Permítaseme resumir en un marcador la primera semana del
juicio oral que sienta en el banquillo a José Bretón, acusado de la muerte de
sus dos hijos, Ruth y José: Acusación, 4 – Bretón, 0. Quiero decir que en las
cuatro jornadas consumidas de prueba testifical (el lunes estuvo dedicado a la
selección del jurado popular) ni siquiera el inicial interrogatorio al
procesado fue favorable a éste que, a pesar de su bien estudiado papel, cayó
en tres contradicciones.
Para hacerse una idea de la marcha del juicio oral bastaría
con afirmar que lo más favorable al procesado no ha sido una declaración, sino
el sonoro silencio de sus padres y de sus hermanos Catalina y Rafael, acogidos
al derecho que la ley les otorga de no declarar al ser familiares en primer
grado. Hasta su cuñado, José Ortega, que se ha refugiado en el “no recuerdo” para evitar algunas
respuestas comprometidas, ha señalado a José Bretón como responsable de la
desaparición de los niños, aunque no acepta que él los hubiera matado. Y el
testimonio de la cuñada del procesado, la esposa de su hermano Rafael, tampoco
ha sido precisamente de descargo, al explicar que se tuvo que callar ante muchas
humillaciones que José Bretón tuvo con Ruth, su esposa, y que su cuñada
presenció.
Si a todo ello añadimos el testimonio del psiquiatra, que
presentó a Bretón como obsesivo y dominante
y que asegura que cuando acudió a su consulta, pensó que utilizaría a sus
propios hijos contra su mujer, y el de varios testigos que sitúan al procesado
en la finca “Las Quemadillas” en los días previos al de la desaparición de los
niños, completamos una semana en la que, por primera vez desde que tomó la
tremenda decisión, Bretón empieza a encontrarse con la realidad de unos hechos
que, a pesar de su autoría, se niega a aceptar.
Nos quedan de la sesión de hoy dos gestos que disfrazan de
humanidad a José Bretón: la mirada a su padre, tan alejada de la intimidatoria que
utilizó en días previos con varios testigos, y todavía más los besos a su madre al llegar y
salir ésta de la sala y la mirada con la que la recibió, recogida en la foto que encabeza estas líneas..
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