Le
atropellan los problemas a Arturo Fernández en lo que, a todas luces, parece
que es una huida hacia delante. Al vicepresidente primero de la gran patronal o
Ceoe, presidente de la madrileña (Ceim) y de la Cámara de Comercio de
Madrid, propietario de un complejo entramado de empresas de hostelería en
general y restauración en particular, experto en conseguir concesiones de
catering para instancias oficiales y ministro o consejero sin cartera del
gobierno regional de Madrid (otros le llaman noveno consejero, porque los
oficiales son ocho), que hace algunas semanas tuvo que dar explicaciones –nada
convincentes, por otra parte- sobre una deuda de más de medio millón de euros
que le reclama la Seguridad Social ,
parece que le han pillado en un episodio sobrecogedor
–tan de moda desde la aparición de los papeles
de Bárcenas-, y todos los datos apuntan a que parte de los salarios
devengados por sus empleados –más de 2.000- lo pagaba en dinero B y en sobres
para que, curiosamente, no devengaran ante la Seguridad Social.
Añádase también a ello la
inquietud, que no es nueva, de sus proveedores por los retrasos en los pagos,
el cierre de alguno de los emblemáticos restaurantes que adquirió en su huida
hacia delante y la millonaria deuda que le reclama el ayuntamiento andaluz de
Mojácar por el impuesto de bienes inmuebles de un hotel de su propiedad y ahora
cerrado, y sacaremos la conclusión de que no soplan buenos vientos para las
patronales españolas, después del escándalo de Díaz Ferrán –hoy ilustre recluso
de la prisión de Soto del Real-, curiosamente concuñado de Arturo Fernández, y
ahora con el escándalo de éste. Además de su relación “familiar”, une al ex
presidente de la gran patronal y al que a no mucho tardar dejará de ser
presidente de la madrileña algo más: su admiración y confianza con Esperanza
Aguirre. Si para Díaz Ferrán “Esperanza es cojonuda”, expresión recogida por un
micrófono indiscreto en el curso de un acto cuando, claro, Gerardo no andaba
aún tras los barrotes, para Arturo Fernández la ex presidenta madrileña es
mucho más. Y si es verdad que a los santos hay que adorarlos por la peana, no debe
ser ajeno a esa especie de do ut des
de la relación de Arturo con Esperanza o de Esperanza con Arturo, el hecho de
que éste se apresurara a nombrar vicepresidenta de la Ceim y adjunta a la presidencia –es decir, a él
mismo-, espléndidamente pagada por cierto, a Lourdes Cavero, esposa de Ignacio
Gonzàlez, el delfín de la lideresa y hoy presidente de la Comunidad de Madrid,
además de propietario del “cholloático” en la Costa del Sol que tenía alquilado a precio de
chabola.
Tampoco Esperanza Aguirre es
ajena a la presidencia de Arturo Fernández de la Cámara de Comercio, puesto
al que accedió después de alcanzar la presidencia de los empresarios
madrileños. La lideresa movió todos los hilos para cargarse a Salvador Santos Campano en una maniobra que solamente la
decencia y bonhomía de éste evitó que se convirtiera en un escándalo de grandes
dimensiones. Y por algún sitio tengo yo una foto en la que, en el acto del
relevo en la Cámara
de Comercio, se aprecia una mirada de complicidad entre Esperanza Aguirre y
Arturo Fernández en presencia de un Salvador Santos Campano que recoge los papeles. Como fue en el
despacho de Esperanza Aguirre presidenta de la Comunidad donde se
fraguó el repaldo de la patronal madrileña a la candidatura de Rosell como
presidente de la Ceoe ,
a cambio de que Arturo Fernández fue nombrado primer vicepresidente de la gran
patronal, que tiene un magnífico salario. Desconozco las tareas que Arturo
Fernández hace en la Ceoe ,
además de erigirse en portavoz de la misma interviniendo en todos los medios
como tal, pero si es lo que hacía como consejero de Bankia, donde tampoco era
malo el salario, aviados están los empresarios. Recuérdese que con absoluta
naturalidad, Arturo le dijo al juez que él no miraba las cuentas de Bankia que
aprobaba: “Si la auditoría Deloitte decía que estaban bien las cuentas, no voy
a leerlas”.
En uno de los espléndidos
perfiles del diario El País con caricatura de Sciammaerella, publicado ayer, se
apunta la relación de Arturo Fernández con el Rey Juan Carlos, al hilo del
atentado hace casi cinco años en un hotel de Bombay, que nos deparó la
impagable imagen de Esperanza Aguirre tomando el primer avión con destino a
Madrid y su aparición ante la prensa con unos calcetines de emergencia o de
“atrezzo” (como si la lideresa no hubiera tenido siempre un completo armario en
su despacho de la Puerta
del Sol), mientras los empresarios que le acompañaban en el viaje se quedaban
en el hotel de Bombay con el miedo en el cuerpo. Dice El País que Arturo
Fernández llamó por teléfono al entonces ministro José Blanco y al Rey. “Su
Majestad al aparato. Y sin intermediarios”, escribe el autor del perfil. Pero
se puede añadir que el sin intermediarios
quiere decir que Arturo es uno de los pocos españoles que tiene el número del
teléfono móvil del Rey y, por tanto, no necesita pasar por filtro alguno para
hablar con el Jefe del Estado. Y falta decir también que en la conversación con
el Rey, Arturo le dijo: “Sáquenos de aquí Majestad, sáquenos de aquí”, Y, por
cierto, los sacó. Como más tarde, y sin que tenga que ver con este episodio
sino con la estrecha relación con el Jefe del Estado, cuando Jordi Gutiérrez
Roldán dejó su puesto de Relaciones con los Medios de Comunicación de la Casa del Rey, vinculado al
diario trabajo con los Príncipes de Asturias, Don Juan Carlos le pidió a Arturo
Fernández que le buscara un puesto, y se apresuró a nombrarle director de
Comunicación de la Ceim.
Oigo en la Ser a mi admirado y siempre
bien informado Felipe Serrano que en la
Ceim piensan que Arturo Fernández está ya amortizado, pero
que la reunión de mañana de su cúpula directiva no será sesión de cuchillos
largos sino de solidaridad con su presidente, aunque con la boca pequeña, a la
espera de que caiga a la primera inspección seria de Trabajo o de Hacienda si
no toma la delantera la Fiscalía General
del Estado.
Mientras tanto, el discurso de
Arturo Fernández se parece cada vez más al de su concuñado antes de convertirse
en ilustre (¿) recluso de Soto del Real. Dice Arturo que está siendo víctima de
una caza de brujas pero que el
objetivo es bien distinto, señalando a Esperanza Aguirre e Ignacio González. Lo
mismito que Gerardo Díaz Ferrán, que decía que la situación de sus empresas era
la muestra de lo que estaba ocurriendo con el empresariado español y que seguro
que no se vería así si se hubiera avenido a lo que el entonces presidente
Rodríguez Zapatero le pedía sobre la reforma laboral. Por si acaso, los dos grandes
valedores de Arturo Fernández, Esperanza Aguirre e Ignacio González, le
defienden pero con cautela. A su defensa le añaden una expresión que es todo un
síntoma: “De momento”.
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