

Precisamente por todo ello tampoco
se explica que, coincidiendo con la ceremonia de la entrega de los premios
Merco, el actual dircom de El Corte Inglés hiciera la siguiente declaración,
publicada por el diario en el que se celebró el acto: “Son sobre
todo los clientes los que respaldan el modelo reputacional y la trayectoria de
las empresas” , lo que es
rigurosamente cierto, pero solo lo puede decir el responsable de comunicación
de una empresa que del segundo lugar ha descendido al vigésimo si la afirmación
va acompañada de su dimisión o si en el minuto siguiente recibe la carta de
despido. Si no fuera por la gravedad de la situación, la explicación del dircom
de El Corte Inglés podría incluso ser tachada de frivolidad; lo mismo que
calificar de gran operación la compra en
subasta por 136 millones del solar de Adif que ocupa actualmente un aparcamiento
frente a los grandes almacenes de Castellana, con una puja por el doble de lo
ofertado por la segunda propuesta “para
impedir –se empeñó alguien en difundir- que
fuera adjudicado a Zara”, cuando al parecer Inditex ni siquiera acudió a la
subasta. Como escribí con aquella ocasión, Amancio Ortega, creador de Inditex y
empresario de indiscutible éxito sin operaciones de crédito ni dircom
imprudentes (por cierto, el actual de El
Corte Inglés trabajó alguna vez en Inditex), prefiere ver la caída del
gigante desde lo más alto de la Torre
Picasso , que es una de las inversiones del propietario de
Zara a través de su sociedad inmobiliaria Pontegadea. Y quién sabe si alguno de
los brillantes estrategas comerciales que tiene Inditex filtró oportunamente el
supuesto interés por el solar de Adif para levantar una tienda frente a El
Corte Inglés de Castellana, y alguien picó el anzuelo en la empresa que hoy
preside Dimas Gimeno.
Habrá que estar
atentos al estudio encargado al despacho multinacional de abogados Baker & McKenzie,
donde trabajó Manuel Pizarro hasta que fue contratado como asesor del
presidente de El Corte Inglés y nombrado consejero. El estudio ha de contemplar
el cambio en los estatutos de la
Compañía y en el reglamento del Consejo, con su ampliación a quince
miembros, todo lo cual supone también una profunda transformación del gobierno
corporativo de El Corte Inglés y lógicamente de toda la estructura de la
dirección y de su modus operandi. Si
hasta hoy el nuevo presidente, sobrino de Isidoro Álvarez, al que sucedió a la
muerte de éste el pasado septiembre, ha intentado imponer su estilo personal a
una empresa anquilosada y que durante los últimos años cometió tremendos
errores estratégicos, parece que definitivamente se ha dado cuenta de que con
ese modelo de gestión la compañía, su imagen y su reputación son insostenibles,
y todavía habrá que ver en qué términos se sostiene a partir de poner en
práctica el estudio que elabora Baker & McKenzie. Pero no es posible seguir
leyendo en la incontrolable Red cosas
como la expresión “eres más antiguo que
El Corte Inglés” ni tampoco continuar la práctica de puertas giratorias (y para
colmo en ocasiones a través de la Fundación Ramón Areces y sus actividades) o
ver publicado en los periódicos cómo uno de los beneficiados por el sistema de puerta giratoria continúa en la
dirección de la compañía después de haberse aprovechado de las “black” de Cajamadrid (bien es cierto que utilizándola en gran
porcentaje en el mismo Corte Inglés, lo cual desde luego no es atenuante)
o, en fin, cómo uno de los grandes espacios culturales que El Corte Inglés
tiene es dirigido por un individuo que llegó ahí después de la destrucción de
una edición completa de un libro sobre la historia de los grandes almacenes y
procedente de… la editorial que lo había editado y que lo destruyó antes de
ponerlo a la venta, con lo que se ganó el título de “torquemada”…, aunque es verdad que entre sus actividades
literarias figura un edulcorado artículo escrito con ocasión de la muerte de
Isidoro Álvarez, en el que confiesa que con el mismo nombre tuvo dos
presidentes, “y ambos transformaron España” (sic): Felipe González, que
utilizaba ese alias durante su época de clandestinidad en los años finales de
la dictadura, y, claro, Isidoro Álvarez.
Pero estómagos
agradecidos y puertas giratorias al margen, volviendo a la noticia que tanto
inquieta en sectores empresariales de nuestro país, no deja de ser paradójico
que, de momento, el 10% del capital de uno de los grandes arietes de la marca España haya caído en manos del inversor
qatarí propietario también de los londinenses y míticos Harrods (“de un alfiler a un elefante”). Y
escribo bien el calificativo de paradójico, porque una de las leyendas sobre El
Corte Inglés que escuché en varias ocasiones es que, en tiempos de Don Ramón
Areces (todos los empleados, directivos y
consejeros le ponen el “don” delante al citar su nombre, al contrario de
lo que sucede con Isidoro Álvarez), una delegación de Harrods visitó la
empresa, varios de sus centros comerciales, su centro logístico en la Comunidad de Madrid y los
talleres Induyco (hoy desaparecidos con ventajosas condiciones para su personal
y sin el menor ruido, al contrario de lo que ocurre ahora). Al parecer, los
almacenes londinenses tenían la intención de instalarse en España y querían
comprobar la competencia que les esperaba. Cuando vieron el modelo de
producción, distribución y gestión, le dijeron a sus anfitriones: “Son ustedes la mejor empresa de
distribución que hemos conocido en el mundo. La competencia se nos antoja
imposible”. Si levantara la cabeza don Ramón y viera al dueño de Harrods
sentado en el Consejo de El Corte Inglés…
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