Cuando el pasado miércoles, como cada 30 de julio, se celebró la Misa en memoria del fundador
de El Corte Inglés, habían pasado 25 años desde su muerte y seguramente Ramón Areces
se removería en su tumba alarmado ante la crisis en la que se encuentra el
gigante que él construyó, y que es consecuencia no solo de la del consumo que
sufre España sino de enormes errores
estratégicos y de gestión.
En la Junta General de agosto de 2013,
su sobrino y sucesor, Isidoro Álvarez, que no hace mucho se quejaba en un
círculo muy íntimo de la soledad en que se encuentra (a la que, por cierto, su
singular carácter y proverbial egoísmo no le son ajenos), nombró director
general a quien a su vez es sobrino suyo, Dimas Gimeno, lo que parecía suponer que
al fin había llegado un cambio generacional en la gestión. Pero tres meses
antes de la Junta General
de finales de este mes (es decir, cuando apenas han pasado nueve meses del
anterior nombramiento) Isidoro Álvarez ha contratado como asesor de la presidencia
a Manuel Pizarro, uno de los más brillantes empresarios (su resistencia al
frente de Endesa a la OPA
hostil lanzada por Gas Natural forma parte de la más exitosa historia bursátil
de nuestro país, que, por cierto, le agradecen cientos de miles de pequeños
inversores) y juristas (es licenciado en Derecho y abogado del Estado) y 25
años mayor que el flamante director general. Y más grave aún resulta que,
después de difundir de aquella manera,
como se difunden ahora las noticias de El Corte Inglés, los objetivos de Dimas
Gimeno (“Los cinco cambios que quiere
para que El Corte Inglés deje de ser un dinosaurio” titulaba un estómago agradecido a los pocos meses
del nombramiento), la contratación de Manuel Pizarro se explica –también
entrecomillado- “para profesionalizar la
gestión”. A la vista de estas palabras y al menos que se haya hecho
público, ninguno de los aficionados que
gestionan El Corte Inglés ha pedido la cuenta (y eso que las liquidaciones
suelen ser generosas) ni tampoco una epidemia de crisis depresiva ha invadido
los grandes despachos de Hemorsilla 112, sede de la compañía. Digamos que si a
sus bien alimentados ocupantes cualquier decisión les importa una higa,
opiniones y comentarios solo les producen una irónica sonrisa aferrados como están
a sus privilegios y bicocas con los que El Corte Inglés ha pagado fidelidades
(no lealtades) y en muchas ocasiones silencios que son cómplices (en la revisión que desde el más allá el
fundador haría de la asistencias a la
Misa conmemorativa comprobaría la ausencia por primera vez –murió este año-
de uno de los que se llevó a la tumba algún secreto testamentario del mismísimo
don Ramón).
Sea como fuere y al margen
opiniones, no parece descabellado pensar que Manuel Pizarro recibirá el
encargo, si no lo tiene ya, de sacar a Bolsa una parte del capital de El Corte
Inglés, a lo que don Ramón siempre se resistió y a lo que su sucesor está
abocado, incapaz como ha sido de adecuar a los tiempos que iban llegando un
modelo de gestión que ha acabado demostrando su incapacidad de responder a los
retos que la moderna distribución le ha ido planteando. Si a todo ello se añade
que la proverbial discreción de la
Casa ha saltado hecha añicos con un cambio traumático en la
dirección de Comunicación, nos encontramos con que la empresa referencia de la
distribución en nuestro país, incluida entre las más importantes del sector en
el mundo, se va dejando ventas, beneficios y prestigio a jirones al mismo ritmo
que su presidente, Isidoro Álvarez, va marginándose en los “posados” de la
marca España en los que aparecen en primera fila y sonrientes ejecutivos de
indiscutible éxito y liderazgo auténtico no adquirido a través de “puertas
giratorias”, gastos publicitarios o lo que en la misma casa es calificado de
“pesebre” (y corramos un tupido velo sobre otras “contribuciones”, que haberlas
haylas y, sobre todo, hubo; ¿o se nos han olvidado las famosas comisiones del
AVE y el incidente de la furgoneta, al que sacó provecho y buen trabajo el
marido de una destacada figura del foro?).
Bastaría repasar titulares
de periódicos y, sobre todo, de periódicos en la red, convertida, como es
sabido, en territorio de libertad donde lo que antes era miedo, cortapisas y
condicionantes encuentra ahora terreno fértil, para contar y cantar las verdades
del barquero. Como la que me confesaba recientemente un destacado profesor de
una de nuestras grandes escuelas de negocios: “Antes, se estudiaba El Corte
Inglés como ejemplo de éxito excepcional, de aquella pequeña tiendecita junto a
Preciados al gigante de la distribución; hoy estudiamos las razones de la
tremenda crisis que vive”.
Cuando el pasado año saltó a las primeras páginas de los medios la necesidad de un préstamo de más de 5.000 millones para la
empresa que creíamos imbatible en todos los aspectos, saltaba con ella a la
plaza pública el resultado de la gestión de estos 25 años; y lo que es peor:
los detalles de la negociación explicaban más incluso que el montante de la
misma la verdadera situación del autocalificado “gigante de la distribución”.
Porque los bancos (finalmente fueron 27 los que firmaron el préstamo sindicado)
exigieron la garantía de los más importantes edificios de El Corte Inglés que,
por otra parte, ponía negro sobre blanco uno de los más graves errores
estratégicos de la compañía. Sí, porque mientras Inditex, la creación de
Amancio Ortega cuyo crecimiento tan nervioso –y ahora se ven la razones- pone siempre a Isidoro Alvarez, viene realizado una política inmobiliaria de futuro
(los mejores y más emblemáticos edificios en las mejores esquinas de las
mejores capitales del mundo), El Corte Inglés sigue aferrado al modelo de anticipar su instalación incluso a la urbanización de una zona (con lo que una crisis económica se puede llevar por delante cualquier cálculo de amortización y beneficio) o lo que
el “triángulo de Pozas” (donde hoy se levantan los grandes almacenes de
Argüelles, en Madrid) es ejemplo, es decir, edificios de casi imposible
reconversión. Pero volviendo a la operación del préstamo –no se olvide: para
refinanciar su deuda bancaria-, hay que sumar la venta del 51% y la gestión de
la financiera de los grandes almacenes al Santander, lo que da idea de que a El Corte Inglés el "traje", que ya tenía brillos en fondillos, empieza también a reventarle por las costuras.
Hay muchos más errores
estratégicos que han tenido como consecuencia la profunda crisis que vive el
gigante con pies cada vez más débiles. Hemos citado a Inditex y Zara; y
podríamos citar a Roig y Mercadona; o a Carreforur y Leroy Merlin… O,
simplemente, esa especie de huida hacia delante (¿os suena Galerías Preciados?)
que ha supuesto la apertura de centros en los que se oye decir a los en otro
tiempo entusiastas y hoy desmotivados vendedores: “Aquí no entra ni el viento…”
En próximos capítulos.
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