sábado, 5 de julio de 2014

In memoriam

Nos whatsSappeábamos de vez en cuando. Uno de esos mensajes se lo envié mientras devoraba literalmente lo que nunca pensé que acabaría formando parte de su mejor testamento: “Sótano Octavo”, un testimonio valiente de cómo enfrentarse al cáncer, según proclama la portada.


Lo conservo en mi portátil: “He leído “Sótano octavo” y siento la necesidad de decirte que he descubierto al Rafael MARTÍNEZ SIMANCAS más brillante, más irónico, más mordaz, más tierno, más sensible, más humano, más maduro como escritor que jamás ví. Enhorabuena por las lecciones que encierran ese libro, y no es la menor la lección de vida que supone cada frase, cada pinchazo, cada ángel (así llama Rafael a las enfermeras en el libro) que voy viendo página a página… ¡Cuánta esperanza transmite “Sótano Octavo” de que pronto podrás dedicármelo pleno tú de salud…! Gracias, maestro. Un abrazo y besos al Víctor que te ha traído duendes y hadas en complicidad con su hermana”. Víctor, que es hijo de Rafa y Lidón, que hoy tiene 12 años y es gemelo de la pequeña Lidón, le había escrito unas frases que servían de verdadero pórtico a su libro:
“Papá: sé que lo tuyo es un asunto de hadas, ogros y duendes.
Las hadas son el sistema inmunológico, tu médula.
Los ogros son el linfoma que ataca a tu sistema.
Los duendes son la quimioterapia.
Como las hadas no pueden con los ogros llaman a los duendes y con ellos luchan para expulsarlos”.
Me contestó, como hacía siempre… Con sus gotas de humor, de ironía, también de sabiduría: “Gracias por leer de manera inteligente el libro. Decían en “Amanece que no es poco”: ¡Cuántos grandes libros se han echado a perder por leerlos mal”.
He querido que fuera literatura, narración periodística y poca autocompasión porque detrás de un bisturí no hay poesía.
Gracias por comprarlo, eso se notará en las ventas del mes. Un abrazo y adelante. Nosotros, como Belmonte, en realidad hemos nacido esta mañana”.
En ninguna sala de quimioterapia de nuestros hospitales debería faltar este “Sótano Octavo” que ya forma parte del testamento -me atrevería a escribir del testamento vital- de un periodista brillante, de un compañero indispensable, de un amigo leal, de un padre ejemplar… El día que nos encontremos allá donde esté, seguro que tiene una frase brillante para disculparse por haberse ido sin dedicarme su libro.

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