Gigantesca dimensión la de
la victoria de Cristina Cifuentes, cimentada en un trabajo de comunicación de
finísima orfebrería obra de la periodista Marisa González Casado, que
para quien esto escribe es la gran experta en comunicación política que hay en
este país, condición a la que une una capacidad de trabajo a prueba de
cualquier exigencia y una lealtad sin límites, acreditado todo ello por una
hoja de servicios, es decir de éxitos, que no tiene parangón en la democracia
española. Así que cuando anoche, en la tertulia de Hora 25, el colega Emilio Contreras, que fue
subdirector de Opinión del diario ABC y que hoy es director de comunicación de
una de nuestras grandes empresas, decía que tras la victoria de Cristina
Cifuentes estaba el trabajo de Marisa González, “una señora muy lista” (sic) que sabe dónde tiene que acudir una
candidata en una campaña electoral, sentí la necesidad de escribir estas
líneas, aunque solo fuera para decir que, como más mayor que Emilio Contreras que soy, “yo la vi primero”.
Vaya la justicia –que no el elogio- que hago de Marisa González
no en detrimento del excelente trabajo que, primero como diputada regional y
luego como delegada del Gobierno en Madrid y finalmente como candidata a la presidencia
regional, ha hecho Cristina Cifuentes, sino en todo caso como reconocimiento también del acierto
al nombrarla su directora de Comunicación, hasta convertirse ambas en una
especie de “ticket” electoral para la
victoria.
Porque, no nos engañemos, la
comunicación es hoy día fundamental –y cada vez más- en todas las actividades y mucho más en la política. Pero
la mayor parte de los políticos la entienden como un inevitable e incluso molesto departamento que
en no pocos casos utilizan para cubrir sus puestos con periodistas afines que
lo mismo sirven para hacer unos resúmenes de prensa que para distribuir el “maná” de la publicidad institucional de
acuerdo a simpatías, filias y fobias o incluso para escribir los discursos del “jefe” y elogiarlos luego como
corresponsal de un periódico (y me
refiero al vergonzoso caso del entonces presidente balear y su director de
comunicación). Así que, lejos de especialistas en comunicación política,
muchos políticos se rodean de gentes que “compran”
el ditirambo a cambio de determinadas prebendas o simplemente de un trato de favor (contaba el genial Miguel Ángel Aguilar que
minutos antes de la rueda de prensa de ayer de Mariano Rajoy en el Partido
Popular, una compañera le dijo que el presidente solo contestaría a tres preguntas
de tres medios –Libertad Digital, Tele 5 y El País-, tras lo cual se daría por
finalizada la comparecencia del presidente; y, efectivamente, a pesar de que
fueron decenas las manos que se levantaron para preguntar a Rajoy, solo contestó
a tres preguntas, exactamente las de los medios que la colega había adelantado
a Aguilar).
Cristina Cifuentes, sin
embargo, ha tenido el acierto de elegir una directora de Comunicación experta
en… Comunicación política. Una persona que ha sabido resaltar sus evidentes
perfiles positivos, absolutamente permeable a la opinión y a las iniciativas de
Marísa González, y consciente de la necesidad de saber comunicar a los
madrileños su indiscutible capacidad para ser presidenta de la Comunidad de Madrid.
Cuando hace tres años y
medio Alberto Ruiz-Gallardón se fue de la alcaldía de Madrid, quienes sabemos
que el éxito de la trayectoria de Gallardón estaba cimentado en buena parte por
el trabajo de Marisa González como su directora de Comunicación durante más de
veinte años no nos explicamos que no le pidiera que le acompañara al
Ministerio de Justicia. Tampoco nos explicamos que la sucesora de Gallardón al
frente de la alcaldía, Ana Botella, no contara con Marisa, que prefirió marcharse
sin ruido alguno, que es otra de sus virtudes; en su casa estuvo, hasta que
Cristina Cifuentes, que la conocía sobradamente aunque nunca la ex delegada
trabajó como “cazadora de talentos”,
le pidió que se sumara a su proyecto. Dejadme añadir una pequeña maldad: mirad
dónde están Gallardón y Ana Botella y dónde están Cristina Cifuentes y Marisa
González Casado.