Lleváis un mes a
vueltas con la exitosa iniciativa y los árboles no os dejan ver el bosque de
las razones de su existencia. Porque Podemos
no es ni las artes de comunicación de Pablo Iglesias, que las tiene;
ni su discurso imposible, que lo transmite en cuanto tiene ocasión; ni
la utilización de la palabra “casta”,
y pronúnciese poniendo contundencia en la “c”
del comienzo y arrastrando la “ese”
hasta golpear a la “t” de manera que
la sílaba tenga un tono de descalificación. Tampoco Podemos es La Sexta y Cuatro, las dos cadenas de televisión que han
lanzado al estrellato la coleta más famosa de los últimos años.
Podemos, no os engañéis, es la respuesta
a la corrupción. Podemos es el molt honorable Jordi Pujol metido a delincuente.
Podemos es el 3 por 100
que Pasqual Maragall citó con gran escándalo en su toma de posesión como
presidente de la Generalitat y que ahora se ve para lo mucho que da. Podemos antes fue Bárcenas y el plasma
de Rajoy y las promesas electorales incumplidas y las obras de la sede del
Partido Popular pagadas con dinero negro y Jaume Matas y el periodista
que escribía sus discursos que luego loaba en las páginas del periódico del que
era corresponsal y todo queda en casa y el ático de lujo de la Costa del Sol y
los jamones ibéricos con experto cortador incluido camino de la vergüenza del relaxing
cup of café con leche in Plaza Mayor y la hija del Rey y su consorte con
más cara que estatura y la ministra que no se entera de que en su plaza de
garaje había un Jaguar ni de quién paga los cañones de confetis de los
cumpleaños de sus hijos y mucho antes la boda de Estado en El Escorial y
las puertas giratorias que van de la Sanidad pública a la sanidad privada o de
la judicatura a El Corte Inglés. Podemos
es la libre interpretación de la encuesta de población activa con el milagro
de los panes y los peces pero al revés: se crea empleo pero se trabaja
menos horas, es decir, venga no nos engañéis destruís empleo y lo sustituís por
contratos basura. Y Podemos es
también la descalificación que de Podemos
hacen los partidos políticos, con el verso suelto de Esperanza Aguirre a la
cabeza (repita, doña Esperanza: “Yo también soy Podemos...)
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