martes, 14 de mayo de 2013

Cristina Cifuentes, en el centro

El desayuno informativo protagonizado por la Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha puesto los focos de la actualidad sobre esta política madrileña que es toda ella credibilidad. Su presentación por parte de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ha sido interpretado como el gran espaldarazo para mayores aventuras de una política que es uno de los pocos valores seguros que en estos momentos puede exhibir un partido zarandeado por la tremenda crisis económica y por su todavía no aclarada financiación y el papel que en la misma desempeñó el tesorero que ocultaba decenas de millones en cuentas en Suiza; por un gobierno al que sostiene pero que es incapaz siquiera de explicar las insoportables cifras del desempleo y que carece de política informativa y/o de comunicación; cuestionados de forma permanente los escasos perfiles políticos y magros currículum sin siquiera el contraste de las urnas de la alcaldesa de Madrid y del presidente de la Comunidad Autónoma; y para colmo víctima partido y gobierno de las recientes encuestas que reflejan las dificultades que el PP tendría de renovar mandato tanto en el gobierno municipal como regional, patrimonio de los populares desde 1989 el primero gracias a una moción de censura, y desde 1991 el de la Comunidad Autónoma. Ni que decir tiene que la propia Cristina Cifuentes se ha encargado de desmentir cualquier pretensión de otro cargo que no sea el muy comprometido que con tanta brillantez y eficacia viene desarrollando desde enero de 2012, pero el problema no son sus aspiraciones sino las necesidades que el Partido Popular tendrá a partir del próximo año, cuando comience la cuenta atrás para las elecciones municipales y autonómicas de 2015 y las legislativas de meses después.


Llegado a este punto, se hace preciso decir cuanto antes que entre esas necesidades estará la de políticos y políticas situadas en el centro del espectro político que es donde se cosechan las victorias electorales en este país desde octubre de 1982 (e incluso desde las municipales de 1979), cuando Felipe González decidió colgar la chaqueta de pana de la misma percha que había colgado antes el marxismo y la bandera republicana. Y en el Partido Popular más de uno es aferra a la figura de Cristina Cifuentes, por su impecable currículum y trayectoria políticos, su formación jurídica, su vocación universitaria y su experiencia nada menos que durante seis legislaturas en la Asamblea de Madrid, en la que ocupó, entre otros, los puestos de portavoz adjunta del Grupo Popular y vicepresidenta primera. Y en los demás partidos se teme la solidez de esta mujer que dice lo que piensa no sin antes pensar bien lo que va a decir. Su imagen de modernidad, su defensa a ultranza de las libertades, su equidistancia de familias o grupos, su claridad, su insólita independencia después de un cuarto de siglo perteneciendo al Partido Popular y también su indiscutible centrismo configuran un futuro que puede estar lo mismo en el ayuntamiento de Madrid que en el gobierno regional o en  cualquier ministerio.

No será ella quien mueva un solo dedo ni abra batalla alguna no ya para ocupar sino ni siquiera para aspirar a otro puesto que no sea el que viene desempeñando con indiscutible éxito. Pero que nadie dude de que acudirá allá donde la necesite el partido con la misma vocación de servicio que ha tenido y que conserva por entero desde su participación en las elecciones europeas de 1989 en el puesto 57 de la entonces Alianza Popular. Y con la misma entrega y dedicación que ha puesto en todos los cargos que ha desempeñado desde entonces.

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