Sigo con
atención el proceso del fichaje de José Ramón de la Morena (“El Larguero”, de
la SER) por Onda Cero. Trataría así la cadena de Atresmedia de neutralizar los
efectos de la salida de Carlos Herrera de su parrilla que, de hecho, le ha
supuesto la pérdida del segundo puesto en audiencias de las radios españolas.
Subsanaría también el fichaje del comunicador, como se dice ahora, el histórico error del entonces presidente de Onda Cero,
González Ferrari (hijo de Antonio González Calderón y como tal paradigma del deterioro de la raza) de no hacerse con el
equipo de Carrusel Deportivo de la SER comandado por Paco González, Pepe
Domingo Castaño y Manolo Lama, cuando hace seis años abandonó la cadena de
Prisa y acabó fichando por la de los obispos. Pero una vez expuestos los probables
efectos del que sin duda será el fichaje de la próxima temporada radiofónica,
como la anterior fue el de Carlos Herrera, trato de explicar la frase que da
título a estas líneas: García vuelve a Onda Cero.
No me refiero a la posible
entrevista que ya ha anunciado José Ramón de la Morena con el hombre al que el
periodismo deportivo y la radio deben más en nuestro país y al que tanto el conductor de El Larguero como
su equipo de entonces apalearon hasta abatirlo en la audiencia de los
programas deportivos de la medianoche, bien es cierto que contando la SER con el
llamado antenicidio, aquel golpe de
mano de Polanco y sus mariachis que
supuso la voladura controlada de la cadena que había tenido la osadía de
superar a la de Prisa liderando las audiencias en España. Con el golpe de mano,
la SER sumaba las casi 150 emisoras (los”postes” decimos en el argot) de
Antena 3 de Radio y se cargaba esta cadena. Desde entonces la SER viene
liderando las audiencias de radio en España merced a ese aumento del número de postes además de la indiscutible calidad
de sus programas. Y García fue mucho más que un símbolo de aquella Antena 3 de
Radio, como antes lo había sido en la mítica Hora 25 de la SER, que, como Antena
3, creó Manuel Martín Ferrand que a no
pocos nos ha dejado huérfanos con su temprana desaparición.
Fue una
compañera de aquella Antena 3 de Radio, a la que luego encontré felizmente en
otras aventuras profesionales, la que con su envidiable capacidad de análisis
me respondió cuando todavía en pleno éxito de García le dije que escuchara
con atención “El Larguero” porque,
con unos modos que eran antítesis de los utilizados por García, a mí me parecía que amenazaba su liderazgo. “Es otro
García”, me respondió con la contundencia de quien tiene formado un juicio
tan sólido y maduro como certero… Lo discutimos durante mucho tiempo, pero el
juicio de la compañera se iba imponiendo conforme José Ramón de la Morena avanzaba
y García, ya en Onda Cero tras su paso por Cope, retrocedía, hasta que el primero ocupó el liderazgo con la cooperación
necesaria del antenicidio, como queda
escrito.
La
realidad era que el supuesto humor revestido de un cierto paletismo de De la Morena frente
al más ácido de García; el supuesto espíritu de equipo del primero frente al personalismo del ya veterano de la “Hora Cero”; el
supuesto respeto del “paleto de Brunete” frente
a la falta del mismo del apodado “butanito”;
la supuesta humildad del conductor de El
Larguero frente a la soberbia del creador de las noches radiofónicas
deportivas, entre otras muchas y siempre supuestas diferencias, formaban parte
de una estrategia, que incluía también francotiradores, porque colaboradores de De la Morena hubo que llegaron incluso a
descalificar a García llamándole… ¡viejo! porque se acercaba ya a los sesenta años mientras los De la Morena boys no pasaban de los 35…
Y cuando los aciertos informativos de De la Morena, el repetido antenicidio y
también los errores de García le dieron el liderazgo a José Ramón, éste se reveló efectivamente como otro García en el que se imponían la falta de respeto, incluso los insultos, su
prepotencia con desprecio hacia compañeros, las bestias negras, esa especie de dictadura
de la que formaba parte la amenaza que para directivos o dirigentes deportivos más que para deportistas suponía enfrentarse al líder… La única
diferencia es que el “pablo, pablito,
pablete,,,” de García en referencia a Pablo Porta, presidente entonces de
la Federación de Fútbol, era sustituido por las descalificación de Villar con
otros epítetos… El “se bebe hasta el agua
de los floreros” era sustituido por “tiene
el dinero por castigo” o el “tiralevitas,
abrazafarolas o chupópteros” de García tenían también sus sinónimos en El Larguero.
Así que
ahora, en su momento más próximo a García, José Ramón de la Morena se va a
Onda Cero…, años después de que García la abandonara para encaminarse a un dorado retiro del que de vez en cuando emerge con sus habituales estridencias. No es casualidad que el director general de la cadena haya reunido a
De la Morena y a Javier Ares, que hace las tardes/noches deportivas de sábados
y domingos en la cadena de Atresmedia, para garantizarse una necesaria paz
porque Ares, mayor que De la Morena, conserva una independencia que altera el
ecosistema del mando absoluto y el conmigo o contra mí que el chico de Brunete impone, una vez más
como hacía García.
Algunos de
los que siguen en Onda Cero, como aquella compañera de tan sólidos, fundamentados
y certeros juicios, se echarán a temblar ante la vuelta de García en versión
ahora de José Ramón de la Morena. Y está por ver, por cierto, si sin los postes
del antenicidio, el chico de Brunete
–ya no tan chico- sigue con más audiencia que Larrañaga o Corrochano, que cada medianoche
dan en Cope una lección de cómo hacer un programa deportivo sin “delamorena,
delamorenita, de la morenete” ni “garcía, garciíta, garcíete” y sin necesidad
de abrazar farolas, lamer culos, tirar de levitas, beberse hasta el agua de los
floreros, tener el dinero por castigo o descalificaciones de compañeros como
escuché a De la Morena tan solo unos días antes de su muerte la del compañero
Gaspar Rosety, referencia de los narradores de fútbol de nuestro país, aunque
ya, como diría la guerrilla de Brunete, un
poco viejo.