Pedro,
el peluquero que me corta el pelo desde hace más de veinte años, es
un hombre hecho a sí mismo… Hijo de lo que antes se llamaba un
“obrero”, un honrado trabajador del Canal de Isabel II, de los
del trabajo en la calle lo mismo en invierno que en verano, que a
base de horas les dio a sus dos hijos la posibilidad de futuro que
eligieran. Pedro escogió dedicarse a la peluquería, mientras su
hermana estudiaba Filología alemana. Pero Pedro acabó doctorándose
en la universidad más difícil, la de la vida… Su conversación es
amena; su educación, exquisita; sus ganas de aprender, insaciables…
Hay veces que emprendo cualquier conversación para escuchar sus
sentencias, dignas de aquel inolvidable Séneca de la televisión
probablemente aún en blanco y negro, que escribió el gaditano José
María Pemán y que interpretó el actor andaluz Antonio Martelo.
Pedro
aprendió su oficio, pero desde el primer momento tuvo claro que él
quería ser eso que hoy se llama emprendedor. Tener su propia
peluquería, poner en marcha las ideas que cada mañana iban fluyendo
por una imaginación sin descanso. En su camino se encontró con
Esperanza, una colega con la que acabó formando pareja, familia,
proyecto, anhelos y futuro. Hace algo más de diez años, apenas
cumplidos los 30, abrieron “su peluquería”… En un local en
propiedad, naturalmente… Aprovechando cada centímetro cuadrado
llenos todos ellos de un excelente gusto… Hoy tienen tres hijos,
han creado unos cuantos puestos de trabajo, han abierto otra pequeña
peluquería “solo para hombres”, han tenido tres hijos, han
financiado varias maternidades de sus empleadas (ellos tratan al
personal como el mejor activo de la empresa, aunque no lo repitan
como un mantra, como hacen las grandes corporaciones a los que luego
no les tiembla el pulso para ejecutar salvajes y crueles eres) y han
pagado religiosamente sus impuestos.
Esta
mañana fui a cortarme el pelo a la “peluquería de abajo”, como
él llama a la primera… Vi un Pedro distinto, con una especie de
sombra que le cruzaba su rostro rodeado por una cuidada barba y
coronado por un cabello en el que el blanco se va abriendo paso.
Encontré también distinta a Esperanza, su mujer, que es la
actividad deslumbrante, la alegría imbatible, el análisis
minucioso, una especie de permanente conciencia del negocio,
probablemente también el sabio equilibrio de la pareja…
Tengo
la confianza suficiente para preguntarle a Pedro si le pasa algo…
Me miró, calló durante unos segundos y se lanzó: “Yo creo que
cuando se llega a los sesenta o setenta años –empezó- uno tendrá
grabadas tres o cuatro o cinco imágenes de otros tantos
acontecimientos de su vida… Pues yo, si llego a esa edad, no se me
irá de la cabeza la cara de Montoro, sí, sí, el ministro de
Hacienda. 8.500 peluquerías cerradas en España el pasado año…
¿Sabe Montoso que eso significa 20.000 personas a la calle…? ¿Y
que la edad media del personal de peluquería no llega a los 35
años…? O sea, que se están cargando las pequeñas empresas y
mandando al paro a gente que ha pasado sus años de aprendizaje y son
verdaderos artistas o si prefieres, artesanos…. Vengo hoy de pagar
el IVA. Sin la subida, este trimestre, que es el primero del año, yo
habría pagado 1.500 euros… Pues no, he pagado seis mil euros…
¿Pero cómo se puede subir del 8 al 21 por 100 el IVA? ¿Qué hago
yo: subo las tarifas 13 puntos también…? ¿Para que no entre aquí
ni el aire, y acabar vendiendo el local para pagar a la gente…?
Eso es lo que ha hecho Montoro… Si baja la facturación un 20 por
100 y sube el IVA ocho puntos, que vengan Montoro y Rajoy a
explicarme que la economía se está arreglando. ¿Pero saben esos
dos y otros muchos cuántos se han quedado en el camino? Se han
cargado a los que llaman emprendedores, se han cargado las pequeñas
empresas y se han cargado las clases medias, que son mis clientes…
¡Ah! y yo pagaba trescientos o trescientos y pico euros por la luz,
y ahora no bajo de quinientos… O sea, que también estoy financiado yo a las eléctricas…”
Pedro
siguió cortándome el pelo… Sobre una repisa de cristal tan
reluciente como todo el establecimiento, veo un periódico. “Rajoy
anuncia el aumento neto de empleo y el crecimiento del PIB por encima
de las previsiones”, reza un titular. ¿Y qué hacemos con las
víctimas, presidente…? Si quiere, le doy la dirección de Pedro y
Esperanza… No para que vaya usted a cortarse el pelo o a
arreglarse la barba, o para que acuda Viri, su mujer, a hacerse unas
mechas, sino para que, al menos, les pida perdón.
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