Las dos primeras horas de La Sexta Noche del sábado fueron una lección de periodismo a lo
que, desgraciadamente, no estamos acostumbrados en los medios de nuestro país y
mucho menos en las televisiones. Periodismo, además, en tres de sus variadas
manifestaciones: la noticia, el análisis y el debate o, si se prefiere
aceptando su primera denominación, la tertulia. Si impecables fueron las
conexiones con los enviados especiales a Niza y los resúmenes de lo ocurrido en
la noche del jueves en el Paseo de los Ingleses de la capital de la Costa Azul
y las reacciones de los políticos españoles y franceses, la calidad del debate alcanzó
una altura similar a la de los mejores de las grandes televisiones
estadounidenses.
Ignacio Cembrero, experto en comunidades musulmanas; Chema
Gil, del Observatorio de Seguridad Internacional; Pedro Rojo, arabista y
presidente de Al Fanar, Fundación para el conocimiento árabe; David Garriga,
experto en terrorismo yihadista; Cécile Thibaud, corresponsal en España de la
revista francesa L’Express, y Manu Marlasca, jefe de investigación de La Sexta, celebraron un debate de gran altura,
en el que cada una de las intervenciones aportaba un dato diferente y
contrastado; en el que, a diferencia de las tertulias al uso, cada frase tenía el rigor del conocimiento del experto; en el que se deslizaban datos que
enriquecían el debate y orientaban al espectador; en el que hasta el lenguaje
era de una exquisitez propia de académicos; en el que -¡milagro!- los
tertulianos no se interrumpían ni hacían muecas de descalificación de lo que
otro exponía; en el que nadie elevaba la voz; en el que no se levantaba el
brazo para reclamar un turno por alusiones; en el que, en definitiva, unos
expertos hablaban solo de lo que sabían, y verdaderamente era mucho lo que
sabían. El debate se completó con una conexión con el coronel Pedro Baños, experto
en lucha antiterrorista, y con las opiniones de Jorge Verstrynge profesor
universitario, politólogo y geopolítico franco-español.
Frente a tanto opinador de ocasión, frente al simplismo de
tertulianos que acuden a los programas con el único afán de “hacer caja”, frente a tanto sectarismo
y manipulación, La Sexta Noche del sábado
en lo que se refiere al tramo aquí comentado (el programa es un contenedor de casi seis horas) fue una especie
de sueño que nos trasladaba al mejor periodismo que uno recuerda en su más de
medio siglo de ejercicio del más bello oficio del mundo.
Además, la dirección del programa tuvo el acierto –o acaso fuera la casualidad- de frente
a una hora de excelencia que pareció un minuto, llevarnos a antena una segunda
tertulia en la que se incorporaron lo peor de los debates de nuestras
televisiones: Eduardo Inda, periodista de conspiración, intoxicación y
manipulación; Francisco Marhuenda, ex jefe de gabinete de Mariano Rajoy en los
ministerios de los que fue titular el hoy presidente en funciones durante los
gobiernos de Aznar, y cuyo sectarismo “rajoyista”
solo es comparable a su excelente formación; y Javier Sardá, símbolo de la
telebasura del pasado, que ahora lava refugiado en las tertulias en las que
tiene un atropellado y confuso discurso desde legítimas posiciones de izquierda
o, si se prefiere, de antiderecha. A ellos se
sumó también el periodista Ignacio Escolar, director de eldiario.es, que es el permanente contraste
del profesional independiente frente a la manipulación y militancia que tanto
se lleva ahora en este oficio. Pero Ignacio pudo hablar poco, como siempre,
permanentemente interrumpido por las muecas de Marhuenda y los gritos de Inda.
Digo bien que fue un acierto de la dirección del programa
incorporar al debate anterior a Marhuenda, Inda y Sardá porque el contraste fue
abrumador. Parecía que hubiéramos cambiado de canal sin darnos cuenta… o que volvíamos
a lo peor de cada La Sexta Noche: a la jaula de grillos, al patio de vecindad en que se convierte el plató con estos
tertulianos. Ante tanto comentario improvisado, ante tanta falta de rigor, ante tanto desconocimiento, opté por recrearme viendo las caras de Cembrero, de Gil, de Cécile
y de Manu. Tengo grabada en la retina la sonrisa de sorpresa y vergüenza ajena (una especie de “pero qué está diciendo éste…”) de la periodista francesa Cécile Thibaud ante una intervención de Sardá... y la mueca de Cembrero cuando Marhuenda tuvo la ocurrencia de calificar a Putin de patriota...
Para completar el abrumador contraste, después de que Marhuenda, Inda y Sardá se liaran con los orígenes de la segunda
guerra mundial y lo mala que según Marhuenda dice la izquierda que es la
derecha y lo perverso que es Bush (Marhuenda dixit también) y referencias -¡otra vez!- a “los de las Azores” y Hitler y, claro, Irak, volvieron a intervenir Cembrero, Gil, Cécile
y Manu aportando datos, cada uno de los cuales por sí solo era una noticia: los lobos solitarios, los yihadistas exprés, el ejemplo de
la eficacia policial española en la lucha contra el yihadismo, el número –de 500 a 1.000- de yihadistas que han
vuelto de su entrenamiento en el Isis y que viven en Francia, la necesidad de
la coordinación de los servicios de inteligencia de Europa, el lamentable papel
de las monarquía saudí, lo fácil que para un camionero es atentar con un camión y lo difícil que para cualquier
Estado es parar un camión como el que
mató a 84 personas el pasado jueves en Niza, la estrecha vigilancia (monitorización le llamó Manu) a que
están sometidos el par de decenas de yihadistas que viven en España; las nuevas
medidas de protección (chalecos antibalas especiales) de la policía española ante
las armas que utilizan los yihadistas.Y por primera vez en la historia de La Sexta Noche los Inda, Marhuenda y Sardá callaron no diría yo que respetuosamente, sino más bien avergonzados si es que les queda alguna capacidad de autocrítica de la que quizás algún día tuvieron.
En definitiva, si la primera hora de La Sexta Noche fue una lección de
periodismo que nos regalaron a la audiencia quienes debatían sobre lo ocurrido
en Niza, la segunda hora fue también una lección para los “tertulianos de fortuna” que si solo hablaran de lo que saben, en
las televisiones españolas se produciría un sepulcral silencio.
Coincido con tu análisis. El programa me dejó idénticas sensaciones. Suscribo ese enorme contraste del que hablas entre el primer y segundo debate: la inclusión de los susodichos tertulianos provocó una significativa pérdida de calidad en la tertulia. Fue muy evidente. La cara de aquellos expertos que permanecieron, lo decía todo. Conscientes de que el status quo ya no era el mismo.
ResponderEliminarPara terminar, aprovecho para ver si puedes decirme el nombre de un tertuliano recurrente, experto en la temática sobre oriente medio, que no estuvo presente ayer en el panel de expertos, pero sí en otras ocasiones. Quisiera saber su nombre. Si recuerdo bien, se llama Pedro (pero no Pedro Rojo, sino otro). Desde ya, muchas gracias y a seguir.