viernes, 11 de marzo de 2016

Cuando 75 años se quedan en nada

Resulta paradójico que lo mejor que haya visto, leído o escuchado de El Corte Inglés desde que comenzó la crisis económica sea la campaña de sus 75 años de historia. Parece como una tremenda mueca que el destino, disfrazado primero de la singular, paternalista y catastrófica gestión de Isidoro Álvarez, y después, a la muerte de éste, de las tensiones provocadas fundamentalmente por sus dos hijas y herederas, Marta y Cristina, frente a su primo, Dimas Gimeno, que sucedió a su tío como presidente de la empresa, haya hecho para que coincidiera el emblemático aniversario con el año en que herederos, pleitos entre la familia que monopolizó durante más de 60 años la propiedad, la vieja guardia que se aferra al despacho y a lo crudo que se lo llevan, los nuevos fichajes que ya han empezado a llevárselo, los  prestamistas que se hacen llamar inversores, la competencia –sobre todo la competencia bien hecha- y la deuda, sobre todo la deuda, estén empeñados en ponerle final a la más exitosa empresa española del siglo pasado.


Es verdad que tu historia y la mía es la historia de El Corte Inglés, como dice la magnífica campaña; pero no es menos cierto que los 75 años de El Corte Inglés se han quedado en nada. Consumido hasta los tuétanos por el hombre que sucedió a Don Ramón Areces y que al final de su vida, cuando la crisis en la empresa era ya evidente y se negociaba la venta de la financiera y la consecución de un crédito sindicado de casi 5.000 millones, le confiaba a uno de sus colaboradores más leales que “me siento muy solo”. Alguien añadirá que es como prefirió quedarse él, porque cuantos le rodearon tenían más interés en conservar sus espectaculares ingresos y prebendas antes de contradecir al presidente, que iba tropezando piedra tras piedra hasta dejar una empresa en la que, como puede leerse en el blog Euribor, de 5 Días, “se observan una serie de síntomas que hablan de unos problemas más profundos, que pueden tener más que ver con un modelo de negocio acabado”. Recuerda el blog que El Corte Inglés ha pasado de ser compradora de activos a vendedora y destaca la traición a su propia filosofía que supone haber tenido que dar entrada al multimillonario catarí Hamad Bin Jassen Bin Jaber Al Thani, que se hizo con un 12,25% del capital por 1.000 millones de euros, fondos que la empresa anunció que destinaría a amortizar endeudamiento.
La mayor dificultad de hacer frente a la situación es que tendría que pasar por el cierre de centros deficitarios, a lo que se resiste la vieja guardia, además de los planes ya anunciados de reducción de personal, a los que previsiblemente se acogerán cuantos tienen derecho al mismo porque –y así lo recuerda el blog de 5 Días- “los empleados de El Corte Inglés ya tienen lejos aquellos días en los que trabajar allí era un símbolo de prestigio que acarreaba una serie de ventajas sociales y económicas, ya que el contrato basura también ha entrado en la entidad hasta lo más hondo”.
Por si todo ello no fuera suficiente, las tensiones en el Consejo se evidencian día a día con un presidente, Dimas Gimeno, cuya capacidad de decisión nada tiene que ver con la que Don Ramón Areces construyó el imperio y con la que Isidoro Álvarez lo fue demoliendo error a error, con una contumacia digna de mejor causa, sin prever la explosión de la burbuja inmobiliaria y mucho menos la crisis; y, lo que es peor, pretendiendo hacer frente a modelos exitosos de grandes empresas de distribución (Inditex con Zara, Mercadona, hipermercados franceses o, en fin, el también galo Leroy Merlin y el sueco Ikea) sin apartarse un ápice del que empezaba a reventar por todas sus costuras y del que son buenas pruebas la “planta noble” de las oficinas centrales de la calle Hermosilla (atestada –y hasta apestada- de compromisos cuyo trabajo consistía en decir “sí, señor” al presidente); la Fundación Ramón Areces, convertida en singular puerta giratoria “para lo que haga falta” (repasemos jornadas, cursos, conferenciantes y naturalmente sus costes) o los periodistas con escandalosos ingresos (alguno de los beneficiados los llamaba “el pienso”) que hemos conocido por la torpeza de un director de Comunicación más preocupado por borrar el pasado que por construir el futuro.
Añádanse a todo ello las exigencias del socio catarí, sentado –no se olvide- en el Consejo, que estaría detrás de algunas recientes decisiones, como la venta de activos o el plan de prejubilaciones; el papel protagonista que reclaman las dos herederas, que suman mayoría en la cartera del 22,5 por 100 que heredaron de Isidoro Álvarez a partes iguales con su primo Dimas Gimeno, a lo que hay que añadir la Fundación Ramón Areces, poseedora de casi el 40 por 100 de la empresa y que igualmente manejan; y su ambición de hacerse incluso con la presidencia  que, según la siempre bien informada Hispanidad, decano de la prensa digital en nuestro país, les está llevando a un pacto con los  Areces expulsados del Consejo de Administración hace apenas seis meses y que han presentado demanda en los tribunales, lo que supone de hecho un pleito entre descendientes del fundador, algo insólito en los 75 años de vida de El Corte Inglés, que hasta tiene que responder a la acusación de un Areces por acoso laboral. Nada nuevo bajo el sol, podría responder alguno, no precisamente de apellido tan sonoro en la casa, que tuvo que acabar pidiendo la cuenta después de que su jefe, con importantes responsabilidades en la empresa, le mantuviera por provincias mientras conquistaba literalmente a la esposa del que luego resultaría acosado hasta verse obligado a marcharse, por supuesto ya divorciado.
Por eso escribía al principio que es verdad que  tu historia y la mía es su historia, pero los 75 años de El Corte Inglés se han quedado en nada


No hay comentarios:

Publicar un comentario