lunes, 24 de junio de 2013

Frío asesino, pésimo actor

Si la primera semana de sesiones del juicio oral que sienta en el banquillo a José Bretón fue la del cerco de la verdad a la fantasía del propio procesado, los comienzos de esta segunda nos desvelan a un acusado en el que sus dotes interpretativas dejan mucho que desear. Algo de esto vimos también la pasada semana, en que pretendía amenazar y amedrentar con su mirada a los testigos, como si fuera un chulo de barrio; o con su medido autocontrol postural, incluyendo el escaso pestañeo; y, sobre todo, con el improvisado sollozo cuando hablaba de cómo su hijo corría a sus brazos cuando salía de la guardería, que no hubiera pasado ni la primera prueba para una plaza de  meritorio en una de las antiguas compañías de cómicos de la legua. Aquél sollozo no produjo ni una lágrima y fue poco más que una inflexión o un cambio de tono de la voz.

La sesión de hoy nos ha descubierto a un pésimo actor, además de un frío asesino, que eso quedó al descubierto hace mucho tiempo… Cualquier coartada que hubiera preparado José Bretón –y fueron muchas, por cierto a cual más torpe- se habría dado de bruces con la pobre interpretación que hizo de un padre que acaba de perder a sus dos hijos, de dos y seis años, en un parque de Córdoba. El desfile de testigos de hoy, todos ellos presentes aquella tarde en el parque donde el procesado dijo que había perdido a los niños, es un mentís más al relato que Bretón construyó desde que su esposa le anunció el divorcio y él decidió la más terrible venganza.

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