viernes, 8 de agosto de 2014

Corrupción, 100%; política, 0%

Cuando tras la primera victoria electoral de Felipe González (202 diputados el 28 de octubre de 1982), el presidemte del gobierno pronunció en un áspero debate parlamentario la frase de “no he recibido ni un duro ni una peseta ni de Flick ni de Flock” desmintiendo la ayuda que una trama alemana con el nombre del poderoso empresario de ese país venía haciendo a la financiación del PSOE con millones de marcos, se empezaba a construir un sistema que ha acabado imponiendo su ley treinta años después: la corrupción, como sistema de gobierno.
Cuando cuatro años después, en 1986, se elabora la llamada Operación Roca u Operación Reformista, alentada desde Catalunya por Convergencia i Unió con Jordi Pujol al frente y Miquel Roca i Junyent como punta de lanza en Madrid, y después de una campaña de miles de millones de pesetas no obtiene ni un solo diputado con menos de un 1 por 100 de votos, se sigue construyendo el sistema de la corrupción como forma de gobierno, porque ni siquiera se devolvió el dinero de aquella operación a los bancos, que pagaron religiosamente el impuesto político.
Cuando en el primer ayuntamiento socialista de la capital de España, dirigido por Tierno Galván, modelo el viejo profesor de honradez, un concejal socialista denuncia el escándalo de la recogida de basuras, el sistema empieza a salpicar también las administraciones locales.
Cuando Luis García Cereceda, el genial promotor inmobiliario autor de la lujosa urbanización “La Finca”, en Pozuelo de Alarcón, y que acabaría siendo conocido como el inmlobiliario amigo de Felipe González, desvela que de vez en cuando él reunía en su casa a políticos, “como Adolfo Suárez y Manuel Fraga con colegas inmobiliarios y constructores y al final de la cena cada uno daba en un sobre lo que podía”, la corrupción se iba abriendo paso por encima de programas o de gestión honrada de la cosa pública.
Cuando el mismo Luis García Cereceda acude al alcalde de Pozuelo de Alarcón para tratar de convencerle de una modificación para su lujosa promoción, y el alcalde se resiste y le recuerda que “tú alcalde, tienes diez hijos, y yo tengo para ti diez millones”, y el edil lo acaba echando del despacho, a García Cereceda ni siquiera le llama el juez, sino que en las siguientes elecciones municipales el alcalde ya no es candidato y le sustituye Jesús Sepúlveda, hoy ex marido de la ministra de Sanidad –la que no ve el Jaguar en su plaza de garaje y no sabe quién paga los excepcionales cumpleaños de sus hijos con cañones de confetis- que luego acabaría hasta las cejas en la trama Gürtel y, por cierto, viviendo en La Finca durante un tiempo, cuando se separó ya de hecho de la todavía ministra, continúa avanzando inexorable la corrupción como sistema de gobierno.
Cuando mucho antes nos enteramos de que el director general de la Guardia Civil utiliza los fondos reservados para sus francachelas, viaja a París y se hospeda en el más lujoso de los hoteles, se compra un apartamento en la capital francesa y mete mano hasta en las obras de los colegios de huérfanos de la Benemérita parece estar pasándose cualquier línea roja.
Cuando asistimos a la “boda de Estado” de la hija de un presidente de gobierno dado a confundir lo público con lo privado y descubrimos a invitados como “el bigotes”, al que algunos conocíamos como “el chico de los recados” de alguna cadena de emisoras de radio y que no hacía mucho te lo encontraste con un “Montecristo” especial en la boca, calzado con zapatos italianos y vestido con un traje de cuidado corte y camisa y corbata de seda natural, y te había dicho, acompañado de un significativo guiño de ojos, que se dedicaba a organizar los actos del Partido Popular, es inexorable que la corrupción rampa por todos los lugares del país.
Cuando Florentino Pérez, hoy flamante y exitoso empresario, como ayer era ingeniero de Caminos en paro, pasa de una concejalía del último ayuntamiento dedocrático de Madrid (el de Juan de Arespacochaga) a las listas electorales de UCD (la de José Luis Álvarez), recorre otros puestos de segundo nivel, se queda por cierto al frente del llamado Partido Reformista después del fracaso de 1986 y reaparece comprando pequeñas empresas desde las que construye su imperio después de aprender el modus operandi de las concesiones, todos sospechamos qué es lo que está pasando.
Cuando de pronto empiezan a filtrarse llamadas telefónicas de “te quiero un huevo”, “¿te ha gustado lo que te he mandado?”, aprendemos que Louis Vuitton es sinónimo de exquisitez, que hay relojes de decenas de miles de euros, que se puede vivir en Arturo Soria en un chalé con ascensor dedicándose a la política con un salario de apenas 80.000 euros al año, que los políticos gastan trajes a medida con pretinas italianas y que es posible pagar diez veces el valor de cualquier servicio para meter en el bolsillo propio nueve de ellas, parece ya tarde para evitar que la corrupción se apodere definitivamente del sistema de gobierno.
Cuando al tesorero de un partido le encuentran decenas de millones de euros en paraísos fiscales, se descubre que las obras de la sede se paga con dinero negro, un juez concluye que hay caja B en el principal partido del país, el presidente le envía a su tesorero sms pidiéndole que aguante, no queda duda alguna.
Cuando se mezcla la empresa y la política, los dúplex de lujo en la Costa del Sol a precio de ganga y la esposa de un presidente autonómico con salario multimillonario en una patronal y el en otro tiempo simple licenciado en derecho y funcionario cambia de casa a un “casoplón” y sus hijas van a universidades privadas y tiene un matrimonio de servicio y varios coches en la puerta para que las niñas no tengan que coger el autobús, nos tememos que la política paga algo más que las comidas…
Cuando en un debate parlamentario en Catalunya el líder de la oposición les dice a quienes han gobernado durante más de veinte años que “su problema es el 3 por 100”, y todos sabemos lo que quiere decir, pero el autor de la frase tiene que rectificar y retirarla al día siguiente, sabemos lo que está pasando.
Y los medios callan, porque la publicidad institucional es el precio; y hay órdenes de arriba para que no se toque el gobierno de la Comunidad de Madrid; e Ignacio González llama pins a los millones que nos cuesta la “telesperanza” o “telemadrid” o como se llame, y se entremezclan empresarios y políticos, y al presidente de la Ceim, Arturito “el deudas”, le llaman “el ministro sin cartera” de Esperanza Aguirre, y el ex presidente de la patronal, Gerardo Díaz-Ferrán, cuando todavía creía que era impune, señalaba a la lideresa y decía “esta tía es cojonuda” y Esperanza Aguirre se hinchaba y se hinchaba y se iba a bailar un chotis a un centro de la tercera edad o a decir la chorrada esa de “a mí no me tiembla el pulso para cesar a los corruptos…” que se han corrompido, por cierto, a su lado.
Y luego llega Pujol y los hijos de Pujol y las propiedades de Pujol y el parque automovilístico de los Pujol y, peor, las pólizas de seguro de los deportivos y los coches de lujo de los Pujol –apenas el precio del seguro de una vespa-, y tiene la cara de decir que no tiene nada que ver con el proceso soberanista. ¿Y qué ha financiado entonces la escalada hacia el independentismo, las manifestaciones, las convocatorias, los anuncios, la parafernalia, quién y como se ha creado ese perverso sistema…?
Pero hay algo mucho más grave…Todos los políticos –con responsabilidades en los partidos- saben sobradamente lo que pasa. Todos los políticos saben que con el dinero de los militantes no se paga ni los mecheros que se repartían en aquellas campañas electorales ni tampoco con lo que paga el Estado por voto y por diputado…
Pero el problema ya no es el tres por ciento. El problema ahora es el ciento por ciento de corrupción y el cero por ciento de política. Ése es el problema.




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