Si cuando este lunes se abran las oficinas de la gran
patronal, Ceoe, y de su regional de la Madrid , Ceim, no se recibe la dimisión de Arturo
Fernández como vicepresidente de la primera y presidente de la segunda habrá
que llegar a la conclusión de que este aspirante de medio pelo a mesonero
mayor del Reino prefiere que le sigan inmolando los medios de comunicación
antes de inmolarse él mismo, que es lo que hay que hacer cuando se traiciona
con prácticas absolutamente condenables al sector que te ha otorgado su
representación y, en definitiva, su confianza.
Se podrá preguntar que por qué precisamente este lunes, si ya dijo a los periodistas la pasada semana
que se tomaba un tiempo de reflexión sobre la vida misma. Y la respuesta es
clara: la vida misma de Arturo Fernández terminó de quedar al descubierto el
pasado viernes hasta tal punto, que lo lógico es pensar que el fin de semana
solo le ha servido al consejero sin cartera de Esperanza Aguirre antes y de
Ignacio González ahora –tal para cual- para preparar su despedida de los dos
cargos de tan alta representación que ostenta (tiene otros, pero caerán como
fichas de dominó en cuanto cese en Ceoe y Ceim).
Decididamente, el viernes no fue un buen día para él. Para
empezar, se filtró la noticia de que Arturo Fernández mantiene desde 2005 una
deuda con Turespaña de casi tres millones de euros por el impago durante tres años, los que mediaron
hasta 2008 en que le fue retirada la concesión que este organismo, dependiente
de la Secretaría
de Estado de Turismo, le había hecho de la cafetería y restaurante del Palacio
de Congresos del Paseo de la
Castellana esquina a la calle Capitán Haya de Madrid. Y es
que ante discrepancias surgidas con el casero, que trató de modificar las
condiciones de la concesión, Arturo decidió dejar de pagar las tarifas de
alquiler, explotación y mantenimiento del servicio del que era concesionario
nada menos que durante tres años.
Poco después, se supo que Arturo Fernández también debe dos
millones de euros a Ifema, de cuyo servicio de catering es igualmente concesionario.
En este caso hay otro escándalo añadido: el 33% de Ifema es propiedad e la Cámara de Comercio de
Madrid, de la que Arturito es presidente; y el 7% es propiedad de Bankia, de la
que Arturito fue consejero y cuyas cuentas firmaba sin mirar, como manifestó al
juez que instruye el sumario por lo ocurrido en esa entidad.
Y por si faltara algo, por la noche, en el programa
informativo más escuchado de la radio española, Hora 25, de la cadena Ser, fue
entrevistada una antigua trabajadora de Arturo Fernández, que contó con pelos y
señales cómo se pagaban fuera de nómina, en metálico y en sobres las horas
extraordinarias que hacían, la respuesta que obtenía cuando reclamaba
cualquiera de sus legítimos derechos y hasta la evidente connivencia entre los
representantes sindicales y la dirección de las empresas del presidente de
Ceim.
Ésta, por lo que se ve, ha sido la vida misma sobre la que
reflexiona Arturo Fernández. Y ya no caben ni más eufemismo, ni más tomaduras
de pelo, ni más huidas hacia delante… El ejemplo de su concuñado, Gerardo Díaz
Ferrán, al que, por cierto, cuando empezaron las dificultades que acabaron
llevándole a prisión él puso como paradigma de lo que sufrían los empresarios
con la crisis, debería bastarle para que esta misma mañana haga efectiva la
dimisión de sus cargos. Será divertido a partir de ese momento, el siguiente
movimiento dentro de Ceim, donde Lourdes Cavero, esposa de Ignacio González,
presidente de la Comunidad
de Madrid, es adjunta a Arturo Fernández y vicepresidenta.
En una larga conversación que he tenido este fin de semana
con uno de los hombres que mejor conocen las cloacas del Estado, las de muchos
ayuntamientos y las de no pocos gobiernos autonómicos, con la virtud, además,
de no haberse pringado ni los bajos de los pantalones, me decía que es que la
corrupción alcanza a todas las instituciones y a todos los partidos. Debe ser
–digo yo- la vida misma, tan parecida a la del Arturito de sus pecados.
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