuenta de resultados exigía el cierre de Induyco, los talleres de confección de El Corte Inglés, en los que la puntada –unidad de medida en la especialidad- cuesta varias veces más que en cualquier país de Extremo Oriente…! Pero el socialmente pacífico cierre de Induyco fue pagado por el cliente, que a partir de entonces tuvo que abonar –antes no se hacía- eso que se llaman los arreglos de la ropa (el pantalón medio centímetro de más o de menos, entálleme la chaqueta, las mangas algo más cortas…), que es el compromiso de actividad que la empresa adquirió con la mayor parte de los trabajadores que salieron de Induyco, además, obviamente, de todos los beneficios por la resolución de sus contratos.
De la noche a la mañana, todo cambiaba. Aquel jefe de trajes de caballero aceptando la devolución de un pantalón de un piloto de Iberia (habrá que contar algún día los privilegios que las administraciones y empresas públicas concedieron siempre a El Corte Inglés) que sabía usado ya se enfrentaba a la esposa del comandante de vuelo que se lo exigía. Y hasta para conseguir la preparación de un paquete regalo en Navidad había que hacer una excursión hasta un rincón de dos plantas más abajo donde una aglomeración indicaba que ahí te lo harían si… estabas dispuesto a esperar media hora, porque ya había desaparecido la sana costumbre de que en todas las cajas personal eventual se esforzara en empaquetar…
…Y llegó la crisis… Tampoco el gigante de la distribución fue capaz de preverla. Y le pilló de esa manera… Es decir, con una deuda cercana al billón de pesetas de aquél sueño de Isidoro ahora convertido en pesadilla (¡en quince años…!) y con una financiera que reventaba por todas las costuras, pero ya sin induycos que las pudiera coser, porque tampoco la cosa estaba como para cuatro puntadas. De pronto, El Corte Inglés, en titulares… De pronto, El Corte Inglés, que en las huelgas generales era todo un símbolo porque era la única tienda abierta para… que comieran los piquetes, tampoco, como nuestra economía de la burbuja, volvería a ser lo que fue… ¿O acaso había una burbuja en El Corte Inglés…? ¿Qué había hecho el heredero apenas quince años después de la muerte de Don Ramón, el hombre que decía que el secreto era gastar siempre una peseta menos de las que entran en caja, el que fue personalmente a Italia a traerse a Emidio Tucci, la marca de confección masculina de más éxito en nuestro país? Pues haciendo caso omiso a muchos que le aconsejaban, había iniciado una huída hacia delante que ponía a El Corte Inglés… en manos de los bancos… Hay que preguntar de nuevo: ¿Recordáis Galerías Preciados?
E hicieron falta tropecientos bancos para los casi 6.000 millones con los que enjugar la deuda… Y con la exigencia de poner sobre la mesa los edificios más preciados del patrimonio inmobiliario del en otro tiempo gigante de la distribución… Y, al final, el Santander del sabio Botín se alzó con el santo y la limosna. El genio cántabro lo tenía tan claro que se fijó en la financiera de El Corte Inglés, que atesora nada menos que el 42% del crédito al consumo de nuestro país (de hecho, el 60 por 100 de las ventas de El Corte Inglés son pagadas con su famosa tarjeta verde). Quería convertir Botín a su Santander Consumer Finance en líder mundial del sector, lo que ha conseguido con la compra del 51 por ciento de la financiera de El Corte Inglés, naturalmente con mando en plaza.
Y ahora resulta que, cuando no ha pasado un año del nombramiento de un director general, Isidoro Álvarez, que acabará vendiendo crecepelo (de hecho El Corte Inglés ya anuncia trasplantes de pelo), se ha buscado un asesor de lujo en la persona de Manuel Pizarro, que ha abandonado la presidencia del prestigioso despacho jurídico en el que trabajaba, lo que quiere decir que, en efecto, está dispuesto a que su asesoramiento no tenga el mismo destino que hasta ahora tuvieron las opiniones de quienes, sin grandes alardes, es verdad, porque el salario merece la pena y no conviene llevar la contraria al patrón, le decían a Isidoro Álvarez que había que rectificar. Es decir, hay que profesionalizar la gestión (por los resultados es verdad que parece que ha estado en manos de aficionados), rejuvenecer el consejo de administración y sacar a bolsa un porcentaje de la empresa para, primero, saber lo que vale, y segundo y sobre todo, distanciarse del Santander.
Durante mi vida activa como periodista, fui invitado en muchas ocasiones a la inauguración de los centros de El Corte Inglés, en los que siempre me llamaron la atención varias cosas: la velocidad con la que los miles de invitados acababan con los jamones ibéricos, que era uno de los platos preferidos del abundante cóctel que ponía fin a los actos oficiales; la ramplonería del discurso que pronunciaba Isidoro Álvarez, impropio de lo que se le paga al amanuense que se los escribe; y el momento en el que el mismo Isidoro Álvarez, como si fuera el Dulcamara de “L’elisir d’amore”, introduciría  la frase que nunca faltaba “y si no queda satisfecho le devolvemos su dinero” (incluso había apuestas sobre ello). Ahora urge el cambio, amanuense: “Si no queda satisfecho, reclame a Botín…”



viernes, 8 de agosto de 2014

Corrupción, 100%; política, 0%

Cuando tras la primera victoria electoral de Felipe González (202 diputados el 28 de octubre de 1982), el presidemte del gobierno pronunció en un áspero debate parlamentario la frase de “no he recibido ni un duro ni una peseta ni de Flick ni de Flock” desmintiendo la ayuda que una trama alemana con el nombre del poderoso empresario de ese país venía haciendo a la financiación del PSOE con millones de marcos, se empezaba a construir un sistema que ha acabado imponiendo su ley treinta años después: la corrupción, como sistema de gobierno.
Cuando cuatro años después, en 1986, se elabora la llamada Operación Roca u Operación Reformista, alentada desde Catalunya por Convergencia i Unió con Jordi Pujol al frente y Miquel Roca i Junyent como punta de lanza en Madrid, y después de una campaña de miles de millones de pesetas no obtiene ni un solo diputado con menos de un 1 por 100 de votos, se sigue construyendo el sistema de la corrupción como forma de gobierno, porque ni siquiera se devolvió el dinero de aquella operación a los bancos, que pagaron religiosamente el impuesto político.
Cuando en el primer ayuntamiento socialista de la capital de España, dirigido por Tierno Galván, modelo el viejo profesor de honradez, un concejal socialista denuncia el escándalo de la recogida de basuras, el sistema empieza a salpicar también las administraciones locales.
Cuando Luis García Cereceda, el genial promotor inmobiliario autor de la lujosa urbanización “La Finca”, en Pozuelo de Alarcón, y que acabaría siendo conocido como el inmlobiliario amigo de Felipe González, desvela que de vez en cuando él reunía en su casa a políticos, “como Adolfo Suárez y Manuel Fraga con colegas inmobiliarios y constructores y al final de la cena cada uno daba en un sobre lo que podía”, la corrupción se iba abriendo paso por encima de programas o de gestión honrada de la cosa pública.
Cuando el mismo Luis García Cereceda acude al alcalde de Pozuelo de Alarcón para tratar de convencerle de una modificación para su lujosa promoción, y el alcalde se resiste y le recuerda que “tú alcalde, tienes diez hijos, y yo tengo para ti diez millones”, y el edil lo acaba echando del despacho, a García Cereceda ni siquiera le llama el juez, sino que en las siguientes elecciones municipales el alcalde ya no es candidato y le sustituye Jesús Sepúlveda, hoy ex marido de la ministra de Sanidad –la que no ve el Jaguar en su plaza de garaje y no sabe quién paga los excepcionales cumpleaños de sus hijos con cañones de confetis- que luego acabaría hasta las cejas en la trama Gürtel y, por cierto, viviendo en La Finca durante un tiempo, cuando se separó ya de hecho de la todavía ministra, continúa avanzando inexorable la corrupción como sistema de gobierno.
Cuando mucho antes nos enteramos de que el director general de la Guardia Civil utiliza los fondos reservados para sus francachelas, viaja a París y se hospeda en el más lujoso de los hoteles, se compra un apartamento en la capital francesa y mete mano hasta en las obras de los colegios de huérfanos de la Benemérita parece estar pasándose cualquier línea roja.
Cuando asistimos a la “boda de Estado” de la hija de un presidente de gobierno dado a confundir lo público con lo privado y descubrimos a invitados como “el bigotes”, al que algunos conocíamos como “el chico de los recados” de alguna cadena de emisoras de radio y que no hacía mucho te lo encontraste con un “Montecristo” especial en la boca, calzado con zapatos italianos y vestido con un traje de cuidado corte y camisa y corbata de seda natural, y te había dicho, acompañado de un significativo guiño de ojos, que se dedicaba a organizar los actos del Partido Popular, es inexorable que la corrupción rampa por todos los lugares del país.
Cuando Florentino Pérez, hoy flamante y exitoso empresario, como ayer era ingeniero de Caminos en paro, pasa de una concejalía del último ayuntamiento dedocrático de Madrid (el de Juan de Arespacochaga) a las listas electorales de UCD (la de José Luis Álvarez), recorre otros puestos de segundo nivel, se queda por cierto al frente del llamado Partido Reformista después del fracaso de 1986 y reaparece comprando pequeñas empresas desde las que construye su imperio después de aprender el modus operandi de las concesiones, todos sospechamos qué es lo que está pasando.
Cuando de pronto empiezan a filtrarse llamadas telefónicas de “te quiero un huevo”, “¿te ha gustado lo que te he mandado?”, aprendemos que Louis Vuitton es sinónimo de exquisitez, que hay relojes de decenas de miles de euros, que se puede vivir en Arturo Soria en un chalé con ascensor dedicándose a la política con un salario de apenas 80.000 euros al año, que los políticos gastan trajes a medida con pretinas italianas y que es posible pagar diez veces el valor de cualquier servicio para meter en el bolsillo propio nueve de ellas, parece ya tarde para evitar que la corrupción se apodere definitivamente del sistema de gobierno.
Cuando al tesorero de un partido le encuentran decenas de millones de euros en paraísos fiscales, se descubre que las obras de la sede se paga con dinero negro, un juez concluye que hay caja B en el principal partido del país, el presidente le envía a su tesorero sms pidiéndole que aguante, no queda duda alguna.
Cuando se mezcla la empresa y la política, los dúplex de lujo en la Costa del Sol a precio de ganga y la esposa de un presidente autonómico con salario multimillonario en una patronal y el en otro tiempo simple licenciado en derecho y funcionario cambia de casa a un “casoplón” y sus hijas van a universidades privadas y tiene un matrimonio de servicio y varios coches en la puerta para que las niñas no tengan que coger el autobús, nos tememos que la política paga algo más que las comidas…
Cuando en un debate parlamentario en Catalunya el líder de la oposición les dice a quienes han gobernado durante más de veinte años que “su problema es el 3 por 100”, y todos sabemos lo que quiere decir, pero el autor de la frase tiene que rectificar y retirarla al día siguiente, sabemos lo que está pasando.
Y los medios callan, porque la publicidad institucional es el precio; y hay órdenes de arriba para que no se toque el gobierno de la Comunidad de Madrid; e Ignacio González llama pins a los millones que nos cuesta la “telesperanza” o “telemadrid” o como se llame, y se entremezclan empresarios y políticos, y al presidente de la Ceim, Arturito “el deudas”, le llaman “el ministro sin cartera” de Esperanza Aguirre, y el ex presidente de la patronal, Gerardo Díaz-Ferrán, cuando todavía creía que era impune, señalaba a la lideresa y decía “esta tía es cojonuda” y Esperanza Aguirre se hinchaba y se hinchaba y se iba a bailar un chotis a un centro de la tercera edad o a decir la chorrada esa de “a mí no me tiembla el pulso para cesar a los corruptos…” que se han corrompido, por cierto, a su lado.
Y luego llega Pujol y los hijos de Pujol y las propiedades de Pujol y el parque automovilístico de los Pujol y, peor, las pólizas de seguro de los deportivos y los coches de lujo de los Pujol –apenas el precio del seguro de una vespa-, y tiene la cara de decir que no tiene nada que ver con el proceso soberanista. ¿Y qué ha financiado entonces la escalada hacia el independentismo, las manifestaciones, las convocatorias, los anuncios, la parafernalia, quién y como se ha creado ese perverso sistema…?
Pero hay algo mucho más grave…Todos los políticos –con responsabilidades en los partidos- saben sobradamente lo que pasa. Todos los políticos saben que con el dinero de los militantes no se paga ni los mecheros que se repartían en aquellas campañas electorales ni tampoco con lo que paga el Estado por voto y por diputado…
Pero el problema ya no es el tres por ciento. El problema ahora es el ciento por ciento de corrupción y el cero por ciento de política. Ése es el problema.




martes, 5 de agosto de 2014

La crisis llegó a El Corte Inglés (2): La puerta giratoria

Cuentan lenguas vespertinas (como sigue llamando un amigo mío a las que son realmente viperinas) de la sede central de El Corte Inglés que al llegar Manuel Pizarro al despacho del presidente, Isidoro Álvarez, se restregaba los ojos. Y debió ser cuando exclamó aquello de “hay que profesionalizar la gestión”. Probablemente, con el sudor perlándole su amplia frente. No le había hecho falta ver mucho más que los papeles que había recibido en su despacho y el recorrido por un edificio en el que en una esquina se cruzaba con el amanuense que le escribe los discursos a Isidoro a un precio que deja en ridículo al que se los escribía a Matas y encima los glosaba en el periódico del que era corresponsal, y al que conoce de “larga data” de haberle visto también por alguna radio o algún periódico…
Hombre, pero si es Estanislao, dicen que exclamó en otro aparte, cuando se dio de bruces con el hijo de Pedro Rodríguez-Ponga y Ruiz de Salazar, que fue síndico de la Bolsa allá por los años setenta, en la que Pizarro alcanzó unos años después el puesto de vicepresidente… Por cierto, me cuentan que el bueno de “Tanis” viene haciendo méritos (ya se sabe, sí, señor, sí, señor…) para ser nombrado consejero en la Junta General del próximo 31 de agosto.
Y por allí andaba también algún fiscal y algún juez que pertenecieron en su tiempo a la Audiencia Nacional y hasta el ya ex decano de los jueces de Madrid, porque Isidoro Álvarez debe pensar que le hace falta asesoramiento jurídico, mucho asesoramiento jurídico… Y aunque las puertas giratorias, que no son convenientes en las grandes superficies ya que en cualquier aglomeración pueden producir accidentes que tan mal le sientan a la imagen de marca, bien diferente es una giratoria virtual en la que pasas del foro a participar en unas jornadas jurídicas de la Fundación Ramón Areces y, sin solución de continuidad, de la Fundación pasas a la plantilla de El Corte Inglés. O peor, te transformas (¿o realmente lo eres?) en Torquemada, quemas unas decenas de miles de libros con la historia de El Corte Inglés, y te dan un espacio cultural para ti solito…
Y allí que continuaba su recorrido Manuel Pizarro dándose de bruces con abogados, ex jueces, ex fiscales, ex altos cargos del Partido Popular, periodistas (que nunca son ex, porque entonces no les sirven) y ex comisarios de policía –otro día habrá que contar lo de la seguridad- y ex guardias civiles…
Con este recorrido, Manuel Pizarro se preguntaba necesariamente quién gestiona la empresa o, dicho de otra manera, quiénes son los responsables de su decadencia hasta el punto de que le habían llamado a él para encontrar soluciones. Y fue cuando se dio cuenta, entre otras cosas, de que lo primero que había que hacer es profesionalizar la gestión, porque todos aquellos con los que se cruzaba no se los imagina él -ni nadie- gestionando nada menos que el gigante que dejó Ramón Areces hace veinticinco años.
Pizarro lo tiene claro: sacar a bolsa del 15 al 25 % de El Corte Inglés, cerrar los centros no rentables, rejuvenecer el consejo y profesionalizar la gestión… El reto lo tiene Isidoro encima de su mesa y el plazo finaliza el 31 de agosto, en la Junta General
Como diría Miguel Ángel Aguilar, atentos…


domingo, 3 de agosto de 2014

La crisis llegó a El Corte Inglés (1)

Cuando el pasado miércoles, como cada 30 de julio,  se celebró la Misa en memoria del fundador de El Corte Inglés, habían pasado 25 años desde su muerte y seguramente Ramón Areces se removería en su tumba alarmado ante la crisis en la que se encuentra el gigante que él construyó, y que es consecuencia no solo de la del consumo que sufre España sino de  enormes errores estratégicos y de gestión.
En la Junta General de agosto de 2013, su sobrino y sucesor, Isidoro Álvarez, que no hace mucho se quejaba en un círculo muy íntimo de la soledad en que se encuentra (a la que, por cierto, su singular carácter y proverbial egoísmo no le son ajenos), nombró director general a quien a su vez es sobrino suyo, Dimas Gimeno, lo que parecía suponer que al fin había llegado un cambio generacional en la gestión. Pero tres meses antes de la Junta General de finales de este mes (es decir, cuando apenas han pasado nueve meses del anterior nombramiento) Isidoro Álvarez ha contratado como asesor de la presidencia a Manuel Pizarro, uno de los más brillantes empresarios (su resistencia al frente de Endesa a la OPA hostil lanzada por Gas Natural forma parte de la más exitosa historia bursátil de nuestro país, que, por cierto, le agradecen cientos de miles de pequeños inversores) y juristas (es licenciado en Derecho y abogado del Estado) y 25 años mayor que el flamante director general. Y más grave aún resulta que, después de difundir de aquella manera, como se difunden ahora las noticias de El Corte Inglés, los objetivos de Dimas Gimeno (“Los cinco cambios que quiere para que El Corte Inglés deje de ser un dinosaurio” titulaba un estómago agradecido a los pocos meses del nombramiento), la contratación de Manuel Pizarro se explica –también entrecomillado- “para profesionalizar la gestión”. A la vista de estas palabras y al menos que se haya hecho público, ninguno de los aficionados que gestionan El Corte Inglés ha pedido la cuenta (y eso que las liquidaciones suelen ser generosas) ni tampoco una epidemia de crisis depresiva ha invadido los grandes despachos de Hemorsilla 112, sede de la compañía. Digamos que si a sus bien alimentados ocupantes cualquier decisión les importa una higa, opiniones y comentarios solo les producen una irónica sonrisa aferrados como están a sus privilegios y bicocas con los que El Corte Inglés ha pagado fidelidades (no lealtades) y en muchas ocasiones silencios que son cómplices (en la revisión que desde el más allá el fundador haría de la asistencias a la Misa conmemorativa comprobaría  la ausencia por primera vez –murió este año- de uno de los que se llevó a la tumba algún secreto testamentario del mismísimo don Ramón).  
Sea como fuere y al margen opiniones, no parece descabellado pensar que Manuel Pizarro recibirá el encargo, si no lo tiene ya, de sacar a Bolsa una parte del capital de El Corte Inglés, a lo que don Ramón siempre se resistió y a lo que su sucesor está abocado, incapaz como ha sido de adecuar a los tiempos que iban llegando un modelo de gestión que ha acabado demostrando su incapacidad de responder a los retos que la moderna distribución le ha ido planteando. Si a todo ello se añade que la proverbial discreción de la Casa ha saltado hecha añicos con un cambio traumático en la dirección de Comunicación, nos encontramos con que la empresa referencia de la distribución en nuestro país, incluida entre las más importantes del sector en el mundo, se va dejando ventas, beneficios y prestigio a jirones al mismo ritmo que su presidente, Isidoro Álvarez, va marginándose en los “posados” de la marca España en los que aparecen en primera fila y sonrientes ejecutivos de indiscutible éxito y liderazgo auténtico no adquirido a través de “puertas giratorias”, gastos publicitarios o lo que en la misma casa es calificado de “pesebre” (y corramos un tupido velo sobre otras “contribuciones”, que haberlas haylas y, sobre todo, hubo; ¿o se nos han olvidado las famosas comisiones del AVE y el incidente de la furgoneta, al que sacó provecho y buen trabajo el marido de una destacada figura del foro?).
Bastaría repasar titulares de periódicos y, sobre todo, de periódicos en la red, convertida, como es sabido, en territorio de libertad donde lo que antes era miedo, cortapisas y condicionantes encuentra ahora terreno fértil, para contar y cantar las verdades del barquero. Como la que me confesaba recientemente un destacado profesor de una de nuestras grandes escuelas de negocios: “Antes, se estudiaba El Corte Inglés como ejemplo de éxito excepcional, de aquella pequeña tiendecita junto a Preciados al gigante de la distribución; hoy estudiamos las razones de la tremenda crisis que vive”.
Cuando el pasado año saltó a las primeras páginas de los medios la necesidad de un préstamo de más de 5.000 millones para la empresa que creíamos imbatible en todos los aspectos, saltaba con ella a la plaza pública el resultado de la gestión de estos 25 años; y lo que es peor: los detalles de la negociación explicaban más incluso que el montante de la misma la verdadera situación del autocalificado “gigante de la distribución”. Porque los bancos (finalmente fueron 27 los que firmaron el préstamo sindicado) exigieron la garantía de los más importantes edificios de El Corte Inglés que, por otra parte, ponía negro sobre blanco uno de los más graves errores estratégicos de la compañía. Sí, porque mientras Inditex, la creación de Amancio Ortega cuyo crecimiento tan nervioso –y ahora se ven la razones- pone siempre a Isidoro Alvarez, viene realizado una política inmobiliaria de futuro (los mejores y más emblemáticos edificios en las mejores esquinas de las mejores capitales del mundo), El Corte Inglés sigue aferrado al modelo de anticipar su instalación incluso a la urbanización de una zona (con lo que una crisis económica se puede llevar por delante cualquier cálculo de amortización y beneficio) o lo que el “triángulo de Pozas” (donde hoy se levantan los grandes almacenes de Argüelles, en Madrid) es ejemplo, es decir, edificios de casi imposible reconversión. Pero volviendo a la operación del préstamo –no se olvide: para refinanciar su deuda bancaria-, hay que sumar la venta del 51% y la gestión de la financiera de los grandes almacenes al Santander, lo que da idea de que a El Corte Inglés el "traje", que ya tenía brillos en fondillos, empieza también a reventarle por las costuras.  
Hay muchos más errores estratégicos que han tenido como consecuencia la profunda crisis que vive el gigante con pies cada vez más débiles. Hemos citado a Inditex y Zara; y podríamos citar a Roig y Mercadona; o a Carreforur y Leroy Merlin… O, simplemente, esa especie de huida hacia delante (¿os suena Galerías Preciados?) que ha supuesto la apertura de centros en los que se oye decir a los en otro tiempo entusiastas y hoy desmotivados vendedores: “Aquí no entra ni el viento…”
En próximos capítulos.