jueves, 25 de agosto de 2016

Ana y Mariano


Mienten como bellacos, su cinismo no conoce límites, gobiernan o se oponen o deciden a golpe de márquetin y de ideas-fuerza, con un aplomo digno de mejor causa son capaces de negar lo que veinticuatro horas antes han afirmado y que todos les oímos decir, no conocen otra vocación de servicio que la de sus posaderas en un escaño, la única balanza que les preocupa es la de los pagos que tienen que extraer de sus cada vez más abultadas cuentas corrientes, la corrupción les gotea por los codos pero todos desconocen que la financiación de sus partidos llega desde el “impuesto revolucionario” de las comisiones por adjudicaciones de obras y servicios públicos, manipulan los medios de comunicación a cambio de la llamada publicidad institucional, tienen periodistas de cámara a cambio de tertulias o de eso que siempre se llamó el “favor del poder”, muchos de ellos no se han bajado del coche oficial desde que salieron de la universidad o desde que ingresaron en el partido, se ciscan en las instituciones que dicen defender, utilizan el poder como amenaza, van rodeados de asesores de desconocida solvencia que asienten con una sonrisa las ocurrencias del jefe cuando se para ante los micrófonos, alguno vi en sus primeros tiempos aprendiendo a fumar habanos pero encendían al revés el piramidal “montecristo” especial, hacen sin el menor rubor lo mismo que criticaron con singular virulencia apenas unos meses antes, verdaderamente son una casta… a la que se incorporan con no poca celeridad los que apenas antes lo denunciaban. Así son una buena parte de los políticos españoles.

En esta nueva legislatura tenemos un amplio muestrario. Desde que recibió (él dirá que desde que aceptó) el encargo del Rey, Mariano Rajoy, en el que encaja un perfil próximo a lo que he escrito líneas arriba, se viene ejercitando en la mentira y en el cinismo, además de en la desconsideración con los periodistas, entre los que echo de menos una contundente réplica (y algún día escribiré sobre los periodistas militantes). Viene haciendo del todavía no alcanzado pacto con Ciudadanos un instrumento ventajista, porque la estrategia del jefe del gobierno en funciones ha sido siempre ventajista, y como una herramienta contra el Partido Socialista porque Podemos, Unidos Podemos, las Mareas o no sé qué confluencias del guirigay que tiene montado Pablo Iglesias, flamante incorporación a la casta, dejó de preocuparle tras las elecciones de junio.

Con la inestimable ayuda de su portavoz parlamentario, Rafael Hernando, que tiene una riqueza expresiva un pelín mayor que la del cangrejo (recuérdese lo de la “caquita” y lo del “naranjito”), Mariano Rajoy está utilizando a la presidenta del Congreso (y obviamente Ana Pastor se deja utilizar) con el descaro de un consumado trilero. Han fijado los dos (Ana y Mariano) la tarde del 30 de agosto para el discurso de investidura del candidato, con lo que los grupos parlamentarios no intervendrán hasta el día siguiente, que es exactamente lo mismo que Hernando y el propio Rajoy le criticaron a Pedro Sánchez y al entonces presidente del Congreso, Patxi López, en su fallida investidura. Y Ana y Mariano, asesorados por el gurú de millonaria nómina y esposa bajada de la mesa del Congreso, fijaron esa fecha del 30 de agosto, porque así unas terceras elecciones tendrían que celebrarse el 25 de diciembre, día de Navidad, de lo que tendría toda la responsabilidad Pedro Sánchez,.

Quiero suponer que en las réplicas al discurso de investidura del candidato, a alguien se le ocurrirá decirle a Mariano Rajoy que si hubiera terceras elecciones la única responsabilidad sería suya, incapaz de alcanzar la mayoría necesaria; y que si esas elecciones se tuvieran que celebrar el 25 de diciembre, la única responsabilidad es también suya, porque ha sido él quien ha fijado la fecha del debate de investidura y no Ana Pastor, por mucho que la convocatoria esté firmada por la entusiasta militante del Partido Popular, por el que ha sido diputada en seis legislaturas y dos veces ministra.

En todo caso, si Mariano Rajoy argumentara que hasta la oferta del pacto de Ciudadanos no podía abordar el debate de investidura (y está por ver si finalmente el pacto se firma), habrá que recordarle que desde que Albert Rivera se lo ofreciera hasta que Rajoy lo aceptó pasaron diez días, y entre medias nada menos que el puente del 15 de agosto y el día siguiente, con la excusa de que el presidente del PP tenía que consultar al Comité Ejecutivo Nacional de su partido, aunque luego lo negó y dijo que la reunión fue solo para que le autorizaran (¡) a iniciar las conversaciones con Ciudadanos. Quiero decir que Ana y Mariano podían perfectamente haber acordado la fecha del 23 de agosto para la investidura, con lo que las hipotéticas terceras elecciones tendrían que celebrarse el 18 de diciembre, fecha incluso anterior a las celebradas el pasado año el 20 de diciembre. En la versión de Rajoy, el PP y su gurú si se celebraran esas elecciones sería responsabilidad también de Pedro Sánchez, pero, hombre, donde esté un día de Navidad electoral culpa del disminuido líder el PSOE, que se quite el resto del calendario.

Y es que mienten como bellacos, su cinismo no conoce límites, gobiernan o se oponen o deciden a golpe de márquetin y de ideas-fuerza, con un aplomo digno de mejor causa son capaces de negar…, etcétera.

sábado, 30 de julio de 2016

Rajoy ha utilizado a la Jefatura del Estado

La revelación que hace hoy El País de que Rajoy aceptó el encargo del Rey (http://politica.elpais.com/politica/2016/07/29/actualidad/1469816919_360671.html) para formar gobierno  consciente de que si no conseguía los apoyos necesarios para ello no se presentaría a la investidura, me parece de tal gravedad que, una vez publicada la noticia, la única reacción del todavía presidente del gobierno en funciones es la petición a la presidenta del Congreso de los Diputados de que convoque el pleno de investidura sin intentar siquiera una conversación informal con representantes de otros partidos. Obviamente, Rajoy perderá esa votación y la siguiente constitucionalmente prevista, y el Rey abrirá nuevas consultas para encargar la investidura a otro candidato.

Que el presidente del gobierno en funciones haya aceptado el encargo del Rey con la finalidad de evitar que Sánchez pudiera recibirlo y que el candidato socialista intentara otra vez la investidura en caso de declinar nuevamente el presidente en funciones no es solo un caso de cobardía política sino que, lo que es más grave, se trata de la utilización de la Jefatura del Estado en provecho propio, a lo que hay que añadir lo que supone el callejón en el que puede meter al país si decide ahora no presentarse a la investidura Porque como viene advirtiéndose esa circunstancia no está prevista ni en nuestra Constitución ni en el Reglamento del Congreso, las dos únicas referencias posibles para intentar desatascar la situación. Pero así es Rajoy si así os parece y hasta ahí llega su patriotismo, su respeto a las instituciones y el que le merecemos los ciudadanos

martes, 26 de julio de 2016

Una investidura con las cartas marcadas

El tan manoseado, por actual, artículo 99 de la Constitución española no deja lugar a la duda:
1. Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
2. El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara.
Su lectura revela que, en contra de lo que pueda parecer con las negociaciones de Mariano Rajoy en busca de una mayoría que le permita la investidura, en ningún caso obliga a ello la Constitución. Al contrario, de su lectura textual puede desprenderse que antes de alcanzar esa investidura ha de ganársela en el debate del programa político que “expondrá ante el Congreso de los Diputados”. Que hasta ahora, ya sea por las mayorías absolutas obtenidas por Felipe González, Aznar y Zapatero o por los acuerdos pre-debate alcanzados cuando un candidato no la había obtenido en las urnas, se haya llegado siempre a la sesión parlamentaria con la garantía de la investidura, no debía significar la norma sino, en el mejor de los casos, la excepción.

Quiero decir que hasta democráticamente es mucho más impecable la consecución de una investidura merced a los acuerdos que se alcancen en el mismo debate que obtenerla con pactos realizados incluso en secreto, como ha ocurrido con el lamentable episodio de la elección de Ana Pastor como presidenta del Congreso. Me parece bastante más democrático que Mariano Rajoy acuda al Parlamento con una oferta de gobierno, que tendrá que ser aceptada o discutida por los portavoces de los grupos parlamentarios, quienes, a su vez, harían contraofertas al candidato, el cual las aceptaría en todo o en parte y, en cualquier caso, sometería el programa resultante a la votación de la Cámara. De esa manera, entre otras muchas ventajas, los ciudadanos (¡cuánta utilización en vano del término “soberanía popular” aplicado al Congreso de los Diputados!) tendríamos sobrados elementos de juicio para saber las razones por las que el programa del candidato es aceptado o rechazado.
Pero justamente esto último es lo que no quiere Rajoy. El candidato del Partido Popular a la presidencia del gobierno no quiere perder la votación de la investidura y pretende acudir al mismo con las cartas ya marcadas, si se me permite la expresión, por lo que incluso podría volver a decirle que no a la propuesta del Rey. Porque hasta ahora, algunos portavoces del PP afirman que Rajoy está de acuerdo en modificar la Constitución; o en hablar de la reforma laboral; o de la Educación o de la famosa “ley mordaza”… Pero lo que no nos dice es en qué términos sería la reforma o qué propuestas de los distintos grupos políticos estaría dispuestos a aceptar…
Insisto: el manoseado artículo 99 de la Constitución es bien claro. Aunque por lo visto hasta ahora, Mariano Rajoy no someterá a la Cámara el programa del gobierno que pretende formar, sino que, en el mejor de los casos, leerá en la tribuna de oradores el acuerdo al que previamente haya llegado para obtener el apoyo que le permita gobernar.

domingo, 24 de julio de 2016

¿Y por qué no José Bono?

Pocas horas después de deleitarme con la entrevista al socialista José Bono en La Sexta Noche, probablemente la mejor de las realizadas por Iñaki López, conductor del exitoso programa, me encuentro con el editorial de El País titulado “Luchadores por la libertad” , que merece su reproducción integra, aunque yo me quedo con el siguiente párrafo:

“Es una paradoja que la normalización democrática se lleve por delante a sus protagonistas. La vida pública se ha crispado progresivamente, con su correlato de indeseadas cicatrices en el cuerpo social, pero eso no debe impedir que la España democrática reconozca a los que más trabajaron por ella.”
Algunos venimos manteniendo hace tiempo que la democracia española precisamente por su juventud no debería haberse permitido el lujo de prescindir de una generación de políticos que forman parte de los que hace referencia el editorial del periódico. Y José Bono es uno de esos protagonistas, de esos luchadores por la libertad, que pusieron el coraje cívico por delante de la acomodación a las circunstancias o la opción de vegetar en las zonas confortables de los que no quieren ver ni saber, como El País escribe del socialista vasco José Ramón Recalde, al que ETA no consiguió callar ni pegándole un tiro en la cabeza.
Conocí personalmente a José Bono a finales del pasado siglo, cuando acudió al informativo matinal que yo dirigía y presentaba en la Cadena Voz de Radio. Sabía, como otros muchos colegas, que el entonces presidente castellano manchego (ya había conseguido cinco mayorías absolutas en las elecciones autonómicas de esa región y aún le quedaba una sexta, en 2003) había iniciado el “salto a la política nacional” y lo hacía con decisión y cautela, pero también con la sinceridad de la que ha hecho gala a lo largo de toda su carrera.
Todavía Aznar no había obtenido la mayoría aplastante en las legislativas del año 2000, pero Bono, que tiene un excelente olfato político, ya lo intuía y, en consecuencia, preveía la dimisión de Joaquín Almunia como secretario general del PSOE y candidato socialista en esas elecciones legislativas. Poco después, en julio de ese mismo año, José Bono se enfrentó a Rodríguez Zapatero en las primarias de su partido para elegir nuevo líder y fue derrotado por tan solo nueve votos.
Luego llegaría la victoria de ZP en 2004, el nombramiento de José Bono como ministro de Defensa y su dimisión en abril de 2006 por lo que bien podría ser calificado de “entreguismo” de Zapatero al nacionalismo catalán con la aprobación del Estatut que llevó a Madrid el entonces president Maragall. Y finalmente, Bono reaparecería en la siguiente legislatura como presidente del Congreso de los Diputados a propuesta de Rodríguez Zapatero que había ganado las elecciones de 2008.
Pero hay que volver los ojos y los oídos a la magnífica entrevista que le hizo Iñaki López anoche en La Sexta. Apareció el mejor José Bono, el de los términos tan concisos como rotundos, el de aquella frase tan recordada de “Estado de desecho y no de Derecho” en referencia a una hipotética negociación con ETA, el de la recriminación a un ministro del gobierno, Miguel Sebastián, por acudir al banco azul sin corbata, que el programa recordó como preámbulo de la opinión que a Bono le merece la vestimenta de la “nueva clase política” en el hemiciclo (“si vas a comer a un chiringuito de playa con el torso desnudo, te obligan a ponerte una camisa”, dijo) o la presencia de un bebé en brazos de una diputada (“Yo le hubiera dicho: “Señora Bescansa, usted quería tener una foto con su hijo en brazos el día en que tomó posesión de su escaño. Pues ya la tiene; ahora deje al niño en la magnífica guardería que tenemos en esta Cámara”).
Sin embargo, para mí el Bono en todo su esplendor que apareció en La Sexta Noche fue cuando Iñaki le preguntó si ve posible un pacto de los socialistas con Podemos, y el ex presidente del Congreso fue rotundo: “Sí, pero solo si Pablo Iglesias cumple tres condiciones: pedir perdón a Felipe González, al que en sede parlamentaria llamó asesino, con lo de la cal viva; si retira el calificativo de presos políticos que dio a los etarras que están en la cárcel por haber asesinado; y si no va a Cataluña a defender un referéndum que rompe la unidad española después de haber dicho 25 veces la patria española en la plaza de la Puerta del Sol, en Madrid”. Y todavía más, antes, en referencia a lo de la cal viva, Bono había dicho que “si yo hubiera sido presidente del Congreso le hubiera exigido a Iglesias que retirara esa frase; y si no lo hubiera hecho, le habría expulsado de la Cámara. El Congreso permite la impunidad de todos los diputados digan lo que digan, pero el reglamento de la Cámara permite a su presidente exigir la retirada de una expresión pronunciada por un diputado, sobre todo cuando es de la gravedad y la falsedad de la de la cal viva”.
Repasando la entrevista a José Bono (la he visto un par de veces), me quedo con una frase suya, no sin antes recordar que fue uno de los barones que en su día apoyó la elección de José Sánchez como secretario general socialista: “Si hay elecciones en el PSOE, yo pediría que se eligiera un líder social capaz de derrotar al Partido Popular más que a un líder político”. Y me pregunto yo para mis adentros si acaso José Bono, que el próximo 14 de diciembre cumplirá 66 años, pudiera ser ese líder social que él mismo reclama.

domingo, 17 de julio de 2016

Lección de periodismo

Las dos primeras horas de La Sexta Noche del sábado fueron una lección de periodismo a lo que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados en los medios de nuestro país y mucho menos en las televisiones. Periodismo, además, en tres de sus variadas manifestaciones: la noticia, el análisis y el debate o, si se prefiere aceptando su primera denominación, la tertulia. Si impecables fueron las conexiones con los enviados especiales a Niza y los resúmenes de lo ocurrido en la noche del jueves en el Paseo de los Ingleses de la capital de la Costa Azul y las reacciones de los políticos españoles y franceses, la calidad del debate alcanzó una altura similar a la de los mejores de las grandes televisiones estadounidenses.

Ignacio Cembrero, experto en comunidades musulmanas; Chema Gil, del Observatorio de Seguridad Internacional; Pedro Rojo, arabista y presidente de Al Fanar, Fundación para el conocimiento árabe; David Garriga, experto en terrorismo yihadista; Cécile Thibaud, corresponsal en España de la revista francesa L’Express, y Manu Marlasca, jefe de investigación de La Sexta, celebraron un debate de gran altura, en el que cada una de las intervenciones aportaba un dato diferente y contrastado; en el que, a diferencia de las tertulias al uso, cada frase tenía el rigor del conocimiento del experto; en el que se deslizaban datos que enriquecían el debate y orientaban al espectador; en el que hasta el lenguaje era de una exquisitez propia de académicos; en el que -¡milagro!- los tertulianos no se interrumpían ni hacían muecas de descalificación de lo que otro exponía; en el que nadie elevaba la voz; en el que no se levantaba el brazo para reclamar un turno por alusiones; en el que, en definitiva, unos expertos hablaban solo de lo que sabían, y verdaderamente era mucho lo que sabían. El debate se completó con una conexión con el coronel Pedro Baños, experto en lucha antiterrorista, y con las opiniones de Jorge Verstrynge profesor universitario, politólogo y geopolítico franco-español.

Frente a tanto opinador de ocasión, frente al simplismo de tertulianos que acuden a los programas con el único afán de “hacer caja”, frente a tanto sectarismo y manipulación, La Sexta Noche del sábado en lo que se refiere al tramo aquí comentado (el programa es un contenedor de casi seis horas) fue una especie de sueño que nos trasladaba al mejor periodismo que uno recuerda en su más de medio siglo de ejercicio del más bello oficio del mundo.

Además, la dirección del programa tuvo el acierto –o acaso fuera la casualidad- de frente a una hora de excelencia que pareció un minuto, llevarnos a antena una segunda tertulia en la que se incorporaron lo peor de los debates de nuestras televisiones: Eduardo Inda, periodista de conspiración, intoxicación y manipulación; Francisco Marhuenda, ex jefe de gabinete de Mariano Rajoy en los ministerios de los que fue titular el hoy presidente en funciones durante los gobiernos de Aznar, y cuyo sectarismo “rajoyista” solo es comparable a su excelente formación; y Javier Sardá, símbolo de la telebasura del pasado, que ahora lava refugiado en las tertulias en las que tiene un atropellado y confuso discurso desde legítimas posiciones de izquierda o, si se prefiere, de antiderecha. A ellos se  sumó también el periodista Ignacio Escolar, director de eldiario.es, que es el permanente contraste del profesional independiente frente a la manipulación y militancia que tanto se lleva ahora en este oficio. Pero Ignacio pudo hablar poco, como siempre, permanentemente interrumpido por las muecas de Marhuenda y los gritos de Inda.

Digo bien que fue un acierto de la dirección del programa incorporar al debate anterior a Marhuenda, Inda y Sardá porque el contraste fue abrumador. Parecía que hubiéramos cambiado de canal sin darnos cuenta… o que volvíamos a lo peor de cada La Sexta Noche:  a la jaula de grillos, al patio de vecindad en que se convierte el plató con estos tertulianos. Ante tanto comentario improvisado, ante tanta falta de rigor, ante tanto desconocimiento, opté por recrearme viendo las caras de Cembrero, de Gil, de Cécile y de Manu. Tengo grabada en la retina la sonrisa de sorpresa y vergüenza ajena (una especie de “pero qué está diciendo éste…”) de la periodista francesa Cécile Thibaud ante una intervención de Sardá... y la mueca de Cembrero cuando Marhuenda tuvo la ocurrencia de calificar a Putin de patriota...

Para completar el abrumador contraste, después de que Marhuenda, Inda y Sardá se liaran con los orígenes de la segunda guerra mundial y lo mala que según Marhuenda dice la izquierda que es la derecha y lo perverso que es Bush (Marhuenda dixit también) y referencias -¡otra vez!- a “los de las Azores” y Hitler y, claro, Irak, volvieron a intervenir Cembrero, Gil, Cécile y Manu aportando datos, cada uno de los cuales por sí solo era una noticia: los lobos solitarios, los yihadistas exprés, el ejemplo de la eficacia policial española en la lucha contra el yihadismo, el número –de 500 a 1.000- de yihadistas que han vuelto de su entrenamiento en el Isis y que viven en Francia, la necesidad de la coordinación de los servicios de inteligencia de Europa, el lamentable papel de las monarquía saudí, lo fácil que para un camionero es atentar  con un camión y lo difícil que para cualquier Estado es parar un camión  como el que mató a 84 personas el pasado jueves en Niza, la estrecha vigilancia (monitorización le llamó Manu) a que están sometidos el par de decenas de yihadistas que viven en España; las nuevas medidas de protección (chalecos antibalas especiales) de la policía española ante las armas que utilizan los yihadistas.Y por primera vez en la historia de La Sexta Noche los Inda, Marhuenda y Sardá callaron no diría yo que respetuosamente, sino más bien avergonzados si es que les queda alguna capacidad de autocrítica de la que quizás algún día tuvieron.

En definitiva, si la primera hora de La Sexta Noche fue una lección de periodismo que nos regalaron a la audiencia quienes debatían sobre lo ocurrido en Niza, la segunda hora fue también una lección para los “tertulianos de fortuna” que si solo hablaran de lo que saben, en las televisiones españolas se produciría un sepulcral silencio.

jueves, 16 de junio de 2016

Una baronesa y dos hermanas

Cunde el desaliento, la sensación de derrota en Hermosilla 112, sede del desmoronado Corte Inglés. Y es que los datos son tozudos: se llenan la red y muchos diarios de noticias sobre la mala situación de El Corte Inglés -quién te ha visto y quién te ve, imagen hecha cenizas de la que en otro tiempo fue empresa de referencia- mientras competidores como la Inditex de Zara aportan día a día titulares de una trayectoria cada vez más exitosa y más inalcanzable. Si durante décadas, El Corte Inglés solo era protagonista de noticias positivas, desde la llegada de Diego Copado a la dirección de Relaciones Externas ni siquiera se ha diseñado una política informativa que canalizara de distinta forma la evidente crisis en que Isidoro Álvarez dejó sumida la empresa a su muerte porque a la económica que sufría Europa se unía la de una gestión errática con decisiones estratégicas absolutamente equivocadas y una deuda galopante.

La delicada situación le supuso a El Corte Inglés, para empezar, tener que vender al Santander la mayoría de la financiera; para seguir, el famoso crédito sindicado de casi seis mil millones de euros; y para terminar la llegada de un jeque árabe al Consejo de Administración no como comprador de un 10 por 100 del capital de la empresa (El Corte Inglés no cotiza en Bolsa), sino como prestamista a cambio de un paquete de acciones que le convierte en un consejero decisivo, mucho más con sus antecedentes, que incluyen la propiedad de los míticos almacenes londinenses Harrods.

Ya no está Diego Copado en Relaciones Externas (conocido como “pollito veloz” ha sido tan fulgurante su viaje a las alturas como su caída en picado hasta la calle), pero su política de “tierra quemada”, su empeño en destruir el inigualable pasado en vez de construir el futuro tienen como resultado lo que vemos cada día en las páginas de los periódicos o en los diarios digitales

La típica paz social característica de una empresa que tuvo más de 100.000 empleados ha sido sustitutida por un casi “sálvese quien pueda”, con unas bajas incentivadas en determinadas condiciones de edad y antigüedad, para las que hay “cola” de candidatos hasta el punto de que se ha tenido que ampliar el plazo para acogerse al plan de prejubilaciones,

Y la paz accionarial, santo y seña de la empresa desde su fundación, en la que el Consejo estaba formado por familiares de los fundadores, con la incorporación posterior de fieles ejecutivos, saltó hecha añicos a las pocas horas del entierro de Isidoro Álvarez, en una guerra en la que se han cruzado expulsiones del consejo, demandas judiciales, denuncias de acoso laboral y una guerra sin cuartel entre las conocidas como “las nenas” (las dos hijas herederas de Isidoro Álvarez) y su primo Dimas Gimeno, también heredero y presidente ejecutivo de El Corte Inglés. El diario digital Hispanidad, que suele anticipar muchas informaciones sobre los grandes almacenes, afirma que Gimeno dedica la mitad de su tiempo a gestionar la empresa que se va dejando jirones de su prestigio y, lo que es peor, de su cuenta de resultados, mientras la otra mitad de su jornada lo dedica a sortear las conspiraciones y los ataques de las dos hermanas, consejeras de la Casa y de la Fundación Areces por la gracia de su padre adoptivo.

Para colmo la cuenta de resultados del Inditex de Zara y la de Mercadona, que hablan por sí solas de su exitosa trayectoria sin endeudamiento alguno y con abundante liquidez, contrasta con las noticias negativas sobre El Corte Inglés y las tremendas críticas sobre las decisiones que toman las dos hermanas. Y por si no fuera suficiente el contraste con la noticia del espectacular aumento de ventas y beneficios de Inditex y la llegada de Zara a nuevos países, la empresa de Amancio Ortega acaba de anunciar el nombramiento como consejera de la baronesa Patricia Kingsmill (en la foto), miembro permanente de la Cámara de los Lores británica, antropóloga y economista por la universidad de Cambridge, con formación también en Derecho y Políticas, feminista activa, autora de un estudio sobre la anorexia para el British Fashion Council y, entre otras muchas actividades, autora de artículos sobre gestión empresarial.

Frente al deslumbrante curriculum de la nueva consejera de Inditex, El Corte Inglés a duras penas puede rellenar un par de líneas para explicar el pasado académico y empresarial de las hermanas Álvarez Guil, que junto a la Fundación Ramón Areces, que también controlan, suman prácticamente la mayoría del consejo de los grandes almacenes. Marta, la mayor, es licenciada en Derecho y trabajó en la prestigiosa casa de subastas Sotheby’s. De Cristina, la pequeña, desconozco si tiene alguna titulación universitaria; pero con ocasión de su nombramiento como consejera de El Corte Inglés, la empresa publicó que había trabajado en la empresa de su marido, Iñaki Álvarez-Valdés, dedicada al intercambio de estudiantes en el extranjero, antes de incorporarse a un puesto en las oficinas de la empresa en la que ya es propietaria y consejera.


Entre el resto de consejeros de El Corte Inglés también resulta imposible encontrar a alguien con la experiencia de la baronesa Kingsmill, si exceptuamos a Manuel Pizarro, que en teoría prepara la salida a Bolsa de la empresa y fichado por Isidoro Álvarez un año antes de su muerte. Y los demás puestos del Consejo están ocupados por un jeque qatarí prestamista, gestores que gestionan tal que así y se lo siguen llevando crudo a los ochenta años, las distintas familias Areces a bronca limpia y las dos herederas que, como se ve, tienen un curriculum algo más limitadito que el de la baronesa.

martes, 31 de mayo de 2016

García vuelve a Onda Cero



Sigo con atención el proceso del fichaje de José Ramón de la Morena (“El Larguero”, de la SER) por Onda Cero. Trataría así la cadena de Atresmedia de neutralizar los efectos de la salida de Carlos Herrera de su parrilla que, de hecho, le ha supuesto la pérdida del segundo puesto en audiencias de las radios españolas. Subsanaría también el fichaje del comunicador, como se dice ahora, el histórico error del entonces presidente de Onda Cero, González Ferrari (hijo de Antonio González Calderón y como tal paradigma del deterioro de la raza) de no hacerse con el equipo de Carrusel Deportivo de la SER comandado por Paco González, Pepe Domingo Castaño y Manolo Lama, cuando hace seis años abandonó la cadena de Prisa y acabó fichando por la de los obispos. Pero una vez expuestos los probables efectos del que sin duda será el fichaje de la próxima temporada radiofónica, como la anterior fue el de Carlos Herrera, trato de explicar la frase que da título a estas líneas: García vuelve a Onda Cero.

No me refiero a la posible entrevista que ya ha anunciado José Ramón de la Morena con el hombre al que el periodismo deportivo y la radio deben más en nuestro país y al que tanto el conductor de El Larguero como su equipo de entonces apalearon  hasta abatirlo en la audiencia de los programas deportivos de la medianoche, bien es cierto que contando la SER con el llamado antenicidio, aquel golpe de mano de Polanco y sus mariachis que supuso la voladura controlada de la cadena que había tenido la osadía de superar a la de Prisa liderando las audiencias en España. Con el golpe de mano, la SER  sumaba las casi 150 emisoras (los”postes” decimos en el argot) de Antena 3 de Radio y se cargaba esta cadena. Desde entonces la SER viene liderando las audiencias de radio en España merced a ese aumento del número de postes además de la indiscutible calidad de sus programas. Y García fue mucho más que un símbolo de aquella Antena 3 de Radio, como antes lo había sido en la mítica Hora 25 de la SER, que, como Antena 3,  creó Manuel Martín Ferrand que a no pocos nos ha dejado huérfanos con su temprana desaparición.

Fue una compañera de aquella Antena 3 de Radio, a la que luego encontré felizmente en otras aventuras profesionales, la que con su envidiable capacidad de análisis me respondió cuando todavía en pleno éxito de García le dije que escuchara con atención “El Larguero” porque, con unos modos que eran antítesis de los utilizados por García, a mí me parecía que amenazaba su liderazgo. “Es otro García”, me respondió con la contundencia de quien tiene formado un juicio tan sólido y maduro como certero… Lo discutimos durante mucho tiempo, pero el juicio de la compañera se iba imponiendo conforme José Ramón de la Morena avanzaba y García, ya en Onda Cero tras su paso por Cope, retrocedía, hasta que el primero ocupó el liderazgo con la cooperación necesaria del antenicidio, como queda escrito.

La realidad era que el supuesto humor revestido de un cierto paletismo de De la Morena frente al más ácido de García; el supuesto espíritu de equipo del primero frente al personalismo del ya veterano de la “Hora Cero”; el supuesto respeto del “paleto de Brunete” frente a la falta del mismo del apodado “butanito”; la supuesta humildad del conductor de El Larguero frente a la soberbia del creador de las noches radiofónicas deportivas, entre otras muchas y siempre supuestas diferencias, formaban parte de una estrategia, que incluía también francotiradores, porque colaboradores de De la Morena hubo que llegaron incluso a descalificar a García llamándole… ¡viejo! porque se acercaba ya a  los sesenta años mientras los De la Morena boys no pasaban de los 35… Y cuando los aciertos informativos de De la Morena, el repetido antenicidio y también los errores de García le dieron el liderazgo a José Ramón, éste se reveló efectivamente como otro García en el que se imponían  la falta de respeto, incluso los insultos, su prepotencia con desprecio hacia compañeros, las bestias negras, esa especie de dictadura de la que formaba parte la amenaza que para directivos o dirigentes deportivos más que para deportistas suponía enfrentarse al líder… La única diferencia es que el “pablo, pablito, pablete,,,”  de García en referencia a Pablo Porta, presidente entonces de la Federación de Fútbol, era sustituido por las descalificación de Villar con otros epítetos… El “se bebe hasta el agua de los floreros” era sustituido por “tiene el dinero por castigo” o el “tiralevitas, abrazafarolas o chupópteros” de García tenían también sus sinónimos en El Larguero.

Así que ahora, en su momento más próximo a García, José Ramón de la Morena se va a Onda Cero…, años después de que García la abandonara para encaminarse a un dorado retiro del que de vez en cuando emerge con sus habituales estridencias. No es casualidad que el director general de la cadena haya reunido a De la Morena y a Javier Ares, que hace las tardes/noches deportivas de sábados y domingos en la cadena de Atresmedia, para garantizarse una necesaria paz porque Ares, mayor que De la Morena, conserva una independencia que altera el ecosistema del mando absoluto y el conmigo o contra mí que el chico de Brunete impone, una vez más como hacía García.

Algunos de los que siguen en Onda Cero, como aquella compañera de tan sólidos, fundamentados y certeros juicios, se echarán a temblar ante la vuelta de García en versión ahora de José Ramón de la Morena. Y está por ver, por cierto, si sin los postes del antenicidio, el chico de Brunete –ya no tan chico- sigue con más audiencia que Larrañaga o Corrochano, que cada medianoche dan en Cope una lección de cómo hacer un programa deportivo sin “delamorena, delamorenita, de la morenete” ni “garcía, garciíta, garcíete” y sin necesidad de abrazar farolas, lamer culos, tirar de levitas, beberse hasta el agua de los floreros, tener el dinero por castigo o descalificaciones de compañeros como escuché a De la Morena tan solo unos días antes de su muerte la del compañero Gaspar Rosety, referencia de los narradores de fútbol de nuestro país, aunque ya, como diría la guerrilla de Brunete, un poco viejo.