miércoles, 23 de octubre de 2013

Rajoy, bajo la lluvia

Lo oigo reiteradamente y no doy crédito. Cuando los periodistas abordaron ayer a Mariano Rajoy para preguntarle su opinión sobre la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos, el presidente del gobierno español se limitó a decir: “Está lloviendo mucho, gracias”.

Le doy a Mariano Rajoy siete alternativas (y hay muchas más) a su florido verbo:

1. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento al conocer que esa sentencia va a suponer la puesta en libertad de muchos asesinos”.

2. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Y después no tengo por menos que lamentar que desde 1978 hasta 1995, años en parte de los cuales yo fui diputado de la Nación, no propusiéramos una modificación del Código Penal para que los terroristas cumplieran la integridad de las penas a que fueran condenados con la limitación de 40 años”.

3. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Como heredero que soy de los anteriores gobiernos asumo mi parte de responsabilidad, porque no cabe duda de que había otras fórmulas bien diferentes de la doctrina Parot, que ahora Estrasburgo echa abajo, para impedir el dolor añadido que para las víctimas supone ver cómo salen en libertad los asesinos de sus hijos, madres, padres, hermanos, amigos, etcétera”.

4. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Por otra parte, quisiera enviar a la opinión pública el mensaje de que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo forma parte de nuestro ordenamiento jurídico y, por tanto, debemos respetar sus decisiones, por más que yo desde luego no la comparto. Ahora no es al gobierno al que corresponde ejecutar esa sentencia, sino a los tribunales juzgadores de los delitos por los que está encarcelada la etarra que recurrió la aplicación de la llamada doctrina Parot y de los delitos de cuantos terroristas u otros delincuentes a quienes se les haya aplicado”.

5. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Ya he telefoneado al jefe de la oposición, el señor Pérez Rubalcaba, para que juntos hagamos una declaración pública sobre el tema. Ya saben ustedes que el terrorismo es una cuestión de Estado y, como tal, cualquiera de sus aspectos tiene siempre el acuerdo de los dos grandes partidos de la Nación”.

6. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Por otra parte, lamentando los inevitables efectos que tendrá la sentencia de la puesta en libertad de asesinos que fueron condenados a miles de años de cárcel, quisiera enviar a los terroristas el mensaje de que desde el gobierno y desde el parlamento, donde estoy seguro de que encontraré la unanimidad de todos los grupos, actuaremos con contundencia y denunciando los hechos en los órganos judiciales correspondientes cualquier acto que, con motivo de la puesta en libertad de esos asesinos, suponga la exaltación del terrorismo o cualquier otro delito o infracción incluso administrativa”.

7. “Antes de hacer cualquier valoración sobre la sentencia, permítanme una vez más solidarizarme con las víctimas del terrorismo, a las que se dirige mi primer pensamiento. Y permítanme también decirle a la banda terrorista que la decisión de Estrasburgo no mitiga ni un ápice la derrota que los demócratas hemos infligido a ETA después de tanto dolor como han generado en su más de medio siglo de actividad asesina”.

Cualquier cosa, presidente, menos el ridículo del “está lloviendo mucho, gracias”. Cualquier cosa, presidente, que no resulte tan miserable como lo que dijo usted ayer… Son demasiados crímenes, demasiados años de cárcel, demasiados asesinos, demasiado dolor como para que el presidente del gobierno español lo despache con la lluvia que, a buen seguro, tampoco moja a Mariano Rajoy.




Gloria Risco y Noticias Madrid Norte

Conocí a Gloria Risco en Onda Madrid, cuando la redacción de la emisora autonómica intentaba mantener una independencia amenazada constantemente por el intervencionismo de Esperanza Aguirre y por el ejemplo (¿) de Telemadrid, que hacía las delicias del gobierno regional, al que el canal de televisión autonómico estaba entregado con un entusiasmo digno de aquellas adhesiones inquebrantables de infausto recuerdo.


Gloria Risco había llegado a la emisora como colaborada a tanto la pieza, es decir desde abajo, porque a buen seguro concibe nuestro oficio tan alejado del poder como próximo al resto de la sociedad. Para comprender lo que supone el a tanto la pieza, bastaría con revelar que en mis comienzos profesionales a ese tipo de colaborador, que siempre ha existido, se le llamaba la pelagra, una enfermedad provocada por la carencia de vitamina B3 y que, entre otros efectos, tiene el de ansiedad, depresión, insomnio y hasta alteraciones estomacales. No os asustéis, porque el a tanto la pieza no lleva a esos extremos a los periodistas, aunque hambre sí que pasan, ya que el tanto es siempre bastante menos que la pieza. Pero Gloria Risco se sacudía el hambre –si realmente la pasaba- con esa permanente sonrisa y contagiosa alegría que le hacía aceptar siempre de buen grado cualquier encargo informativo que recibiera, incluso el mensaje a García (en las viejas escuelas de periodismo se utilizaba ese concepto para explicar las excelencias de un reportero, si con la única referencia del apellido era capaz de encontrar el García al que realmente iba dirigido el mensaje en un país donde los garcía se cuentan por millones).

La transformación de Gloria Risco ante el micrófono ya entonces era espectacular. Igual daba el tema que tratara en sus crónicas, siempre impecables en su construcción, porque todas ellas transmitían frescura y credibilidad. Para Gloria nunca había comienzo o fin de jornada… Entendía el periodismo como una causa a la que hay que entregarse las veinticuatro horas del día… Y, claro, en cuanto había el hueco de una sustitución en aquella redacción de la Ciudad de la Imagen, siempre se pensaba en Gloria Risco como la primera candidata a ocupar el puesto. Y así fue creciendo profesionalmente, por cierto sin pisar a nadie ni abrirse paso a codazos, sino extrayendo lecciones de cada noticia, de cada testimonio, empapándose de cada tema que tocaba o que se tocaba en el boletín o el informativo en el que trabajaba. Luego, terminada la suplencia, volvía a la pelagra con el mismo entusiasmo que había puesto en su trabajo en la redacción de la Ciudad de la Imagen.

El norte de Madrid era su escenario natural… Lo conoce como la palma de su mano… Los ayuntamientos de las ciudades, pero también los de los pueblos carecen de secretos para ella… No le son ajenos ni una sola de sus instituciones ni cualquier espacio susceptible de albergar una noticia… Las notas de prensa no son para ella un argumento sino una herramienta más –y ya decidirá si fundamental o auxiliar- para configurar una crónica.

Un buen día acarició el sueño de hacer algo más. No es Gloria Risco amiga de ensoñaciones, así que se puso manos a la obra. Y nació Noticias Madrid Norte (http://www.noticiasmadridnorte.com/), una web que recoge cuanto de noticia hay en la zona norte de esta Comunidad Autónoma y en la que, curiosamente, no aparece el nombre de Gloria Risco, porque entre sus virtudes están también la de sumar y jamás restar, la de integrar y nunca separar, condiciones sine qua non para crear y para dirigir equipos, que es el camino en el que ahora mismo se encuentra.

Me asomo a Noticias Madrid Norte cada día; escribo desinteresadamente en Noticias Madrid Norte todas las semanas, aunque sería más acertado decir que escribo con el interés de formar parte de un equipo y de un proyecto que acabará liderando la información de esa zona fundamental de la región madrileña; y por días y por semanas veo cómo la web de Gloria Risco crece en interés, en información, en diseño y en anunciantes, que son quienes hacen viables los proyectos informativos. Y cada semana busco en cualquier rincón de mi memoria o en el fondo de mi retina el recuerdo más oportuno o la imagen más reciente para comentarlos en Noticias Madrid Norte en 400 palabras, en 400 golpes que quiero sumar a esa maravillosa opera prima de aquella Gloria Risco a la que conocí en sus comienzos entre los micrófonos de Onda Madrid. Y lo hago con la misma ilusión que escribía las crónicas en mis tiempos de pelagra, con la misma que Gloria Risco pone en todo cuanto hace en este maravilloso oficio que tanto amamos. 

martes, 22 de octubre de 2013

Infamia consumada

José Antonio Zarzalejos ex director de El Correo y de ABC, extraordinario jurista y mejor articulista si cabe, ha puesto hoy el dedo en la llaga en su notebook de El Confidencial (http://blogs.elconfidencial.com/espana/notebook/2013-10-22/el-desolador-fracaso-del-estado-summa-ley-summa-iniuria_44253/): La sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo evidencia el desolador fracaso del Estado español.

Negro sobre blanco: Desde 1973 hasta 1995 no se le ocurrió a nadie –ni a los gobiernos ni a los sucesivos parlamentos- una modificación del Código Penal para que los terroristas cumplieran la integridad de las penas a las que fueran condenados sin posibilidad alguna de redención, con el límite de 40 años. Para colmo, esos 22 años arrancan prácticamente con el asesinato del almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno todavía en la dictadura del general Franco, y se extienden durante el período preconstitucional o la transición y desde 1978 en plena democracia. Y esos fueron –como recuerda Zarzalejos en su artículo-  los años de los más terribles crímenes de la banda terrorista: Hipercor, cuartel de La Jota de Zaragoza (los primeros ataúdes blancos), Plaza de la República Dominicana de Madrid, calle Juan Bravo, también de Madrid, y así hasta cientos de tremendos crímenes protagonizados por los dos comandos más mortíferos de ETA: el Comando Madrid y el itinerante, dirigido éste por Henry Parot, que acabó dando nombre a la doctrina del Supremo ahora revocada por el Tribunal de Estrasburgo.


La salida de prisión de la sanguinaria etarra Inés del Río (en la foto)  es, simplemente, la consecuencia de lo que Zarzalejos llama desolador fracaso. Porque, a mi juicio, no se puede analizar la situación a la que nos ha abocado la sentencia de Estrasburgo desde esta excarcelación, como tampoco desde las que vendrán muy pronto, con un adelanto de nueve años sobre lo que suponía la aplicación de la “doctrina Parot”, terrorista que, por cierto, va a seguir en la cárcel porque sobre él pesa otra condena ya con el nuevo Código Penal y el cumplimiento íntegro de las penas.

Los crímenes cometidos por Inés y los demás etarras merecerían la cadena perpetua, una pena que no está prevista en nuestro Código Penal. Y por debajo de esa pena, todas me parecen especialmente escasas después de ver, como he visto, buena parte de los peores atentados de ETA: Desde el del guardia Pardines Arcay y que supuso la carta de presentación de la banda, aunque ocho años antes, en 1960, había matado a la niña de 22 meses Begoña Arroz cuando un comando hizo estallar una bomba en la consigna de la estación ferroviaria de Amara, en San Sebastián. Al entierro de aquel guardia civil asistí como enviado especial del diario Pueblo, y luego tuve que cubrir informativamente el asesinato del comisario de Irún, Melitón Manzanas; y el primer secuestro, el del cónsul honorario de Alemania en San Sebastián, Eugene Beihl, y el de Felipe Huarte, y la mayor parte de los tremendos asesinatos de ETA, incluyendo el de la Operación Ogro, que acabó con la vida del almirante Carrero Blanco, en las postrimerías del franquismo.

Quiero decir que habiendo visto todo esto y hasta el atentado de junio de 1993 en la Glorieta López de Hoyos de Madrid, muy cerca de los estudios de Antena 3, en la calle Oquendo, y cuya onda expansiva destrozó buena parte del control del estudio en el que yo entrevistaba por teléfono al entonces secretario general del PP, Álvarez Cascos, el debate no debería estar en si nueve años más o nueve años menos, sino en qué fue lo que tendría que haberse hecho y no se hizo para que los etarras cumplieran la integridad de sus condenas.

Porque la evidencia es que, más tarde o más temprano, saldrán a la calle. Y se necesitará una gran dosis de generosidad por parte de la sociedad para cruzarte por la calle con el asesino de tu padre o de tu marido o de tu hijo o de tu vecino o de tu amigo o de cualquiera de los trabajadores del orden público que te protegen a ti y a los tuyos. Esa misma frase, la de la generosidad, fue pronunciada por ese gran demócrata y extraordinario vasco que fue Juan Mari Bandrés en un coloquio celebrado sobre el final del terrorismo –creo recordar que en plenas negociaciones de Argel, que fue una de las grandes y frustradas esperanzas del final de ETA- en Madrid, en el Centro Cultural de la Villa (lo que hoy es el teatro Fernán Gómez) y en el que por primera y única vez participaron representantes de todo el arco parlamentario de entonces, incluyendo a Herri Batasuna.

No llegó entonces el final de ETA, que ha sido derrotada por el Estado de Derecho y que ha dejado de matar hace tres años. Pero no deja de ser paradójico que una de sus más sanguinarias terroristas salga de prisión antes que sus compañeros entreguen las armas a causa de lo que Zarzalejos califica de desolador fracaso del Estado. Consumada la última infamia, solo falta que se permita que el relato etarra sea épico, como pretende la banda, y no criminal, como demanda la historia, que son también palabras de José Antonio Zarzalejos. Escrito de otra manera, que nadie nos arrebate el verdadero relato de la historia, porque solo nosotros, los demócratas, tenemos la legitimidad y también mucho dolor para contarla.

viernes, 18 de octubre de 2013

La imparcialidad del jurado

            El juicio a José Bretón por la muerte de sus dos hijos en Córdoba fue una verdadera lección práctica sobre el Tribunal del Jurado y la mejor prueba de su eficacia, en cumplimiento, por otra parte, de la Constitución de 1978 y, más concretamente de su artículo 125: “Los ciudadanos podrán ejercer la acción popular y participar en la Administración de Justicia mediante la institución del Jurado, en la forma y con respecto a aquellos procesos penales que la ley determine…”  Y un Tribunal del Jurado va a ser quien juzgue a los padres de Asunta, acusados del asesinato de su hija el pasado mes de septiembre en Santiago de Compostela.

De acuerdo precisamente a la Ley Orgánica 5/1995 del Tribunal del Jurado, que lo regula, el magistrado instructor ha comunicado hoy a las partes esa decisión, fundamentada en el apartado 1.a) del Artículo 1 (Competencia del Tribunal del Jurado): “…tendrá competencia para el enjuiciamiento de los delitos atribuidos a su conocimiento y fallo por esta u otra Ley respecto de los contenidos en las siguientes rúibricas:

a) Delitos contra la vida humana...”

Y en el apartado 2 del mismo artículo 1, especifica que “el Tribunal del Jurado será competente para el conocimiento y fallo de las causas por los delitos tipificados en los siguientes preceptos del Código Penal:

a) Artículos 405 a 410 , ambos inclusive (homicidios e infanticidios)…”

Como es sabido, el asesinato es un homicidio con algunas de las circunstancias contempladas en el Código Penal y que agravan la responsabilidad criminal, que en el caso de Asunta son alevosía (imposibilidad de defensa de la víctima) y parentesco (los acusados son sus padres), sin perjuicio –imagino- de que se les puede atribuir también la premeditación.


El abogado de Rosario Porto –así se llama la madre de Asunta, que aparece en la foto junto a una agente de la Guardia Civil-, que desde que se hizo cargo de su defensa recurre contra todo lo que se mueve (permítaseme la expresión, con  absoluto respecto al sagrado deber de la defensa), ha dicho que el jurado no será imparcial. Confieso que soy beligerante defensor del Tribunal del Jurado y como tal fui distinguido en su día por la Asociación Pro-Jurado, cuando en España se discutía aún si debía o no aprobarse una Ley que, por otra parte, había estado vigente en nuestro país desde 1888 hasta 1936 en que la Junta de Defensa Nacional se la llevó por delante, como tantas otras cosas que mucho tenían que ver con las libertades. Pero es cierto que en muchos casos, como el de la muerte de los hijos de José Bretón a manos de su padre, se ha discutido hasta la saciedad sobre la imparcialidad del jurado, con el argumento de que ha recibido durante meses información de todo tipo sobre los gravísimos hechos que han de juzgar, información que algunos se empeñan en calificar de “juicio paralelo”. Se ha llegado a escribir que sería conveniente que los jurados no conocieran los hechos antes de su enjuiciamiento, cosa que es imposible hoy, cuando los canales de información llegan hasta los transportes públicos.

Insisto en que el juicio a José Bretón fue una magistral lección práctica que demostró que el procesado tiene incluso más garantías con la decisión de nueve personas (los nueve jurados) que con la de tres (los magistrados que forman los tribunales profesionales). Y todavía hay un elemento corrector que supone una garantía más para el procesado: mientras las decisiones exculpatorias y el veredicto de inocencia solo requieren una mayoría simple de los jurados (es decir, cinco votos) las inculpatorias y el veredicto de culpabilidad requieren la mayoría cualificada de siete de los nueve jurados. Escrito de otra manera: los enemigos del Tribunal del Jurado pueden guardarse para las charlas de café su frase de que “si soy inocente, que me juzgue un tribunal profesional; pero si soy culpable, mejor que me juzgue un jurado”, atribuyendo así sibilinamente la posibilidad de un mayor margen de error al jurado que al tribunal profesional.

Reitero mi respeto al sagrado deber de la defensa, pero no tengo más remedio que escribir que si el letrado de Rosario Porto, al dudar de la imparcialidad del jurado, se refiere a que sus componentes, por no ser profesionales del Derecho, se van a ver influenciados a la hora de emitir su veredicto por lo que llamamos ahora presión mediática, yo le preguntaría si tres magistrados no estarían también influenciados por la misma presión mediática, consistente –no se olvide- en contar cómo unos padres asesinaron a su hija adoptiva días antes de cumplir los 13 años.

Me resisto a decirle al abogado defensor de Rosario Porto que es cierto que en la Exposición de Motivos de la Ley del Jurado se cita en siete ocasiones la palabras imparcialidad, pero solo una de ellas en referencia a los componentes del jurado, mientras que las otras se refieren al juez instructor que, obviamente, es un profesional. El legislador, en esta exposición de motivos, ya se preocupó de la imparcialidad del jurado al explicar que “…la Ley prevé la posible recusación por las partes presentes en el inicio de las sesiones. El fundamento de la recusación admitida, incluso sin alegación de causa por el recusante, no es otro que el de lograr, no ya la imparcialidad de los llamados a juzgar, sino que tal imparcialidad se presente como real ante los que acuden a instar la Justicia. Pero tal ideal, que exigiría la inexistencia de límites en la recusación, ha de conciliarse con las exigencias de que la Institución no se vea frustrada en su funcionamiento efectivo.”

Y ya en el texto propiamente de la Ley, la única referencia a la imparcialidad del jurado es en el enunciado del juramento que deben prestar sus componentes y que dice textualmente así:

«¿Juran o prometen desempeñar bien y fielmente la función del jurado, con imparcialidad, sin odio ni afecto, examinando la acusación, apreciando las pruebas y resolviendo si son culpables o no culpables de los delitos objeto del procedimiento los acusados..., así como guardar secreto de las deliberaciones?»

El problema que tienen los abogados de los padres de Asunta es cómo neutralizar los evidentes indicios de criminalidad de sus patrocinados que han llevado al magistrado instructor, con la conformidad del fiscal (no se olvide) a acusar a ambos del asesinato de su hija, y de los que, dado el secreto de las actuaciones, que hoy ha prorrogado el juez otros 30 días, solo conocemos algunos: La falsedad de la madre al presentar la denuncia de la supuesta desaparición de su hija, afirmando que se había quedado en casa haciendo los deberes, lo que desmintieron las grabaciones de cámaras de seguridad en el recorrido que ella y la niña hicieron a esa misma hora en el coche de la ahora procesada; la alta concentración de medicamento encontrado en el cuerpo de la víctima, que coincide con el que toma su madre; y, en fin, la cuerda con la que fue atada de pies y manos la niña, cuyo color y composición coincide con el de un bobina encontrada en la casa de campo de la madre, situada a cinco minutos del lugar en el que fue hallado el cadáver de Asunta.

Y escrito todo ello con absoluta imparcialidad.


domingo, 13 de octubre de 2013

Carta abierta a Cruz Morcillo

Me ha vuelto a conmover, Cruz, tu último post en ese magnífico blog (magnífico hasta en su título, Crimen y Testigo). No me conmueve, Cruz, tu generosa referencia (escribes mi nombre con el “don” delante), ni tampoco la que haces de mi hijo Manu, ¡qué va, Cruz…!. Me conmueve volver a encontrarme con reporteros como tú, con la sensibilidad que destilan tus crónicas, tus entradas en el blog, tus intervenciones en el programa de Ana Rosa, lo que Manu me cuenta de ti. Me conmueve comprobar que todavía existen -¡existís, Cruz, existís!- reporteros que no miráis el reloj, que no pedís días libres, que, en efecto, colega, en efecto, ejercéis el sacerdocio del “reporterismo de sucesos”.

Porque fui y sigo siendo un reportero, pero por otras muchas razones que estoy seguro de que también conoces, he sentido ante la tremenda muerte de Asunta lo mismo que tú, y me he hecho las mismas preguntas… Como me las hacía cuando era un “sucesero”, como decís ahora… ¿Qué extraños mecanismos entran en funcionamiento en la mente humana a la hora de matar? ¿O cuál fue el último pensamiento de esos jóvenes guardias civiles en ese microbús que al paso por la calle Juan Bravo es reventado por una bomba cuya poder calorífico es capaz de derretir cristales blindados? ¿Y estaban dormidos esos niños cuando en mitad de la noche saltaron por los aires en un cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza…? Me las hice siempre. ¿Y sabes, Cruz…? Bueno, ¡qué tontería! Parezco un periodista político haciendo preguntas retóricas. Claro que sabes lo que te voy a decir: nunca te acostumbras…

Pero te haces eco en tu blog, Cruz, de lo que yo llamo abiertamente la última “caza de brujas” de muchos colegas (¿?) que nos acusan de sordidez, de actuar como jueces, de alimentar no sé qué circos, de revelar secretos… Aunque solo sea para devolverte tantos regalos como me haces reivindicando y ejerciendo el periodismo –sin apellidos-, nada menos que el periodismo, te voy a hacer una confidencia:

Era subdirector ejecutivo del Diario Pueblo y, en consecuencia, había abandonado la calle, como decimos en nuestro argot. Fue la madrugada del domingo 28 de noviembre de 1983. Había salido al cine, porque el sábado no se trabajaba en la Redacción ya que, como periódico de tarde, Pueblo no se publicaba los domingos. A mi vuelta a casa, Manu, mi primogénito, estaba despierto y me saludó con un “¿te has enterado del accidente de avión?”. Y me explicó que un jumbo de la comapañía colombiana Avianca se había estrellado en la aproximación hacia Barajas, en Mejorada del Campo. Tenía mi hijo entonces 17 años y quiso acompañarme, auinque ni decir tiene que llamé a mi hermano Miguel Garrote, fotógrafo del periódico, y me fui con ellos al escenario del accidente aéreo. Por cierto, escrito quede entre paréntesis: En alguna ocasión he oído contar a mi hijo que aquella experiencia de una noche invernal rodeado de cuerpos sin vida, restos del avión, ulular de sirenas, luces que acentuaban el aspecto fantasmagórico del escenario, fue lo que le decidió a estudiar periodismo y a elegir la especialidad de sucesos. Aquella crónica fue probablemente la última que hice para el periódico, porque pocos meses después se puso fin al mismo, insostenible como era un diario que procedía de los sindicatos verticales del franquismo, por más que su gran impulsor y mi primer maestro, Emilio Romero, nos permitiera durante los muchos años que fue director unas cotas de libertad inimaginables en esos tiempos.

Y aquella crónica la escribí con la misma intensidad que la primera, con el mismo realismo, procurando trasladar lo que vi, lo que vimos aquella noche en Mejorada del Campo... Y en contra de lo que dicen ahora esos colegas políticamente correctísimos pero periodísticamente como mínimo dudosos, lo hice sin truculencias ni sordidez, sin alimentar no sé qué extraño circo.… Conté, Cruz, lo que ví… Tomo el espejo del  “Rojo y Negro” de Stendhal para escribir que nosotros contamos lo que el espejo refleja sin culpar al espejo; es decir, contamos, en todo caso, la crónica del ser humano, que desgraciadamente tiene sus miserias, y no hay más que acudir a las crónicas de la política que, por cierto, escriben esos colegas (¿?) tan políticamente correctos y tan sospechosos periodísticamente.

Estar allí y contarlo… ¿Sabrán estos mccarthystas de vía estrecha lo que significa esa frase? Más fácil, colega: ¿es que lo suceseros no tenemos derecho a responder a los qué, quién, cuándo, cómo, dónde, porqué y para qué? ¿Y ellos sí….? ¿Ellos tienen derecho a llenarnos la comida o la cena de las miserias de los bárcenas, camachos, rubalcabas, eres fraudulentos, pujoles, corrupciones varias…? ¿Sabes, Cruz? También estoy de acuerdo contigo en que al final de lo que nos acusan en realidad es de hacer un trabajo que ellos son incapaces de realizar. 

Desconocen estos cronistas de la nada que la sordidez también se mueve entre los manteles de hilo que cubren las mesas de los restaurantes de lujo en los que les hacen filtraciones interesadas (¡y luego lo califican de exclusivas!)  los psicópatas de la política para seguir alimentando el hemicirco ese (¡menudo circo, Cruz!) en el que, al parecer, tenemos depositada todos nosotros la soberanía popular.

Quiero terminar esta carta abierta, Cruz, con otra confidencia y, si me permites la presunción, in bellezza, que dicen los italianos. Mi hija, Zhou li Marie, adoptada en China hace 10 años, y que hoy tiene 14, y que estudia en el Liceo Francés, presenta mañana en su clase de Literatura una “pequeña redacción” que la profesora les ha pedido a todos los alumnos como un ejercicio dentro del estudio de Georges Perec, el abanderado del Nouveau Roman francés. La profesora quiere que narren tres recuerdos de la escuela, estructurado en tres párrafos que empiecen con el calificativo “el más…”. El último que narra Zhou li es, como le ha pedido su profesora, el “aparentemente más original”, y yo te lo traduzco, Cruz:


“El tercero es aparentemente el más original. Estaba en clase de CM2 y un día, durante el recreo, en el patio, mi profesora de “moyenne section” (N. del T.: En el sistema francés es el primer tramo de primaria) me pide ir  a cantar una canción en chino para sus alumnos, porque están trabajando sobre el tema de China. Y le dije que sí. Estaba un poco nerviosa, pero muy contenta a la vez. Volvía a la primera clase que conocí en el Liceo Francés cuando llegué de China. Al volver, sentí el mismo ambiente de ternura que viví con esta profesora a lo largo de toda mi “moyenne section”. Había escogido una canción de “Año Nuevo”. Comencé a cantar intentando no temblar ante tantos niños atentos, curiosos y contentos. Por momentos, yo me veía sentada en su sitio, cantando y aprendiendo la lengua que es ahora la mía. Al final, todos me aplaudieron. Y yo tengo una foto que mi profesora Françoise me dio algún tiempo después para que tuviera ese recuerdo”.

Por mi parte, ilustro esta líneas con esa foto y te dijo algo más, Cruz: ¡Claro que pienso en Asunta,…! ¡Y no sabes cuánto…! ¡Con qué cercanía, con cuánta empatía, con qué afinidad…!

Un beso.

Manuel.