Mienten como bellacos, su cinismo no conoce límites,
gobiernan o se oponen o deciden a golpe de márquetin y de ideas-fuerza, con un
aplomo digno de mejor causa son capaces de negar lo que veinticuatro horas
antes han afirmado y que todos les oímos decir, no conocen otra vocación de
servicio que la de sus posaderas en un escaño, la única balanza que les
preocupa es la de los pagos que tienen que extraer de sus cada vez más abultadas cuentas
corrientes, la corrupción les gotea por los codos pero todos desconocen que la
financiación de sus partidos llega desde el “impuesto
revolucionario” de las comisiones por adjudicaciones de obras y servicios
públicos, manipulan los medios de comunicación a cambio de la llamada
publicidad institucional, tienen periodistas de cámara a cambio de tertulias o de
eso que siempre se llamó el “favor del
poder”, muchos de ellos no se han bajado del coche oficial desde que
salieron de la universidad o desde que ingresaron en el partido, se ciscan en
las instituciones que dicen defender, utilizan el poder como amenaza, van
rodeados de asesores de desconocida solvencia que asienten con una sonrisa las
ocurrencias del jefe cuando se para
ante los micrófonos, alguno vi en sus primeros tiempos aprendiendo a fumar
habanos pero encendían al revés el piramidal “montecristo” especial, hacen sin el menor rubor lo mismo que
criticaron con singular virulencia apenas unos meses antes, verdaderamente son
una casta… a la que se incorporan con no poca celeridad los que apenas antes lo
denunciaban. Así son una buena parte de los políticos españoles.
En esta nueva legislatura tenemos un amplio muestrario.
Desde que recibió (él dirá que desde que
aceptó) el encargo del Rey, Mariano Rajoy, en el que encaja un perfil
próximo a lo que he escrito líneas arriba, se viene ejercitando en la mentira y
en el cinismo, además de en la desconsideración con los periodistas, entre los
que echo de menos una contundente réplica
(y algún día escribiré sobre los periodistas militantes). Viene haciendo
del todavía no alcanzado pacto con Ciudadanos
un instrumento ventajista, porque la estrategia del jefe del gobierno en
funciones ha sido siempre ventajista, y como una herramienta contra el Partido
Socialista porque Podemos, Unidos
Podemos, las Mareas o no sé qué confluencias del guirigay que tiene montado
Pablo Iglesias, flamante incorporación a la casta, dejó de preocuparle tras las
elecciones de junio.
Con la inestimable ayuda de su portavoz parlamentario,
Rafael Hernando, que tiene una riqueza expresiva un pelín mayor que la del
cangrejo (recuérdese lo de la “caquita”
y lo del “naranjito”), Mariano Rajoy
está utilizando a la presidenta del Congreso (y obviamente Ana Pastor se deja utilizar) con el descaro de un
consumado trilero. Han fijado los dos (Ana y Mariano) la tarde del 30 de agosto para el discurso de investidura del
candidato, con lo que los grupos parlamentarios no intervendrán hasta el día
siguiente, que es exactamente lo mismo que Hernando y el propio Rajoy le
criticaron a Pedro Sánchez y al entonces presidente del Congreso, Patxi López, en su fallida investidura. Y Ana y Mariano,
asesorados por el gurú de
millonaria nómina y esposa bajada de la mesa del Congreso, fijaron esa fecha
del 30 de agosto, porque así unas terceras elecciones tendrían que celebrarse
el 25 de diciembre, día de Navidad, de lo que tendría toda la responsabilidad
Pedro Sánchez,.
Quiero suponer que en las réplicas al discurso de
investidura del candidato, a alguien se le ocurrirá decirle a Mariano Rajoy que
si hubiera terceras elecciones la única responsabilidad sería suya, incapaz de
alcanzar la mayoría necesaria; y que si esas elecciones se tuvieran que
celebrar el 25 de diciembre, la única responsabilidad es también suya, porque
ha sido él quien ha fijado la fecha del debate de investidura y no Ana Pastor,
por mucho que la convocatoria esté firmada por la entusiasta militante del
Partido Popular, por el que ha sido diputada en seis legislaturas y dos veces ministra.
En todo caso, si Mariano Rajoy argumentara que hasta la oferta del pacto de Ciudadanos no podía abordar el debate de investidura (y está por ver si finalmente el pacto se firma), habrá que recordarle que desde que Albert Rivera se lo ofreciera hasta que Rajoy lo aceptó pasaron diez días, y entre medias nada menos que el puente del 15 de agosto y el día siguiente, con la excusa de que el presidente del PP tenía que consultar al Comité Ejecutivo Nacional de su partido, aunque luego lo negó y dijo que la reunión fue solo para que le autorizaran (¡) a iniciar las conversaciones con Ciudadanos. Quiero decir que Ana y Mariano podían perfectamente haber acordado la fecha del 23 de agosto para la investidura, con lo que las hipotéticas terceras elecciones tendrían que celebrarse el 18 de diciembre, fecha incluso anterior a las celebradas el pasado año el 20 de diciembre. En la versión de Rajoy, el PP y su gurú si se celebraran esas elecciones sería responsabilidad también de Pedro Sánchez, pero, hombre, donde esté un día de Navidad electoral culpa del disminuido líder el PSOE, que se quite el resto del calendario.