La unanimidad con la que el jurado del “caso Bretón” ha alcanzado el veredicto de culpabilidad habría
necesitado la fórmula estadounidense de “el
pueblo contra…” Porque, efectivamente, nunca jurado popular alguno
representó tan exactamente el pueblo del que emana la justicia en nuestro país,
como dice el Artículo 117 de nuestra Constitución. Quiero decir que la
unanimidad con la que el jurado ha resuelto las veintiuna cuestiones planteadas
por el Magistrado que lo preside (extraordinaria labor también la de su
señoría) y que fundamentan el veredicto de culpabilidad es la unanimidad de
todos los ciudadanos de este país, que están convencidos de que el padre de
Ruth y José mató a sus dos hijos quemándolos en una hoguera que preparó como un
horno crematorio, y en venganza porque su mujer y madre de los niños había decidido
divorciarse.
En mi larga trayectoria en la información de tribunales, aun consciente de que se trata de un término estrictamente jurídico, siempre cuidé escrupulosamente la presunción de inocencia, bien entendido que sin abusar del
calificativo presunto, con el que
muchos de mis colegas salpimientan sus crónicas de sucesos. ¡Cuántas veces oigo
o leo lo de “aparece una mujer
presuntamente muerta por su marido que permanecía al lado del cadáver con sus
ropas llenas de sangre y un cuchillo de grandes proporciones ensangrentado”.
Es obvio que la muerte no es presunta si está el cadáver, y que, en el mejor de
los casos, tampoco es presunto autor de la misma un hombre sorprendido al lado
del cadáver con las ropas manchadas de sangre y el cuchillo ensangrentado. Pero en el “caso
Bretón” he renunciado incluso a la tentación de calificar a su autor de
presunto y ni siquiera de sospechoso. Se podrá decir que formo parte del
linchamiento popular que el defensor de Bretón ha denunciado en alguna ocasión,
pero era tan clara la responsabilidad del padre de Ruth y José en la
desaparición de sus hijos que resulta imposible sustraerse a ello, mucho más
tratándose de unos hechos con unos perfiles tan horribles como los del doble
asesinato: su premeditación, su alevosía, sus preparativos, el móvil, las
coartadas…
En mi artículo sobre la última sesión del juicio oral, escribí
que ni su defensor creía a Bretón, hasta el extremo de que en su informe de
conclusiones definitivas el letrado apuntó por primera vez una teoría
surrealista, la de que el procesado hubiera entregado a sus hijos a alguien en la
carretera y no hubiera vuelto a tener noticia de ellos. Pienso que también los padres y hermanos de Bretón están convencidos de que mató a sus hijos, y por eso guardaron silencio aprovechando el derecho que les asiste a no declarar al ser familiares en primer grado.Y hoy, el jurado popular, ha
reflejado la unanimidad del jurado y también la del pueblo al que representa.
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