miércoles, 30 de abril de 2014

Alfredo Menéndez, uno de los nuestros

El pasado verano llamé por telefóno a Alfonso Nasarre cuando, al poco tiempo de tomar posesión de la dirección de Radio Nacional de España, decidió encargarle a Alfredo Menéndez “Las Mañanas de RNE”. Estuvimos largo rato comentando la decisión, que yo me apresuré a calificar de acertada.  “Lo verás desde el primer EGM”, le dije a modo de despedida, aun sabiendo que Alfonso Nasarre, como hombre de radio, es consciente de que las apuestas en este medio necesitan para consolidarse bastante más que un EGM. Pero la apuesta era tan segura que han bastado dos: el último de 2013, que prácticamente no había tenido tiempo para valorar el programa de Alfredo Menéndez, y el de la pasada semana, donde Alfredo se ha situado a 56.000 oyentes del de Saenz de Buruaga, tercero entre los magazines de la mañana, con algunos años más y también más recorrido profesional que el director de Las Mañanas de RNE. Pero solamente eso, porque en este oficio no hay escalafón ni antigüedad, aunque desgraciadamente en ocasiones sí hay inconfesables relaciones, como hay también trepas y los que Pérez Reverte califica de succionaciruelos…
Creo que fue en facebook donde escribí algo así como “yo lo vi primero” en referencia a Alfredo Menéndez, aunque para algunos era sorprendente la decisión de encargarle la dirección y presentación del magazín donde solemos decir los profesionales que se encuentra el solomillo de la radio, que es nada menos que la cuarta parte de su programación, seis horas desde las 06:00 hasta el mediodía. Y es que yo había conocido a Alfredo Menéndez hacia el final de la década de los noventa, cuando él trabajaba en Radio Voz en Galicia y yo dirigía el magazín de la mañana y los Servicios Informativos de la Cadena. Y desde que le oí por primera vez me di cuenta de que era uno de los nuestros. Califico yo así a los que si por edad no pudieron formar parte del salto que dio Antena 3 Radio al pasar de la radio con chaqueta y corbata a la radio en mangas de camisa, sí aprendieron su lenguaje y su estilo inconfundible que el maestro Martín Ferrand resumió tan bien en la frase de “noticias veraces y opiniones independientes”.
 Pero al calificar a Alfredo de uno de los nuestros quiero decir también de todos: de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres, de titulados superiores y de quienes tienen un oficio, de desempleados y de gentes con trabajo, de los preocupados por la actualidad y de quienes les importa una higa el índice nikei y probablemente también la que Putin tiene montada en Ucrania. Es decir, de los oyentes, que se identifican inmediatamente con una voz como la suya, que habla como hablan ellos, que traslada las mismas inquietudes que las que les asaltan cada mañana y que, además, no tiene más colores que los de la verdad. Y Alfredo Menéndez es así… Se me dirá que es lo que hay que hacer desde la radio pública, y yo contesto que no siempre ha sido así, pero que Alfredo ejerce lo que decía en una entrevista en “Periodista Digital”: “Uno de mis retos es conseguir que gente que ha dejado de sentir RNE como la suya vuelva a sentirla como tal. Y eso se consigue haciendo la pregunta a un determinado político que no se espera que se haga.”
De momento, ha conseguido que un millón de oyentes sientan como suya Radio Nacional de España. Ese millón, como los miles que llegarán en el próximo EGM y en el siguiente, sienten también a Alfredo Menéndez como uno de ellos, que ni les da gato por liebre ni está esperando el resultado de las próximas elecciones europeas para ver a qué puerta ha de llamar para consolidarse en el programa. Y es que Alfredo Menéndez es de los que, como me pasa a mí, sigue sintiéndose reportero; sigue ejerciendo este bello oficio como si tuviera un micrófono en una unidad móvil desde la que transmite la última “marea blanca” o “marea verde”. Porque el compromiso de Alfredo –y lo conozco hacer casi veinte años- es el que explicó nuestro colega y una de nuestras referencias, “Gabo” García Márquez: “En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde”. Por eso Alfredo Menéndez está ganando.




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