domingo, 22 de junio de 2014

Levántate y anda...

 Eduardo es un gaditano de cincuentaytantos años, de esos que antes llamaban “hechos a sí mismo” y que ahora llaman emprendedores, palabra con la que los políticos llenan boca y promesas. Eduardo está casado con Maricarmen, una brava andaluza que le ha dado tres hijas maravillosas, universitarias las tres, y que día a día se plantea el reto de la subsistencia y de la lucha por la justicia, cuya bandera va bordando como una Mariana Pineda del siglo XXI. Y es que eso que se llama el sistema, y que probablemente tenga algo que ver con “la casta” que tanto gusta decir al último fenómeno electoral, el Pablo Iglesias de Podemos, ha acabado con la capacidad emprendedora de Eduardo y a poco que se hubiera descuidado probablemente hubiera acabado con su capacidad de poder siquiera andar…

Después de toda su vida de emprendimientos, de cotización de autónomos y de un par de operaciones de algo tan simple como eliminar unas varices, Eduardo tuvo que cambiar la lucha diaria por mantener a flote su pequeño comercio, a lo que se ha dedicado toda la vida y que tuvo que cerrar, por la de mantenerse en pie él mismo… Con su mujer como ariete peregrinó por todas las Consejerías del gobierno andaluz que tengan algo que ver con la intervención quirúrgica de la que fue víctima; acudió al Defensor del Pueblo Andaluz (algún día los políticos nos explicarán para qué sirve tanto defensor de un pueblo al que atacan por todos los flancos a diario mientras, a lo que se ve, el Defensor del Pueblo se limita a tomar nota, sin capacidad ejecutiva alguna); ha vivido con un dolor permanente que a duras penas le permitía andar, y cayó en una seudodepresión, porque cuando te dejan con cuatrocientos y pico euros de pensión de invalidez para mantener una familia con tres hijas en plena formación universitaria, hay que sacar fuerzas de no se sabe dónde para hacer frente también a la depresión… Le engañaron médicos, funcionarios, abogados… Le quisieron devolver al quirófano a lo que se negó temiendo que en esta ocasión la salida fuera en una silla de ruedas para siempre y en todo caso necesitaba antes saber qué le ha ocurrido o qué ocurrió en el quirófano en el que entró para una simple operación de varices y salió con la amenaza de una incapacidad permanente, y mientras tanto arréglate con la pensión de cuatrocientos y pico euros.


Su particular “marianapineda” rebuscó agendas y contactos, y devoraba cuanto veía en la Red, a la que estaba literalmente enganchada buscando explicación, primero, y solución después… Y en esa búsqueda apareció el doctor Kovacs… Como en una increíble carambola…, pero apareció este sabio de la espalda, auténtica autoridad mundial en la materia, y cuando Eduardo y su “marianapineda” particular y sus tres hijas pensaban en lo lejos que estaba cualquier posibilidad de pasar por las manos de este genio, alguien advirtió al médico de la “condición humilde” de este desesperado y pretendido paciente. Y el doctor Kovacs, a pesar de estar ocupado en investigaciones y comunicaciones científicas y congresos a los que es llamado reiteradamente, no titubeó un momento: “Mi padre me enseñó que jamás deje de ver a un paciente porque no tenga dinero. Y las enseñanzas de mi padre son sagradas para mí”. Tanto, cabe añadir, que la Fundación Kovacs (http://www.kovacs.org/), además de una entidad filantrópica privada sin ánimo de lucro, es homenaje permanente del doctor Francisco Kovacs a su padre, naturalmente su gran referencia no solo en la Medicina, sino también en la ética. Con el Rey Juan Carlos como Presidente de Honor y destacados miembros de los diferentes ámbitos sociales en su Patronato, la Fundación se dedica a la investigación médica, a la asistencia sanitaria y a la promoción de la salud pública.

Recibí la llamada de Eduardo nada más salir de la consulta del doctor Kovacs… : “¡Soy otro Eduardo…!”, gritaba más que exclamaba… Estoy nuevo… No siento dolor alguno… ¿Sabe usted lo que es que te vaya tocando en la espalda, en las vértebras, en el cuello, en los hombros y te vaya anticipando lo que vas a sentir en cada momento…? ¿Sabe usted lo que significa que conforme te va recorriendo los distintos puntos que han sido un martirio durante cuatro años, te va desapareciendo el dolor…? Sí, me ha puesto unas grapas y me ha dicho que hablamos dentro de tres meses…, y que vaya dejando la medicación poco a poco… Fíjese que me ha preguntado si alguien me había explicado lo que se aprecia en la resonancia magnética que me hicieron y que yo le he traído… Y le he tenido que decir que no, porque nadie me lo ha explicado… También me ha preguntado si me habían propuesto una intervención quirúrgica y le he dicho que sí, pero que me he negado porque yo quería saber antes lo que me pasaba. Cuando ha terminado de hacer las manipulaciones conmigo tumbado yo en la camilla y de ponerme las grapas, me ha dicho. “Y ahora te digo lo de “levántate, Lázaro, y anda”… Y me he levantado y estoy nuevo como no me sentía desde hace cuatro años… No sé qué hacer con este sabio. Le he dado las gracias, le he besado… Créame que no sé qué hacer con este genio…”

 En la página web de la Fundación Kovacs puede leerse que realiza investigación médica para mejorar los resultados de la asistencia sanitaria y la eficiencia del gasto sanitario, fomentado el uso de los procedimientos eficaces y seguros, y el abandono de los que son inútiles o innecesariamente peligrosos. Nos encontramos, pues, ante una “rara avis” de la Medicina, tan preocupado por la investigación como por la gestión eficaz y eficiente; tan ocupado en aplicar los procedimientos adecuados a cada caso como en combatir el despilfarro que lo contrario significa; tan estudioso de cada pliegue de la espalda y el cuello como de facilitar la formación de profesionales que atienden a pacientes con dolencias de ese tipo.

Andan ya Eduardo y Maricarmen por Cádiz contando el prodigio del que ha sido objeto después de cuatro años de intentar explicarse la tragedia a la que había sido reducido. Yo he buscado referencias de Hipócrates, una de las grandes figuras de la historia de la medicina, que vivió hace 2.500 años, y cuyo juramento es el primer paso para el ejercicio de la Medicina (“en el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo a consagrar mi vida al servicio de la humanidad”, son las primeras palabras que pronuncia el nuevo profesional de la medicina al hacer el juramento). Pero encontré  otro texto que parece escrito para el caso de Eduardo y que es la mejor prueba de que Hipócrates fue el primer médico que rechazó las creencias y supersticiones que señalaban como causantes de las enfermedades a las fuerzas sobrenaturales o divinas:

"Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede lo siguiente: En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia, como las demás enfermedades y de ahí se origina. Pero su fundamento y causa natural lo consideraron los hombres como una cosa divina por su ignorancia y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás. Pero si por su incapacidad de comprenderla la conservan ese carácter divino, por la banalidad del método de curación con el que la tratan vienen a negarlo. Porque la tratan por medio de purificaciones y conjuros".
 Ahora, a la vista del tratamiento del doctor Kovacs y la solución que ha encontrado para el caso de Eduardo, cabe pensar que 2.500 años después aún existe en algunos ámbitos la incapacidad de comprender ciertas enfermedades que, como todas las demás, tiene su naturaleza propia.
Mientras tanto, el genio de la espalda continúa el camino emprendido por su padre, no solo al frente de la Fundación, sino también impulsando la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda (REIDE) creada para promover la investigación de calidad sobre los síndromes mecánicos del raquis o, en fin, acumulando experiencia y estudios con las intervenciones neurorreflejoterápicas (NRT) que se ha revelado como uno de los tratamientos con mejores resultados, ya que persigue el bloqueo de los mecanismos implicados en el mantenimiento del dolor, la inflamación y la contractura muscular, y su uso está indicado en los dolores de espalda que duran al menos dos semanas, que no precisan cirugía ni hospitalización y que tienen una intensidad entre moderada e intensa (más de 3 en una escala de 10).






miércoles, 4 de junio de 2014

De dictadura o democracia a monarquía o república

Antes el mantra era lo de que los discrepantes se presenten a las elecciones si quieren intervenir en la vida política. Como si los ciudadanos fuéramos seres sin otro derecho que el de votar cada cuatro años o cuando les pete a los políticos de turno adelantar las elecciones. Y ahora, cuando legítimamente e incluso lógicamente se cuestiona la monarquía, el mantra es lo de “no olvidéis que este régimen es el que os permite expresar vuestra condición republicana e incluso el que os permite demandar un referéndum sobre el modelo de Estado”. ¿Y…?, cabría preguntarse. ¡Hasta ahí podíamos llegar…! Y bien entendido que solo desde la total ignorancia o la mala fe se puede negar que este régimen y la Constitución que lo regula es el que ha permitido el mayor período de libertad que ha vivido España en toda su historia.

Pero también cabría decir que con este régimen y con la Constitución que lo regula hemos asistido al lamentable espectáculo de los bárcenas, los gürtel, las cacerías de elefantes, el derroche, las corinnas, las corrupciones, los institutosnoos, los “casoplones” en Pedralbes y los palacetes en Palma de Mallorca para el presidente balear, las visaoro, las fórmulasuno por las calles valencianas, las reformas de sedes de partidos con dinero negro, los sobres y sus sobrecogedores,  los aeropuertos sin aviones, las televisiones de las manipulaciones, los créditos de imposible devolución de las cajas de ahorro, las puertas giratorias de la sanidad pública, los cállate que ahora nos toca a nosotros, los y tumás, los gabinetes de prensa que avergonzarían a la más dócil prensa del movimiento, la caída en picado de la credibilidad del periodismo, los políticos que cambian directores de medios e imponen tertulianos.

Es verdad que existen notables diferencias entre los apasionantes tiempos de 1975, con la llegada de la Monarquía, y estos de esta España a la que, de pronto, han despertado de su sueño de pleno empleo, del euro, del “give me two” que cuentan en las tiendas de Nueva York que decían los españoles cuando iban a la Gran Manzana de turismo y compraban todo a pares dado el ventajoso cambio con el dólar, del crédito para piso-coche-y-vacaciones… La primera diferencia es que formamos parte de los países libres y democráticos y, por tanto, somos gente en el concierto internacional. Como he escrito recientemente, en aquellos tiempos el locutor de la única televisión de España decía que a la ceremonia de la proclamación de Don Juan Carlos como rey habían venido jefes de Estado, “como Augusto Pinochet, de Chile, y Hussein de Jordania” y a muchos se nos caía la cara de vergüenza. Y hoy los sucesivos jefes de gobierno de España y por supuesto el jefe del Estado reciben a los líderes mundiales y son recibidos por ellos en igualdad de condiciones, es decir, en igualdad de democracia y libertad. Y todo esto ha sido obra del Rey, que tuvo el arrojo y la valentía de asumir la dificilísima tarea de dinamitar una dictadura desde dentro, pero también ha sido obra de todos los españoles que le acompañamos en ello. Obsérvese que he escrito del Rey y no de la monarquía, y permitidme que acuda yo a otro mantra: este país está lleno de juancarlistas, pero los monárquicos no son tantos.


Los menos jóvenes probablemente recuerden aquella manifestación en la Plaza de Oriente, a la que tan aficionados eran los entusiastas de la dictadura. La última fue después de las ejecuciones del 27 de septiembre, con las que el régimen seguía saciando su hambre atrasada (como cantaría luego Luis Eduardo Aute en ese himno que para algunos significa “Al alba”). Con hambre atrasada de sangre, se entiende, y con el deseo de despedirse con más fusilamientos, para que no se olvidara que su legitimidad no procedía de la paz sino de la victoria, como le dice a su hijo el protagonista de Las bicicletas son para el verano, la obra de Fernán-Gómez. Aquella manifestación de apoyo a la dictadura y al dictador y en respuesta a las protestas de las cancillerías de los países libres por las ejecuciones, fue saludada desde el balcón del Palacio Real por un Franco decrépito, cuyo rostro anunciaba la muerte próxima que se produciría tan solo unas semanas después. Y a la izquierda del dictador aparecía un joven Juan Carlos de Borbón, vestido con uniforme militar.

Muerto el dictador, al que, como yo suelo decir, matamos de muerte natural en la cama de un hospital llamado La Paz en conmemoración de los 25 años de la victoria en la guerra civil (fue inaugurado en 1964), no hubo debate de monarquía o república. De sobra sabíamos todos que el atado y bien atado de Franco consistía en que años antes había nombrado sucesor, a título de Rey, a Juan Carlos de Borbón. Pero el debate entonces era dictadura o democracia, como ha recordado recientemente el líder de la UGT, Cándido Méndez. Quiero decir que nos daba igual quién ostentara la jefatura del Estado, que lo que el país quería era un régimen de libertades, en el que no era prioritaria la elección de forma de Estado. La prioridad era la libertad...

Y la libertad llegó. De la mano del Rey Juan Carlos, de la mano de los españoles, de la mano de los partidarios de la reforma política, que ganaron porque se impuso esa opción, y también de los partidarios de la ruptura, que democráticamente perdieron su opción pero que la defendieron hasta el límite. De los del Contubernio de Munich, entre los que había socialistas, comunistas, pero también demócratascristianos y liberales, y de los socialistas del interior (Isidoro dejó de ser un nombre de la clandestinidad y apareció un espléndido Felipe González) y hasta de los llamados azules, políticos procedentes del régimen anterior, que se sumaron a la fiesta de la democracia, y entre ellos, por cierto, estaba el propio Adolfo Suárez. Faltaba la libertad de partidos políticos y llegó Santiago Carrillo con peluca y con la connivencia del gobierno de Suárez que legalizó el Partido Comunista de España aquel Sábado Santo que algunos convirtieron en el metalenguaje al uso en Sábado Rojo. Sin olvidar la mágica operación del referéndum de la reforma política, con Torcuato Fernández Miranda de gran gurú, con la que el último vestigio de las Cortes de Franco se hacía el harakiri y encima se aplaudía a sí mismo. Y se multiplicaban los juancarlistas en España al mismo tiempo que se multiplicaban los demócratas. Hasta Felipe González dimitió de su cargo como secretario general socialista y convocó un congreso extraordinario, en el que el PSOE abandonó el marxismo y con él su reivindicación republicana y la bandera tricolor.

Lo demás está más reciente. Incluso la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, cuando el Rey de España prestó a nuestro país el mejor servicio de sus 39 años de reinado, porque fueron sus palabras como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas lo que nos devolvió la libertad amenazada con el secuestro de su principal símbolo, el Congreso de los Diputados en Pleno, por un grupo de guardias civiles al mando de un teniente coronel de opereta al que alguien metió en una aventura que tenía como objeto devolvernos a otro oscuro túnel de una dictadura..

Y ahora empieza una nueva etapa. En medio de una tremenda crisis institucional. Con la credibilidad de la clase política por los suelos, junto con la  de todos los poderes, incluido, el cuarto, que es el nuestro, el de los periodistas y sus medios, el Rey abdica. De acuerdo con la Constitución, su hijo Felipe le sucederá en la Jefatura del Estado. Y de sobra sabe él que 39 años después, este país sigue siendo tan poco monárquico como en 1976 y cada vez menos juancarlista. Así que tendrá que ponerse a la tarea de sumar felipistas a su causa, y me gustaría creer que conoce el camino.

Pero eso no impide que, con mayor o menor fortuna –y no ha sido mucha la que han tenido Cayo Lara, de Izquierda Unida, y Pablo Iglesias, de Podemos, en sus expresiones-, se pida un referéndum sobre si Monarquía o República. Pero la respuesta no es el mantra de “no olvidemos que este régimen…”, etcétera, sino que el mantra está escrito en el Artículo 168 de la Constitución que contempla su propia revisión total o, entre otras, la del Título II (De la Corona), para lo que “se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara”

Y una simple operación aritmética permite resolver que esa modificación tendría que ser aprobada por 233 diputados y 177 senadores, pero en ningún sitio aparece que no se pueda reclamar esa reforma, que, en efecto, tendría que ser ratificada finalmente en un referéndum.