martes, 18 de junio de 2013

Indicios y pruebas

Lo de hoy solamente ha sido la primera de las duras pruebas que le esperan a José Bretón… Faltan todavía la minuciosa reconstrucción de lo que él hizo relatada por agentes policiales, peritos y testigos; el veredicto de culpabilidad, la sentencia condenatoria y muchos años de cárcel en los que, en la soledad de su celda, es más probable que le asalten las tremendas imágenes de sus dos hijos sin conocimiento o quizás muertos antes de que fueran reducidos a cenizas en el horno crematorio que preparó y encendió, que no desde luego las imágenes que hoy ha querido trasladar a los componentes del jurado, incluso con un teatral sollozo, de un niño corriendo al encuentro de su padre o una niña pidiéndole agua por las noches…


Como ha dicho María del Reposo Carrero, la letrada que representa la acusación particular, lo importante no ha sido lo de hoy, el relato sobradamente conocido que viene haciendo José Bretón, sino las sesiones en que declararán policías y peritos. Y eso a pesar de los tres primeros indicios de contradicciones, que empiezan a debilitar ese relato de Bretón: las pastillas tranquilizantes que le pidió al psiquiatra que hoy ha mantenido que las tiró, cuando antes dijo que se las había llevado a su casa de Huelva; la gran humareda detectada por los servicios de Infoca, el servicio andaluz de lucha contra incendios forestales, coincidiendo en su procedencia, fecha y hora con las que se supone quemó a sus hijos, y de la que Bretón nunca había hablado, pero que ayer situó en las proximidades de la finca escenario del doble crimen, pero no aquí;  y, en fin, el hecho de que de las respuestas a las preguntas que hoy le han realizado, se deduce que faltan o sobran bidones de gas-oil que él compraba con un celo ahorrador que merecía mejor causa que alimentar el horno crematorio en el que quemó a sus dos hijos.


Indicios y no pruebas… Pero nadie ha dicho que un veredicto de culpabilidad y una sentencia condenatoria necesiten pruebas, sobre todo si la principal –los dos niños- han sido incinerados a unas temperaturas que ni siquiera permiten encontrar el ADN en los pequeños restos hallados. Recuerdo un caso –seguro que hay muchos más- en que la desaparición del cadáver no sirvió de exculpación a los procesados: el de Santiago Corella, “el Nani”, un delincuente muerto en un interrogatorio policial, y cuyo cadáver fue hecho desaparecer por los propios agentes. También ellos mantuvieron ante un tribunal un relato bien diferente que concluía con la fuga del delincuente en el curso de la reconstrucción del delito por el que había sido detenido. Pero los tres magistrados que juzgaron a los policías pensaron que existían indicios suficientes para condenar a los procesados, y así fue reflejado en su sentencia condenatoria, que mandó a prisión durante 29 años a tres policías, uno de ellos Comisario y que luego fue luego confirmada por el Supremo, y rechazado por el Constitucional el recurso presentado ante este Tribunal.  

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