Es su turno, señor
presidente venido a más por el dedazo de Esperanza Aguirre, que le llevó a
todos los sitios desde aquél feliz encuentro de 1984 en el Ayuntamiento de
Madrid, del que era usted funcionario y ella
concejala que ya entonces decíase liberal “y
no sabe usted con quién está hablando”, a la que siguió por su andadura
política incluso en una mesita en un rinconcito del Senado cuando la lideresa
fue elegida presidenta de la inútil Cámara Alta de nuestra democracia…
Es su turno, señor
presidente sin pasar por las urnas ahora que en su partido los dedos se hacen
huéspedes pensando en que, a lo peor, se han acabado los decenios de la suma de
todo, no la suma de todos, porque hay muchos a los que no suman ustedes sino
que restan.
Siga el ejemplo, presidente
dedocrático. Tiene Ana Botella parecidos méritos y legitimidades a los suyos…
Por Cibeles y por Sol andan metidos delfinatos inexplicables, lazos familiares
-¡oh, la familia! ¿o mejor la famiglia…?- matrimonios ejemplares (ex presidente
del gobierno y alcaldesa de Madrid, presidente madrileño y vicepresidenta de la
patronal madrileña), fidelidades caninas, traiciones varias, sospechas
habituales, errores de catástrofe, ridículos a toda orquesta, mentiras y disimulos, incapacidades manifiestas…
No me diga, presidente, que
lo suyo es distinto, Y que usted, claro, tiene derecho a seguir… ¿Pero con qué
méritos…? ¡Ah, sí…!, que se la están jugando ustedes, y que sin modificar la
ley electoral, como quiere o quería Mariano Rajoy, piensa que usted garantiza
la mayoría absoluta necesaria para mantener el poder en
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