Eduardo es un gaditano de
cincuentaytantos años, de esos que antes llamaban “hechos a sí mismo” y que
ahora llaman emprendedores, palabra con la que los políticos llenan boca y
promesas. Eduardo está casado con Maricarmen, una brava andaluza que le ha dado
tres hijas maravillosas, universitarias las tres, y que día a día se plantea el
reto de la subsistencia y de la lucha por la justicia, cuya bandera va bordando
como una Mariana Pineda del siglo XXI. Y es que eso que se llama el sistema, y
que probablemente tenga algo que ver con “la casta” que tanto gusta decir al
último fenómeno electoral, el Pablo Iglesias de Podemos, ha acabado con la capacidad emprendedora de Eduardo y a
poco que se hubiera descuidado probablemente hubiera acabado con su capacidad
de poder siquiera andar…
Después de toda su vida de
emprendimientos, de cotización de autónomos y de un par de operaciones de algo
tan simple como eliminar unas varices, Eduardo tuvo que cambiar la lucha diaria
por mantener a flote su pequeño comercio, a lo que se ha dedicado toda la vida
y que tuvo que cerrar, por la de mantenerse en pie él mismo… Con su mujer como
ariete peregrinó por todas las Consejerías del gobierno andaluz que tengan algo
que ver con la intervención quirúrgica de la que fue víctima; acudió al
Defensor del Pueblo Andaluz (algún día los políticos nos explicarán para qué
sirve tanto defensor de un pueblo al que atacan por todos los flancos a diario
mientras, a lo que se ve, el Defensor del Pueblo se limita a tomar nota, sin
capacidad ejecutiva alguna); ha vivido con un dolor permanente que a duras
penas le permitía andar, y cayó en una seudodepresión, porque cuando te dejan
con cuatrocientos y pico euros de pensión de invalidez para mantener una
familia con tres hijas en plena formación universitaria, hay que sacar fuerzas
de no se sabe dónde para hacer frente también a la depresión… Le engañaron
médicos, funcionarios, abogados… Le quisieron devolver al quirófano a lo que se
negó temiendo que en esta ocasión la salida fuera en una silla de ruedas para
siempre y en todo caso necesitaba antes saber qué le ha ocurrido o qué ocurrió
en el quirófano en el que entró para una simple operación de varices y salió con
la amenaza de una incapacidad permanente, y mientras tanto arréglate con la
pensión de cuatrocientos y pico euros.
Su particular
“marianapineda” rebuscó agendas y contactos, y devoraba cuanto veía en la Red , a la que estaba literalmente
enganchada buscando explicación, primero, y solución después… Y en esa búsqueda
apareció el doctor Kovacs… Como en una increíble carambola…, pero apareció este
sabio de la espalda, auténtica
autoridad mundial en la materia, y cuando Eduardo y su “marianapineda”
particular y sus tres hijas pensaban en lo lejos que estaba cualquier
posibilidad de pasar por las manos de este genio, alguien advirtió al médico de
la “condición humilde” de este desesperado y pretendido paciente. Y el doctor
Kovacs, a pesar de estar ocupado en investigaciones y comunicaciones
científicas y congresos a los que es llamado reiteradamente, no titubeó un
momento: “Mi padre me enseñó que jamás deje de ver a un paciente porque no
tenga dinero. Y las enseñanzas de mi padre son sagradas para mí”. Tanto, cabe
añadir, que la Fundación Kovacs
(http://www.kovacs.org/), además de una entidad
filantrópica privada sin ánimo de lucro, es homenaje permanente del
doctor Francisco Kovacs a su padre, naturalmente su gran referencia no
solo en la Medicina ,
sino también en la ética. Con el Rey Juan Carlos como Presidente de Honor y
destacados miembros de los diferentes ámbitos sociales en su Patronato, la Fundación se dedica a la
investigación médica, a la asistencia sanitaria y a la promoción de la salud
pública.
Recibí la llamada de
Eduardo nada más salir de la consulta del doctor Kovacs… : “¡Soy otro
Eduardo…!”, gritaba más que exclamaba… Estoy nuevo… No siento dolor alguno…
¿Sabe usted lo que es que te vaya tocando en la espalda, en las vértebras, en
el cuello, en los hombros y te vaya anticipando lo que vas a sentir en cada
momento…? ¿Sabe usted lo que significa que conforme te va recorriendo los
distintos puntos que han sido un martirio durante cuatro años, te va
desapareciendo el dolor…? Sí, me ha puesto unas grapas y me ha dicho que
hablamos dentro de tres meses…, y que vaya dejando la medicación poco a poco…
Fíjese que me ha preguntado si alguien me había explicado lo que se aprecia en
la resonancia magnética que me hicieron y que yo le he traído… Y le he tenido
que decir que no, porque nadie me lo ha explicado… También me ha preguntado si
me habían propuesto una intervención quirúrgica y le he dicho que sí, pero que
me he negado porque yo quería saber antes lo que me pasaba. Cuando ha terminado
de hacer las manipulaciones conmigo tumbado yo en la camilla y de ponerme las
grapas, me ha dicho. “Y ahora te digo lo de “levántate, Lázaro, y anda”… Y me
he levantado y estoy nuevo como no me sentía desde hace cuatro años… No sé qué
hacer con este sabio. Le he dado las gracias, le he besado… Créame que no sé
qué hacer con este genio…”
En la página web de la Fundación Kovacs
puede leerse que realiza investigación médica para mejorar los resultados de la
asistencia sanitaria y la eficiencia del gasto sanitario, fomentado el uso de
los procedimientos eficaces y seguros, y el abandono de los que son inútiles o
innecesariamente peligrosos. Nos encontramos, pues, ante una “rara avis” de la Medicina , tan preocupado
por la investigación como por la gestión eficaz y eficiente; tan ocupado en
aplicar los procedimientos adecuados a cada caso como en combatir el
despilfarro que lo contrario significa; tan estudioso de cada pliegue de la
espalda y el cuello como de facilitar la formación de profesionales que
atienden a pacientes con dolencias de ese tipo.
Andan ya Eduardo y
Maricarmen por Cádiz contando el prodigio del que ha sido objeto después de
cuatro años de intentar explicarse la tragedia a la que había sido reducido. Yo
he buscado referencias de Hipócrates, una de las grandes figuras de la historia
de la medicina, que vivió hace 2.500 años, y cuyo juramento es el primer paso
para el ejercicio de la
Medicina (“en el momento de ser admitido entre los miembros
de la profesión médica, me comprometo a consagrar mi vida al servicio de la
humanidad”, son las primeras palabras que pronuncia el nuevo profesional de la
medicina al hacer el juramento). Pero encontré
otro texto que parece escrito para el caso de Eduardo y que es la mejor
prueba de que Hipócrates fue el primer médico que rechazó las creencias y
supersticiones que señalaban como causantes de las enfermedades a las fuerzas
sobrenaturales o divinas:
"Acerca
de la enfermedad que llaman sagrada sucede lo siguiente: En nada me parece que
sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza
propia, como las demás enfermedades y de ahí se origina. Pero su fundamento y
causa natural lo consideraron los hombres como una cosa divina por su
ignorancia y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás. Pero si por su
incapacidad de comprenderla la conservan ese carácter divino, por la banalidad
del método de curación con el que la tratan vienen a negarlo. Porque la tratan
por medio de purificaciones y conjuros".
Ahora,
a la vista del tratamiento del doctor Kovacs y la solución que ha encontrado
para el caso de Eduardo, cabe pensar que 2.500 años después aún existe en
algunos ámbitos la incapacidad de comprender ciertas enfermedades que, como todas
las demás, tiene su naturaleza propia.
Mientras tanto, el genio de la espalda
continúa el camino emprendido por su padre, no solo al frente de la Fundación , sino también
impulsando la Red Española
de Investigadores en Dolencias de la
Espalda (REIDE) creada para promover la investigación de
calidad sobre los síndromes mecánicos del raquis o, en fin, acumulando
experiencia y estudios con las intervenciones neurorreflejoterápicas (NRT) que
se ha revelado como uno de los tratamientos con mejores resultados, ya que persigue el bloqueo de los mecanismos implicados en el
mantenimiento del dolor, la inflamación y la contractura muscular, y su uso
está indicado en los dolores de espalda que duran al menos dos semanas, que no
precisan cirugía ni hospitalización y que tienen una intensidad entre moderada
e intensa (más de 3 en una escala de 10).