La renuncia del gobierno de la Comunidad de Madrid a la privatización de la Sanidad como antes la del
ayuntamiento de Burgos a la zona peatonal y el aparcamiento subterráneo de
Gamonal son no solo la victoria de los ciudadanos frente a la prepotencia de
los políticos sino, sobre todo, la victoria de la democracia frente a la
apropiación que de la misma han hecho nuestros políticos. Porque no hay mayor
expresión democrática que la resistencia de los ciudadanos a que sus representantes
hagan mal uso de la soberanía que han depositado en ellos, que en muchos casos
es incluso una traición.
Pero hay alguna lección más
que sacar de estos hechos. Y la primera es el abuso que de las mayorías
absolutas se está haciendo en esta legislatura, como se hizo también en la
segunda legislatura de José María Aznar. La mayoría absoluta no es una patente
de corso para traicionar el mandato que le han dado los ciudadanos a quienes la
obtienen, empezando por el clamoroso incumplimiento del programa electoral con
el que han llegado al poder. Antes al contrario, es el imperativo categórico
para cumplir escrupulosamente los compromisos adquiridos, empezando por el tan
manoseado diálogo que, en términos políticos queda expresado con el concepto
“respeto a las minorías”. Y a quienes no lo entiendan –empezando por los
propios políticos- les remito a numerosas sentencias del Tribunal
Constitucional en las que aparece ese concepto meridianamente claro. Reproduzco
de una de ellas, la 990-92: “El respeto a las minorías es un
principio fundamental de nuestro ordenamiento constitucional, que proviene del
concepto mismo de "democracia", entendiendo que la nuestra se basa
sobre un continuo contraste de opiniones organizadas que concreta el principio: "gobierno
de la mayoría con participación de la minoría, dentro de un régimen de libertad
e igualdad".
Para colmo, en ambos casos
había no pocas sombras de sospecha: En el de Burgos tiene el nombre de
Méndez Pozo, el Ciudadano Kane burgalés condenado a siete años
de cárcel por el “caso de la construcción” hace algo más de 20 años; y en la
pretendida privatización de la
Sanidad madrileña tiene el nombre de algunos políticos
que han atravesado las puertas giratorias que conducen a la iniciativa privada
en el sector sanitario
Cuando todo el colectivo de
trabajadores de la Sanidad madrileña, al que se suman muchos ciudadanos, toman las calles
contra el proyecto de privatización y un gobierno, el de la Comunidad de Madrid, hace oídos sordos; cuando las ventanas y balcones de
Madrid se llenan de artesanales pancartas con el lema “la Sanidad no se vende; se defiende”; y cuando las minorías en la Asamblea de Madrid se oponen una y otra vez al proyecto de la mayoría, se
está haciendo democracia. Cuando los vecinos de un barrio burgalés se
manifiestas en contra de un proyecto que pretende reformar su entorno, porque
un gobierno –el del Ayuntamiento de Burgos- hace oídos sordos a las
reivindicaciones ciudadanas y de las minorías del Pleno municipal se está
haciendo democracia.
Y que no se inquieten los
políticos, sino que, en vez de ello, se dediquen a hacer política de verdad. Y
que renuncien a la tentación de acudir al lugar común de que “los
ciudadanos si quieren hacer política, que se presenten a las elecciones” (caso
Gamonal) o al de “ahora resulta que son los jueces los que van a
decidir la política que se hace” (caso privatización de la Sanidad madrileña).
Porque, como queda escrito, uno y otro caso no son más que expresiones de la
democracia.
Parafraseando al presidente
Clinton (campaña electoral de 1992), es la democracia, estúpido, es la
democracia.
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