jueves, 17 de diciembre de 2015

La legalidad, Floro, la legalidad...

Tengo en la nebulosa de mi memoria de los veinte años el intento del mítico presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, de trasladar el estadio del Paseo de la Castellana (concretamente al distrito hoy conocido como Fuencarral-El Pardo). Recuerdo una portada del diario ABC con la maqueta de la torre de cristal que iba a construirse en los terrenos en los que entonces y hoy se levanta el estadio madridista: 70 plantas y 268 metros, el edificio más alto de Europa en aquellos comienzos de la década de los setenta. Pero el alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro, se opuso desde el primer momento a la recalificación de los terrenos del estadio (equipamiento deportivo) para convertirlos en edificables. Ni que decir tiene que aquella nebulosa la he despejado a través de la útil Red que, por otra parte, confirma mis datos y actualiza fechas precisas, sin entrar en otras detalles que aún hoy saco de algún rincón de la memoria de madridista de localidad de “niños y soldados sin graduación” (la mili era obligatoria), la más barata, naturalmente de pie y tratando de acceder a la misma en cuanto se abrían las puertas del estadio para instalarme en una buena ubicación desde la que poder ver el partido entre las 125.000 personas para las que aquellas gradas tenían capacidad.
Dominaba entonces el Real Madrid las competiciones españolas y todavía no se diferenciaba entre las copas de Europa en blanco en negro (las cinco primeras de una tacada y la sexta, la del equipo yé-yé) y las que luego fueron Ligas de Campeones en color. Pero Bernabéu, verdadero adelantado a su tiempo, intuía un futuro que necesitaba una financiación que no se podía limitar al aforo del estadio por grande que fuera, y mucho menos, claro, a los precios de “niños y soldados sin graduación”.
Murió Bernabéu sin ver cumplido su sueño, le sucedió el bueno de Luis de Carlos, y Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz precedieron la primera presidencia de Florentino Pérez, un ingeniero de Caminos y economista que desde la portavocía de una plataforma de ingenieros en paro en la década de los sesenta saltó al penúltimo ayuntamiento dedocrático de Madrid, el que presidió Juan de Arespacochaga con Carlos Arias Navarro en la jefatura del gobierno español intentando eternizar un franquismo sin Franco. Cuando fue nombrado alcalde, Arespacochaga se acordó de aquel “muchacho delgadito y con gafitas” que, al frente de una comisión de ingenieros en paro, había ido a verle cuando era presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, lo llamó y le encargó el Plan de Saneamiento Integral de Madrid, que iba a ser la piedra angular de la gestión del alcalde… Luego, cuando el proyecto político de Arias Navarro para España reventaba por las costuras y el Rey  le pidió su dimisión para dar  paso a Adolfo Suárez y a la democracia, Florentino Pérez siguió en el Ayuntamiento, aunque sin Arespacochaga, al que sucedió el notario José Luis Álvarez, que aspiraba a ser el primer alcalde elegido por sufragio universal en Madrid, cuando fuera aprobada la Constitución y celebradas las primeras elecciones generales con la Carta Magna ya en vigor.
Florentino Pérez se afilió a la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez y de José Luis Álvarez, y cuando los socialistas de Felipe y los comunistas de Carrillo pactaron la alcaldía de Madrid –y otras muchas- tras las elecciones de 1979, Florentino aguantó  poco en el Ayuntamiento, entre otras cosas porque José Luis Álvarez, que se había quedado como jefe de la oposición en la Casa de la Villa, fue nombrado primero ministro de Agricultura y luego de Transportes y Comunicaciones y se llevó consigo al que ya conocíamos como Floro.
Valga este largo preámbulo para que se entienda bien la trayectoria de Florentino Pérez, que en algo más de 30 años saltó desde el desempleo como ingeniero de Caminos a la lista de las diez primeras fortunas españolas; desde una suerte de ministro de la Villa (delegados de servicio  era el nombre del cargo que desempeñaban lo que hoy son concejales responsables de las diferentes áreas municipales), con unos 1.500 euros mensuales de salario (250.000 pesetas de entonces), hasta la presidencia ejecutiva de grandes empresas de construcción de obra pública (subráyese el término obra pública). Y desde su madridismo militante a la presidencia del Real Madrid Club de Fútbol, al que ha convertido en el más rico del mundo.
Pero no deja de ser paradójico que lo único que se le resiste es el éxito deportivo, porque la cosecha de títulos obtenida en sus dos períodos de presidente del Real Madrid no responde al esfuerzo inversor que ha supuesto reventar el mercado de fichajes con contrataciones que empezaron con Figo y que de momento terminan en Bale pasando por todas las estrellas de la constelación futbolística de cada momento. Y se hace preciso escribir cuanto antes que si Florentino es el responsable del indiscutible éxito empresarial del Real Madrid también lo es del fracaso deportivo y, sobre todo, de la sensación de la incapacidad del club para optar por un modelo futbolístico reconocible, como el que tiene el Barcelona (la comparación es inevitable), que por cierto ha contagiado al fútbol español, que debe al llamado tiki-taka azulgrana un Campeonato del Mundo y dos Eurocopas. Escrito de otra manera, acostumbrado al éxito en las cuentas de resultados… económicos, Florentino cree que la cuenta de resultados deportivos es lo mismo. Y no lo es.
¡Claro que sin su capacidad de gestión el Real Madrid no podría haber contratado ni los galácticos ni las demás estrellas! Pero su capacidad de gestión no llega a la portería contraria y ahora se estará dando cuenta de que su capacidad de influencia, tampoco, porque en el Ayuntamiento de Madrid y en la Comunidad de Madrid no están ya sus viejos colegas de aquella Casa de la Villa y aquella UCD (los Álvarez del Manzano, Ruiz Gallardón, Leguina, Esperanza Aguirre y un largo etcétera). Y no se olvide que el club más rico del mundo fundamentó su opulencia en una recalificación urbanística, que Florentino Pérez se empeñó entonces en llamarle “la herencia de la abuela”.  ¿Cómo que herencia de la abuela la transformación de unos terrenos de equipamientos deportivos –la antigua Ciudad Deportiva, junto al hospital de La Paz- en superficie edificable nada menos que para levantar el nuevo skyline de Madrid, las famosas cuatro torres? Eso ya se llamaba pelotazo en los tiempos del socialista Carlos Solchaga como ministro de Economía, con aquella sentencia de que “España es el país donde más fácil y más rápido es hacerse millonario”. Florentinoy los gestores del momento en la Casa de la Villa y en la Comunidad de Madrid sabrán las razones de una recalificación encaminada no al embellecimiento de la ciudad y dudo de que compatible con el interés público, sino a sacar de la ruina en la que se encontraba uno de los clubs de fútbol más importantes del mundo.
Ahora, en la Comunidad de Madrid hay un gobierno en minoría parlamentaria que requiere de la fina capacidad de negociación de la presidenta Cifuentes, y en el Ayuntamiento una alcaldesa que tiene claro que el interés público está por encima de los de un club de fútbol, por emblemático que sea y por cuanto aporte –que es mucho- a la ciudad, y de su presidente, por influencias que haya tenido. O si lo prefieren, los gobiernos municipal y autonómico imponen la legalidad por encima de cualquier otra consideración. Y difícilmente se entendería que, después de tres sucesivas decisiones judiciales anulando el plan de transformación del Estadio Santiago Bernabéu aprobado en su momento por los equipos de los viejos colegas de Florentino Pérez, el Ayuntamiento de Carmena tolere el trágala de cesiones de terreno público, de construcción de hotel, de cambio de fachadas, de aparcamiento subterráneo a cambio de dinero y a cambio también de una parcela de terreno que tiene el Real Madrid ¡a siete kilómetros de su estadio…!
El compromiso de Florentino Pérez antes de ganarle las primeras elecciones a Lorenzo Sanz fue techar el estadio… Estamos a la espera, pero debajo del techado Florentino Pérez, feliz en su palco de honor para sus negocios varios, quería cargarse otra cosa: La legalidad, Florentino, la legalidad…



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