martes, 12 de febrero de 2013

Los problemas de Arturo Fernández


            Le atropellan los problemas a Arturo Fernández en lo que, a todas luces, parece que es una huida hacia delante. Al vicepresidente primero de la gran patronal o Ceoe, presidente de la madrileña (Ceim) y de la Cámara de Comercio de Madrid, propietario de un complejo entramado de empresas de hostelería en general y restauración en particular, experto en conseguir concesiones de catering para instancias oficiales y ministro o consejero sin cartera del gobierno regional de Madrid (otros le llaman noveno consejero, porque los oficiales son ocho), que hace algunas semanas tuvo que dar explicaciones –nada convincentes, por otra parte- sobre una deuda de más de medio millón de euros que le reclama la Seguridad Social, parece que le han pillado en un episodio sobrecogedor –tan de moda desde la aparición de los papeles de Bárcenas-, y todos los datos apuntan a que parte de los salarios devengados por sus empleados –más de 2.000- lo pagaba en dinero B y en sobres para que, curiosamente, no devengaran ante la Seguridad Social.

Añádase también a ello la inquietud, que no es nueva, de sus proveedores por los retrasos en los pagos, el cierre de alguno de los emblemáticos restaurantes que adquirió en su huida hacia delante y la millonaria deuda que le reclama el ayuntamiento andaluz de Mojácar por el impuesto de bienes inmuebles de un hotel de su propiedad y ahora cerrado, y sacaremos la conclusión de que no soplan buenos vientos para las patronales españolas, después del escándalo de Díaz Ferrán –hoy ilustre recluso de la prisión de Soto del Real-, curiosamente concuñado de Arturo Fernández, y ahora con el escándalo de éste. Además de su relación “familiar”, une al ex presidente de la gran patronal y al que a no mucho tardar dejará de ser presidente de la madrileña algo más: su admiración y confianza con Esperanza Aguirre. Si para Díaz Ferrán “Esperanza es cojonuda”, expresión recogida por un micrófono indiscreto en el curso de un acto cuando, claro, Gerardo no andaba aún tras los barrotes, para Arturo Fernández la ex presidenta madrileña es mucho más. Y si es verdad que a los santos hay que adorarlos por la peana, no debe ser ajeno a esa especie de do ut des de la relación de Arturo con Esperanza o de Esperanza con Arturo, el hecho de que éste se apresurara a nombrar vicepresidenta de la Ceim  y adjunta a la presidencia –es decir, a él mismo-, espléndidamente pagada por cierto, a Lourdes Cavero, esposa de Ignacio Gonzàlez, el delfín de la lideresa y hoy presidente de la Comunidad de Madrid, además de propietario del “cholloático” en la Costa del Sol que tenía alquilado a precio de chabola.


Tampoco Esperanza Aguirre es ajena a la presidencia de Arturo Fernández de la Cámara de Comercio, puesto al que accedió después de alcanzar la presidencia de los empresarios madrileños. La lideresa movió todos los hilos para cargarse a Salvador Santos Campano en una maniobra que solamente la decencia y bonhomía de éste evitó que se convirtiera en un escándalo de grandes dimensiones. Y por algún sitio tengo yo una foto en la que, en el acto del relevo en la Cámara de Comercio, se aprecia una mirada de complicidad entre Esperanza Aguirre y Arturo Fernández en presencia de un Salvador Santos Campano que recoge los papeles. Como fue en el despacho de Esperanza Aguirre presidenta de la Comunidad donde se fraguó el repaldo de la patronal madrileña a la candidatura de Rosell como presidente de la Ceoe, a cambio de que Arturo Fernández fue nombrado primer vicepresidente de la gran patronal, que tiene un magnífico salario. Desconozco las tareas que Arturo Fernández hace en la Ceoe, además de erigirse en portavoz de la misma interviniendo en todos los medios como tal, pero si es lo que hacía como consejero de Bankia, donde tampoco era malo el salario, aviados están los empresarios. Recuérdese que con absoluta naturalidad, Arturo le dijo al juez que él no miraba las cuentas de Bankia que aprobaba: “Si la auditoría Deloitte decía que estaban bien las cuentas, no voy a leerlas”.


En uno de los espléndidos perfiles del diario El País con caricatura de Sciammaerella, publicado ayer, se apunta la relación de Arturo Fernández con el Rey Juan Carlos, al hilo del atentado hace casi cinco años en un hotel de Bombay, que nos deparó la impagable imagen de Esperanza Aguirre tomando el primer avión con destino a Madrid y su aparición ante la prensa con unos calcetines de emergencia o de “atrezzo” (como si la lideresa no hubiera tenido siempre un completo armario en su despacho de la Puerta del Sol), mientras los empresarios que le acompañaban en el viaje se quedaban en el hotel de Bombay con el miedo en el cuerpo. Dice El País que Arturo Fernández llamó por teléfono al entonces ministro José Blanco y al Rey. “Su Majestad al aparato. Y sin intermediarios”, escribe el autor del perfil. Pero se puede añadir que el sin intermediarios quiere decir que Arturo es uno de los pocos españoles que tiene el número del teléfono móvil del Rey y, por tanto, no necesita pasar por filtro alguno para hablar con el Jefe del Estado. Y falta decir también que en la conversación con el Rey, Arturo le dijo: “Sáquenos de aquí Majestad, sáquenos de aquí”, Y, por cierto, los sacó. Como más tarde, y sin que tenga que ver con este episodio sino con la estrecha relación con el Jefe del Estado, cuando Jordi Gutiérrez Roldán dejó su puesto de Relaciones con los Medios de Comunicación de la Casa del Rey, vinculado al diario trabajo con los Príncipes de Asturias, Don Juan Carlos le pidió a Arturo Fernández que le buscara un puesto, y se apresuró a nombrarle director de Comunicación de la Ceim.

Oigo en la Ser a mi admirado y siempre bien informado Felipe Serrano que en la Ceim piensan que Arturo Fernández está ya amortizado, pero que la reunión de mañana de su cúpula directiva no será sesión de cuchillos largos sino de solidaridad con su presidente, aunque con la boca pequeña, a la espera de que caiga a la primera inspección seria de Trabajo o de Hacienda si no toma la delantera la Fiscalía General del Estado.

Mientras tanto, el discurso de Arturo Fernández se parece cada vez más al de su concuñado antes de convertirse en ilustre (¿) recluso de Soto del Real. Dice Arturo que está siendo víctima de una caza de brujas pero que el objetivo es bien distinto, señalando a Esperanza Aguirre e Ignacio González. Lo mismito que Gerardo Díaz Ferrán, que decía que la situación de sus empresas era la muestra de lo que estaba ocurriendo con el empresariado español y que seguro que no se vería así si se hubiera avenido a lo que el entonces presidente Rodríguez Zapatero le pedía sobre la reforma laboral. Por si acaso, los dos grandes valedores de Arturo Fernández, Esperanza Aguirre e Ignacio González, le defienden pero con cautela. A su defensa le añaden una expresión que es todo un síntoma: “De momento”.


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